Maratón 2/3
2/3
Abrí la nevera buscando algo para cenar. Estaba vacía. Completamente vacía. Habia ido gastando los suministros que quedaban y no había tenido tiempo de ir al supermercado a comprar. Aunque no tuviera trabajo y eso me diera más tiempo libre que nunca, apenas había salido de casa en los últimos diez días. Había estado buscando trabajo y cuando encontré una buena oferta comencé a buscar un apartamento en las afueras de la ciudad. Me presenté hacía ya dos días, me llamaron el día después, el puesto era mío, mi corazonada había acertado. Empezaría el próximo mes. Poco después me había encontrado con que uno de los apartamentos que había sobre la tienda se alquilaba a un precio bastante asequible y había terminado decidiendo mudarme a él. Mañana comenzaría a llevar cajas.
No había olvidado los consejos de Abby. Me lo estaba tomando todo con calma, no había dejado de doler, pero podía seguir con ese dolor, hasta que desapareciera. Lloré al encontrar una de sus camisetas favoritas en el armario. y roto una de las fotos que había en la mesilla de noche, de ambos juntos, en un brote de ira. Pero ya no era como antes, ahora intentaba ser positivo y seguía nadando, aunque no podía evitar sentirme débil y vulnerable, cualquier cosa podría acabar conmigo, era un muro de cemento fresco.
Decidí premiarme y permitirme salir a cenar al chino al que solía ir antes de todo. Una recompensa por seguir vivo, por haber conseguido llegar vivo a los veintiocho años que cumplí hace tres días. Mi vida volvía a tomar rumbo de nuevo. Gracias a las palabras de una chica al otro lado de una línea.
No había podido sacarla de mi cabeza. Había pensado en llamarla para darle las gracias, después de todo, éramos amigos, ¿verdad? Pero había una parte de mí que me susurraba al oído que todo lo que había hecho fue para tenerme contento y no hiciera locuras. Por mucho que intentara evitar esa vocecita negativa e ignorarla, seguía ahí, pero al menos no era más que eso, una vocecita. Ahora había una calurosa esperanza, la más mínima opción de ser feliz.
Agarré las llaves del piso y me marché. El restaurante de comida china no estaba muy lejos, apenas a un par de calles, las suficientes como para poder pescar un resfriado si no llevabas paraguas, porque llovía a mares. Solo a mí se me ocurriría ir andando un día como ese, con tanta lluvia y las calles cubiertas de hielo. Pero necesitaba respirar aire fresco.
Mientras caminaba, ya a tan solo una calle del chino, unos aplausos me detuvieron. Miré a mi alrededor, no había nadie, y se había escuchado una ola de aplausos, hasta que caí en la cuenta de que provenían de dentro del restaurante que había junto a mí. Me acerqué a las enorme cristalera que tenía para ver qué ocurría.
Mi corazón se detuvo.
Todo el restaurante estaba mirando a la misma mesa. Natasha estaba sentada
y junto a ella, estaba Damon, mi antiguo mejor amigo. Él no estaba sentado, estaba de rodillas, delante de ella. ¿Que tiene en la mano? Parecía una pequeña cajita, intenté enfocar más la vista, no es una simple cajita, dentro reposa un anillo. Un nudo se cierra en torno a mi garganta, sin permitirme respirar y mi corazón se hace trizas. Lo veo, Natasha ha elevado la vista y me está mirando, parece que nadie más se ha dado cuenta de mi presencia, además de ella.
Lo veo en sus ojos y lo leo en sus labios, "Si quiero" acaba de decir. Damon acaba de pedirle matrimonio.
Vuelve a sonar una lluvia de aplausos, mientras tanto, yo salgo corriendo de la escena, sintiendo que si no corría mis piernas se negarían a sostenerme. En mi mente se repiten una y otra vez los últimos cinco segundos. Ella diciendo "Sí quiero". Ella aceptando casarse con Damon. Damon arrodillado.
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Elocuencia© IICompletaII
Romance"Facultad de hablar bien con fluidez, propiedad y de manera efectiva para convencer a quien escucha." Él solo tenía que seguir mi voz. Yo tenía que seguirle a él. Cada cuarenta segundos se suicida una persona en el mundo. Henry planeaba ser una...