25 - Bradley

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No sé muy bien qué es lo que me hace abrir los ojos.

Dudo que sea la suave luz que entra a través de las cortinas de mi cuarto, o la luz aún más fuerte que entra desde la puerta abierta. Tampoco creo que sea el hecho de que la chica a mi lado se encargó de robarme todas las mantas, o la mano con la que se durmió encima de mi estómago y que ahí mismo sigue, porque si bien aparentemente no es de las que se acurrucan en la cama sí es de las que necesitan asegurarse que no la dejan sola en ella.

No. Es algo más. Algo que está a punto de dejar de importarme hasta que vuelve a suceder.

Hay alguien golpeando la puerta.

Observo el reloj que se encuentra en mi mesa de noche y noto que es casi el mediodía. No recuerdo la última vez que dormí hasta tan tarde. Me estiro para agarrar el celular que se encuentra a un lado y me sorprendo al encontrarlo apagado. Al parecer olvidé conectarlo y su batería murió por completo.

Me dejo caer una vez más sobre la almohada, casi esperando que quien sea que se encuentre en la puerta se haya olvidado lo que estaba haciendo, pero al siguiente segundo el timbre comienza a sonar.

Amelia suelta un quejido a mi lado, saca su mano de mi cuerpo y se da vuelta en la cama, terminando de sacarme por completo las sábanas.

Soltando el aire en algún intento de risa, salgo de la cama y encuentro los pantalones de mi pijama tirados contra la pared. Es lo único que puedo pensar en ponerme mientras aun intento despertarme de camino a la puerta. Entonces el timbre vuelve a sonar, y pensando en que no quiero que Amy se despierte abro la puerta sin siquiera fijarme antes quién se encuentra al otro lado.

Lamentablemente, no es Adele quien está tocando a mi puerta.

El rostro de mi madre se encuentra con el mío con una gran sonrisa a la que por primera vez en mi vida no puedo corresponder. Detrás de ella se encuentran Patrick, su esposo, y Emma, la hija de Patrick. Él observándome con una disculpa en los ojos mientras que su hija parece estar tratando de no percatarse de mi falta de ropa.

Por si fuera poco, detrás de todos ellos, Daniel me mira intentando contener sus risas, pero sin estar lográndolo demasiado bien. Su boca incluso dibuja un "lo siento" que no creo que ni él se crea demasiado.

Intentando aclarar mi garganta vuelvo la vista hacia la primera en la línea y dejo salir un suspiro.

-Hola, mamá.

Su ceño se frunce antes de recuperar la sonrisa y me da una ligera palmada en el hombro mientras me hace a un lado y entra a mi apartamento como si le perteneciera.

-Te estoy llamando desde hace horas, Bradley. Me preocupé porque no respondías, ya que siempre te despiertas temprano, incluso los domingos. ¿No te sientes bien, cariño? Como sea, llamaba para decirte que estábamos en camino, pero al no poder contactarte decidí llamarlo a Daniel. Nos dijo que seguramente estabas ocupado y le dije que ni hablar, nada de estar ocupado un domingo, Bradley Page. No descansas lo suficiente.

Para cuando finalmente deja de hablar ya todos se encuentran en mi sala de estar, por lo que no tengo más opción que cerrar la puerta. Daniel golpea mi espalda cuando vuelvo a llegar a su lado y me muestra una sonrisa.

-Me los acabo de encontrar aquí en la puerta –susurra en mi oído-. Quería encontrarlos antes de que llegáramos a esto, pero tu madre es rápida.

Asiento mientras veo cómo la susodicha se mueve hasta mi cocina, una vez más con el ceño fruncido, dejando sobre las mesadas unas bolsas a las que no les presté atención antes. Levanta el bowl con la preparación de la torta que jamás terminé de hacer esta madrugada y lo deja en el lavabo, seguramente preguntándose qué demonios me ocurrió para no haberlo lavado antes, dado que mi cabeza no me suele permitir dejar nada sucio en la cocina.

El Juego Termina Contigo [ GAME OVER #1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora