Por vigésima vez en la noche, me las tengo que ingeniar para suprimir un bostezo al mismo tiempo que le muestro una sonrisa a la persona que se encuentra frente a mí. Cuando el sujeto responde a mi gesto, claramente convencido de mi supuesta sinceridad, me anoto un punto más en este juego que estoy jugando conmigo misma desde que llegué a la casa de mis padres.
Llevo varios puntos acumulados, para ser honesta.
Me gané uno por no poner los ojos en blanco cuando mi madre criticó mi ropa. Me gané dos cuando mi padre me hizo una pregunta sobre política que respondí tal y como él quería. Sumé otros tres cuando la mejor amiga de mi madre me preguntó si aún estaba soltera y me las arreglé para contestar sin soltar ninguna clase de insulto.
Así que con esto ya sumo siete puntos en total, que ya son tres más de los que acumulé en el último evento al que mis padres me obligaron a asistir.
El chico frente a mí –que creo debe tener entre tres o cinco años más que yo- vuelve a hablar y yo me limito a asentir, llevando la copa de vino a mis labios. No tengo ni idea de qué es lo que está diciendo y me pregunto si eso podría quitarme algunos puntos.
Le hecho un rápido vistazo al sujeto frente a mí, hago un repaso mental por toda nuestra conversación y decido que no.
La verdad es que no tenemos nada en común y quienes deberían perder todos los puntos en este juego son mis padres, por siquiera pensar que podría llegar a interesarme en este hombre. Me bastaron cinco minutos en su compañía para darme cuenta que lo único en lo que concordamos es que el vino que tenemos en nuestras manos es un buen vino.
Mis padres lo eligieron, así que eso no es raro. Pueden ganar medio punto con eso.
Con un suspiro a punto de salir de mi boca dejo que mis ojos hagan un rápido recorrido de la habitación, buscando alguna cosa más interesante que llame mi atención, o alguna clase de milagro que me saque de esta situación.
Cuando no encuentro ninguna de esas dos cosas vuelvo los ojos hacia Henry y lo noto observándome atentamente, con un intento de sonrisa en sus labios. Creo que sabe que no le estaba prestando atención y creo que está esperando una respuesta a una pregunta que claramente no escuché, así que me limito a sonreír en un intento de disculpas.
-Lo siento, Henry. ¿Qué fue lo que dijiste?
La sonrisa en sus labios desaparece y su ceño se frunce con un poco de enojo y confusión.
-Soy Harry.
Ah, demonios. Eso definitivamente me hace perder un par de puntos. Estoy segura de que debería haberlo recordado al menos por su tocayo mágico.
-Lo siento –repito-. Harry, por supuesto. Disculpa, mi cabeza está en las nubes. Ha sido un día demasiado largo.
Su expresión se relaja un poco y creo que no debería haber dicho eso. Confundir su nombre podría haber sido mi perfecta salida para esta situación, pero no... tenía que ir y disculparme, como si fuera una persona con perfectos modales.
Malditos modales, hacen que recupere al menos medio punto de los que acabo de perder.
-Te entiendo. Tu padre me comentó que tienes tu propia empresa. Algo relacionado a la informática. Debe consumir mucho de tu tiempo, supongo.
Me llevo una vez más la copa a mis labios mientras vuelvo a asentir y me muerdo la lengua para no dar una seria respuesta a sus palabras.
Algo relacionado a la informática.
Giro la vista hasta encontrar a mi padre, a varios pasos de distancia, rodeado de un grupo de empresarios que seguro podrían llegar a besar el piso sobre el que camina. Seguro nota mis ojos sobre él, porque no tarda en mirarme y en dedicarme una sonrisa... o algo parecido a una sonrisa.
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El Juego Termina Contigo [ GAME OVER #1 ]
RomanceMelly y Bradley viven en mundos completamente opuestos, ella con un teléfono siempre en la mano y él con la cabeza en la cocina y, como le gusta pensar, con los pies sobre la tierra. La gamer y el cocinero parecen no tener nada en común, sin embargo...