Ya llevaba casi dos meses viviendo en el nuevo apartamento. Llevaba casi dos meses siendo el vecino de Abby. Todo parecía tan perfecto. Era casi perfecto.
Trabajaba por la tardes en la frutería, Abby solía pasarse por la tienda en mi turno siempre que no trabajara. Me hacía compañía y ayudaba un poco a su madre. Si no era ella siempre había algún Brown en la tienda, o la señora Caroline o Angus. Había hecho buenas migas con el muchacho y podíamos considerarnos amigos. No había vuelto a llamar al teléfono de la esperanza y tampoco había visto a Natasha o a Damon. Campanilla y yo nos habíamos unido más, cenábamos juntos siempre y cuando ella no tuviera turno nocturno en el teléfono.
A pesar de lo bien que iba todo, Fleur no había respondido a mi mensaje. Abby me había dicho que no le mandara más, que le diera tiempo y eso era lo que estaba haciendo, ¿pero cuanto tiempo necesitaba? Comenzaba a desesperarme y no podía dejar de esperar una respuesta que no obtenía. Aunque Abby no dejara de animarme, pero era inevitable que mis demonios me hicieran pensar en negativo, lo intentaba disimular cuando estaba con ella pero me consumía y no podía aguantar la máscara más de un par de horas. No sí de quién me ocultaba era ella. Ella me repetía una y mil veces que no disimulara, tampoco tenía demasiado sentido hacerlo, ya conocía mi situación.
—¿Henry? —me dijo Angus sentado en un taburete mirándome mientras barría la tienda. El chico solía venir (aunque él no trabajara en la tienda) cuando se aburría.
—¿Qué pasa, Gus? —El único sobrenombre que toleraba por el que le llamaran era Gus. Excepto a su hermana, que le llamaba Gussy y por mucho que hubiera peleado porque le dejara de llamar así ya era una batalla perdida y él lo sabía.
—Vamos a tener una comida familiar este sábado, mi madre me dijo que te preguntara si querías venir —explicó. ¿Yo en una comida familiar de los Brown? No formaba parte de esa familia, solo nos conocíamos de unos meses.
—No sé, Angus. Las comidas familiares son algo familiar como el propio nombre indica.
Me giré para seguir apilando fruta.
—Siempre viene algún amigo de la familia, no te preocupes.
—Nos conocemos de hace apenas unos meses —refuté.
—¿Y qué problema hay con eso? A mi madre le caes bien y a Abby y a mí también.
—No me convence —dije haciendo un mueca. No me parecía muy buena idea.
—Te lo pasarás bien y será divertido. Nadie va a morderte ni nada por el estilo. Si no te convenzo yo, sabes que lo hará Abby.
Señaló hacia la puerta por donde entraba Campanilla. Sus ojos seguían siendo igual de hipnotizantes con un azul de una tonalidad que parecía existir sólo en sus iris. Perfectos. Entró sonriente, enseñando sus dientes blancos. Nuestra miradas se cruzaron de forma automática, azul y caramelo. Quién diría que esos colores fueran compatibles. Nos saludó con la mano y se sentó sobre el mostrador. Ya había descubierto que tenía esa manía de sentarse sobre el mueble cuando no había clientes en la frutería.
—Hola, chicos, ¿de qué hablabais?
—Intento convencer a Henry de que venga a la comida de mañana —se chivó Angus.
—Podemos atarlo de pies y manos y meterlo en la furgoneta del tío Charlie —propuso. Ese tipo de comentarios se habían vuelto algo común en ella.
—No es mala idea, seguro que no pone mucha resistencia —la acompañó el otro hermano. Ambos me miraron—. Pero creo que tú puedes convencerle, Abs.
—¿Y qué hay del plan de la furgoneta? —dijo Abby poniendo cara de cachorro regañado. Me reí, esa chica estaba como una cabra.
—Ríete pero es capaz de hacerlo si te niegas y yo no voy a impedírselo —avisó Gus. Le miré con cara de incredulidad.
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Elocuencia© IICompletaII
Romance"Facultad de hablar bien con fluidez, propiedad y de manera efectiva para convencer a quien escucha." Él solo tenía que seguir mi voz. Yo tenía que seguirle a él. Cada cuarenta segundos se suicida una persona en el mundo. Henry planeaba ser una...