Conviviendo con mi pasado y mis demonios ( 2020)

Capítulo 11. Ellas son mi regalo de la vida

Tras salir de fiesta vinimos todas a casa porque no queríamos que Andrea y Susi despertaran a nadie en sus casas, entonces vinieron a la nuestra. Nos desmaquillamos unas a otras y nos quitarnos la ropa para ponernos ropa cómoda, Maya compartió cama con Susi mientras que yo lo hice con Andrea, porque no habíamos preparado ninguna cama más ya que fue totalmente improvisado.

A la mañana siguiente no sabría deciros quien se levantó primero, sólo se en cuanto estuvimos todas nos decidimos a buscar un lugar donde vendieran churros con chocolate. Ahí fuimos las cuatro de vuelta a nuestra casa para seguir charlando animadamente y riéndonos de las anécdotas de la noche anterior, desayunamos entre risas pues Maya se tropezó con una pata de la mesa de la cocina y bueno se rompió la taza, menos mal que fue un pequeño susto y estaba vacía. Obviamente la vacilamos bastante, pasamos el resto de la mañana viendo algo en Netflix creo que era Full Metal Alchemist Brotherhood, hasta la una de la tarde que fue la hora en la que cada una se fue a su casa por si acaso había algún rastro de resaca. El resto de la tarde la pasé escribiendo algún que otro texto, pues estaba inspirada ya que las lecturas me habían animado a ello, el de Alma de Cristal hizo que extrañase a Coruña por más de un detalle, las Aliadas me recordaron a nosotras cuatro juntas, puesto que me sentía tremendamente afortunada por tener a cada una de ellas, con sus defectos y virtudes pues hacían que me sintiera cómoda siendo yo misma con todo aquello que me queda por superar aún; no son como Claudia, bueno, en realidad ellas le dan mil vueltas aunque siendo pequeñas aparte de compartir los juguetes en el parque, prestarnos ropa, imaginarnos siendo damas de honor en la boda de la otra, hablar de los chicos que nos gustaban. Todo parecía ser tan fácil y éramos muy felices, prometimos ser mejores amigas para siempre aunque eso comenzó a cambiar cuando su madre comenzó a alejarla de mi, ya que tenía la firme convicción de que la gente de clase alta no podía juntarse con los de clase media. Para contentarla, bueno, creo que chantajearla, para que no volviera a hablarme ni le dijese nada sobre mí le empezó a comprar caprichos bastante caros, además de cambiarse de casa lo suficiente lejos de la mía mientras mi madre se enteraba por las madres de otras amigas que nos menospreciaba a todos, nos llamaba mala influencia, que le habíamos lavado el cerebro y que éramos poca cosa para ellas.