Me doy cuenta de que lo de anoche no fue simplemente nada cuando me despierto demasiado temprano el martes por la mañana y no soy capaz de seguir mi rutina diaria tal y como tengo por costumbre.
No es que sea una persona súper metódica, pero tampoco he encontrado buenas razones para cambiar el cómo hago las cosas ni bien me despierto, ya que termina siendo una forma efectiva y rápida de comenzar el día.
Apagar el despertador, levantarme, poner a hacer el café, darme una ducha, desayunar, chequear mi teléfono para asegurarme que nadie murió mientras dormía y luego ir al trabajo.
Nada se siente correcto cuando lo primero que hago hoy, después de abrir los ojos y apagar el despertador, es agarrar mi teléfono y ver mis nuevos mensajes: tengo demasiados, lo que tampoco se ajusta a mi rutina diaria.
Cuando anoche le dije buenas noches, justo después de decirle que no soy una persona que cambia fácilmente de parecer, lo supe. Supe que esta completa desconocida no se conformaría con mi "no" como respuesta y que no iba a ser la última vez que escuchara de ella.
Y, siendo honesto, aparentemente tampoco quería que ella se diera por vencida, sino no hubiera agarrado mi teléfono sólo un segundo después de abrir los ojos. Lo cual me convierte, quizás, en una persona medio patética, pero como no hay nadie aquí para observarlo no podría importarme menos.
Eso se verá más tarde, cuando me encuentre con mi mejor amigo y le cuente sobre esta situación, como si no fuera nada más que una anécdota, esperando que se ría y secretamente queriendo que me de algún consejo sobre qué es lo que debo hacer.
Más o menos eso fue lo que pensé anoche, justo antes de dormir, y es la razón por la que le mandé un mensaje a Daniel, preguntándole si podíamos vernos hoy. Me dijo que sí y de alguna forma se las arregló para que el encuentro fuera en mi casa y fuera yo quien cocinase, pero no es como que realmente me moleste hacerlo.
Volviendo al tema, tengo un total de siete mensajes que fueron enviados en algún momento de esta madrugada. El último de hace sólo unas tres horas.
Amelia: Ya cambiaste de opinión?
Amelia: Dicen que por la madrugada la gente está más propensa a decir que sí a todo.
Amelia: Aunque, claro, deberías estar despierto para eso.
Amelia: Demonios, creo que no pensé esto demasiado bien.
Amelia: Ya te despertaste?
Amelia: Sabes? Cuando dije que podía ser muy persuasiva me refería a que podía ser muy insistente y molesta. Muchas personas terminan diciéndome que sí sólo por cansancio.
Suelto una ligera risa al leer todo eso y voy hasta el último mensaje. Fue enviado con una hora de diferencia con respecto al anterior.
Amelia: ¿Por qué no quieres hacerlo, Bradley?
Mis ojos se centran en esas últimas palabras y me quedo observando la pantalla de mi celular hasta que me doy cuenta de que si no me levanto terminaré llegando tarde al trabajo.
Hago el teléfono a un lado y voy directo al baño a darme una ducha. Cuando salgo recuerdo que nunca puse a hacer el café, por lo que pierdo tiempo tan sólo en eso y decido que no es necesario un desayuno demasiado complejo esta mañana. Me conformo con unas tostadas, que por alguna estúpida razón se me terminan quemando, y cuando le doy un sorbo al café comprobando que está mucho más caliente de lo que a mí me gusta llego a la conclusión de que lo mejor es salir de mi apartamento antes de perder el metro de costumbre.
Minutos más tarde, cuando ya estoy sentado varios metros bajo tierra rumbo al trabajo, dejo que la pregunta de Amelia me invada por completo: ¿por qué no quiero hacerlo?
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El Juego Termina Contigo [ GAME OVER #1 ]
RomanceMelly y Bradley viven en mundos completamente opuestos, ella con un teléfono siempre en la mano y él con la cabeza en la cocina y, como le gusta pensar, con los pies sobre la tierra. La gamer y el cocinero parecen no tener nada en común, sin embargo...