Mi hermano Samuel me introdujo en el mundo de los videojuegos cuando tenía cinco años y probablemente es una de las cosas que mis padres más le han reprochado en la vida. Está justo después de haberse ido a vivir al otro lado del mundo, haberse casado con un hombre y haber adoptado a un niño haitiano de cinco años.
Etienne tiene ya ocho años y es el mejor sobrino que jamás podría haber imaginado. Nos conocimos oficialmente hace un año, cuando fui a visitar a mi hermano y a toda su familia en un intento de vacaciones que se terminó transformando en "la odisea de Melly recorriendo un país desconocido".
Pero de verdad, Etienne es lo más.
Si bien mi hermano abandonó todo el mundo de los videojuegos hace ya demasiados años –básicamente en cuanto vio que a mí me interesaban demasiado-, ni él ni su marido tuvieron ninguna clase de objeción en que yo introdujera a mi sobrino a este maravilloso mundo.
Siempre haciendo todo de forma extra segura.
Años atrás hacer esto estando en distintas partes del planeta habría sido imposible, pero hoy puedo jugar a lo que sea con mi sobrino y mantenerme al tanto de su vida como si estuviéramos en la misma habitación casi todos los días.
Es divertido.
Sam dice que probablemente de verlo todos los días no sería lo mismo, porque terminaría agotada al tener que comportarme como una verdadera adulta responsable. ¿Pero quién dice que tendría que comportarme como adulta responsable? Para algo están las tías divertidas.
Lo sé, mi respuesta debería ser que yo ya soy una adulta responsable. Después de todo sí pago mi propia comida, mi apartamento y no dependo de mis padres para subsistir. Pero no creo que ser independiente me convierta realmente en una adulta y mucho menos en alguien sumamente responsable.
Tengo veintitrés años; todavía hay tiempo para que me convierta en cualquiera de esas dos cosas.
Volviendo a lo importante: los videojuegos se convirtieron en mi pasión desde que tengo cinco años. Mi primer amor fueron las imágenes en sí y el hecho de que con cualquier combinación de botones se me permitía herir a mis adversarios. No es que fuera una niña violenta, pero en ese entonces ver la sangre, por alguna razón, me resultaba divertido.
Ni siquiera estoy negando el ser rara.
Con el paso de los años me fui interesando cada vez sobre el cómo hacían que esos juegos funcionaran, a medida que también crecía mi gusto por su complejidad. También dejaron de gustarme sólo los que trataban de violencia y me empecé a interesar por todos los que me contaran una buena historia.
Los videojuegos fueron más que nada los que me llevaron a obtener mi tecnicatura en programación y codificación, aunque nunca me vi tentada en crear uno por mi cuenta. La pasaba mejor jugándolos que cualquier otra cosa.
Mi primer canal en YouTube lo creé cuando tenía quince años. Llegué a subir sólo un video hablando del primer videojuego que había jugado en mi vida que tuvo un total de diez reproducciones: ocho de esas veces fue reproducido por mí, porque no entendía que mis "play" también contaban.
El canal tuvo sólo dos suscriptores: mi hermano y yo desde otro perfil.
Ni siquiera me molesté en intentar con un segundo video, simplemente abandoné la idea como si esa hubiera sido mi intención desde un principio.
Unos meses antes de cumplir los dieciocho conocí a Quinn a través de un juego RPG online. Las dos formábamos parte del mismo "aquelarre" –porque sí, era una historia sobre brujas- y de alguna forma logramos hacer "click".
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El Juego Termina Contigo [ GAME OVER #1 ]
RomanceMelly y Bradley viven en mundos completamente opuestos, ella con un teléfono siempre en la mano y él con la cabeza en la cocina y, como le gusta pensar, con los pies sobre la tierra. La gamer y el cocinero parecen no tener nada en común, sin embargo...