MARATÓN FINAL 4/4
11 años después...
—¿Henry, tienes tú mi agenda? —pregunté levantando los cojines, buscando detrás de ellos por tercera vez, ¿dónde la había dejado? Llevaba un buen rato buscando y parecía haber desaparecido.
—¡No! —gritó desde la habitación. Iba a terminar tirándome de los pelos. Me giré suspirando desesperada, y ahí la vi. Mi agenda.
—¡Henry! —dije acercándome a todo prisa a la encimera de la cocina. Mi marido apareció detrás de mí.
—Ya te he dicho que yo no la tengo, campanilla —explicó.
—¡No te lo decía a ti! Mira lo que ha hecho tu hijo —señalé el cuaderno. El pequeño de la casa había dibujado sobre la página de mi planificación de hoy.
—También es hijo tuyo, Abs. Es un pequeño artista, como su tía. —Ambos Henry sonrieron. Mi marido, al ver el inocente dibujo que había hecho el niño con su mismo nombre. Mi hijo, al ver su dibujo coloreado. Agarró la agenda con la manita y nos lo mostró.
—Mira, somos nosotros tres. Mamá, papá y yo, en el parque con la Señorita Miau.
—Claramente, había tres muñecos de palo sonrientes, representando a cada uno de nosotros y un gato de dimensiones estratosféricas al lado. Si, claramente pasar tanto tiempo con su tía había hecho que sacara esa faceta de pintor.
—Muy bonito, cariño —le alabó su padre. No podía enfadarme con él si ponía esa carita de felicidad.
—Henry, si quieres pintar coge un papel del cajón, a partir de hoy no se puede dibujar en la agenda de mamá, ¿vale?
Asintió con la cabeza. En su habitación tenía un cajón lleno de papeles y pinturas, Flue se había asegurado de ello, no había necesidad de utilizar mi agenda.
—Es que siempre miras tu agenda, así siempre verás mi dibujo —explicó, como si ese argumento fuera la absoluta verdad y no se pudiera refutar.
—¿Sabes? Tienes toda la razón, ahora mamá llevará tu dibujo a todas partes —el Henry más adulto le dio la razón a su clon de ojos azules. Miré la hora en el reloj. Llegaba tarde a abrir la consulta.
—¿Me das la agenda, peque? —Mi hijo me devolvió el cuaderno— Me tengo que ir ya, voy tarde —le dije a mi marido. Le revolví el pelo al niño a modo de despedida y besé a el Henry de ojos caramelo.
—Bajo en cuanto Mark llegue, campanilla —avisó.
Ahora solíamos utilizar a mí mejor amigo de niñera. Venía los sábados por la mañana, mientras nosotros estábamos en la consulta un par de horas, esos días eran de terapia de grupo. Venía a nuestro piso, o llevábamos a Henry al suyo y jugaba un rato con Nessie, la hija de Mark y Cam. Excepto los domingos, mi hijo iba al parvulario mientras nosotros trabajábamos, cuando salía pasábamos toda la tarde con él, menos cuando tenía una consulta de emergencia.
—¡Hoy tengo terapia con el nuevo grupo! —grité dejando a Henry y mini Henry en la cocina.
—¡Lo harás genial! —gritó mi marido justo antes de que cerrara la puerta.
Era una vida agradable. Tranquila. Tenía a la persona que amaba a mi lado cada mañana al despertarme. Y un niño cincuenta por ciento yo y cincuenta por ciento él. Le habíamos llamado Henry al ver que había heredado las llamativas pecas de su padre, además de su pelo anaranjado. Tenía mis ojos azules y los rizos de ambos. Una criatura adorable. Aunque fuera un pequeño terremoto, le llamaban la atención las guitarras de su padre, y ya les había roto varias cuerdas investigándolas.
Nos habíamos mudado después de casarnos. La casa estaba cerca de la de Cam y Mark, y teníamos el colegio a apenas un par de manzanas. Mi mejor amigo y su pareja habían adoptado a una niña. Una pequeña de pelo negro y ojos verdes. Aún más terremoto que mi hijo. No había momento del día en el que no pudieras verla manchándose con algo, saltando en charcos o corriendo bajo la lluvia cuando llovía. Y su compañero para todas esas cosas era Henry. Juntarlos podía resultar ser un terremoto de grado ocho
Cogí el coche y marché hacia la consulta. Entré, no coloqué el cartel de abierto, siempre llegaba media hora antes de abrir para poder asegurarme de que todo estuviera bien. Un rato después Henry abrió con su juego de llaves.
—Ya ha llegado tu recepcionista favorito —dijo sonriendo. Apenas habían pasado quince minutos desde la última vez que nos vimos—. Es posible que no reconozcamos nuestra casa cuando lleguemos, cariño, Mark les ha dado acuarelas a Nessie y a nuestro hijo.
—Es probable que tampoco reconozcamos a Mark, ¿a quién se le ocurre darle acuarelas a esos dos?
—Al menos no estamos allí para verlo —me abrazó por detrás dándome un beso en la coronilla.
—¿Que tal? —pregunté. Esa media hora antes de abrir solía ser el momento más tranquilo del día. Lo aprovechábamos al completo para hablar de nosotros.
—Mejor que nunca, tengo a mis dos personas favoritas conmigo cada día —respondió— ¿Y tú?
—¿Sería copiarme si digo lo mismo que tú? —busqué en mi escritorio dentro de la sala en la que atendía a las personas. No encontraba la copia de mi programa de hoy.
—Si, te toca ser original, ¿qué estás buscando? —preguntó mientras descorría las cortinas.
—El programa de hoy —respondí.
Salió un segundo a la sala de recepción y volvió con papeles en la mano sonriendo victorioso.
—Lo encontré —agitó los papeles delante de mi rostro, se los quité comenzando a leerlos. Levanté la vista de las hojas, Henry seguía delante de mí.
—Qué haría sin ti, ¿ya sabes que eres mi recepcionista, ayudante y marido favorito? —le di un pequeño beso en los labios.
—Yo también te quiero. Suerte con el nuevo grupo, lo harás genial. Encantas a la gente.
—¿Has colocado el cartel de abierto?
—¡Si, sargenta! —Hizo el saludo militar y se marchó. A veces actuaba como su hijo. Un rato después las personas comenzaron a llegar a la hora acordada. Se sentaban en una de las sillas del corro o cogian algo de comer. En la mayoría de terapias grupales ponía una mesa con bebidas y comida. Solían ser por la mañana y la gente aprovechaba para comer algo mientras esperábamos a que estuviéramos todos. Cuando todas las sillas estuvieron ocupadas comencé a hablar.
—Hola, chicos, bienvenidos al grupo de la esperanza. Me llamo Abby.
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¡Esto ha sido todo! Os debo unas grandes disculpas por dejar la historia tan abandonada, ¡pero ya está completa! Espero que la hayáis disfrutado tanto como yo escribiéndola. Recordad que podéis ir a echarle un vistazo a mi otra historia en mi perfil "Sonrisas y lágrimas".
Nos leemos ♥♥♥
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Elocuencia© IICompletaII
Storie d'amore"Facultad de hablar bien con fluidez, propiedad y de manera efectiva para convencer a quien escucha." Él solo tenía que seguir mi voz. Yo tenía que seguirle a él. Cada cuarenta segundos se suicida una persona en el mundo. Henry planeaba ser una...