Al día siguiente me desperté escuchando mi tono de llamada. Estiré el brazo como si fuera un zombie sin abrir los ojos y palpando la mesilla de noche buscando el dichoso teléfono. Descolgué la llamada sin molestarme en comprobar de quién era.
—¿Henry? ¿Eres tú? ¿Puedes venir a buscarme al aeropuerto? —La voz se me hacía familiar, pero no lograba caer en quién era.
—¿Eh? —Fue toda mi respuesta, ¿qué había dicho?
—Soy yo, Fleur, ¿puedes hacer el favor de venir a buscarme al aeropuerto? Estoy en tu ciudad y no tengo la menor idea de como llegar a tu apartamento
Mil alarmas se encendieron en mi cabeza. Fleur...
—¿Fleur? ¿Fleur Miller de veintiocho años?
—La misma, ¿vas a venir o qué?
Fleur estaba en la ciudad. En mi ciudad. Iba a venir a mi apartamento. Fue suficiente para despertarme completamente, podía recuperarla, después de años. Me levanté como un resorte de la cama y busqué mi ropa en la oscuridad de la habitación, mientras sostenía el móvil entre la cabeza y el hombro.
—Estaré allí en media hora.
Quince minutos si conducía al estilo de Abby, cosa que estaba dispuesto a hacer, porque joder, era ella.
—Vale, gracias, primito.
—¿Fleur? —pregunté.
—¿Qué?
—No sabes cuanto me alegra que hayas venido.
—Yo también me alegro, tenemos mucho de qué hablar —la última palabra que dijo me dejó congelado en mi sitio por unos instantes—, Puchi.
Era un sentimiento inefable, un pedazo de mi vida antes de Natasha había vuelto a mí. La pregunta era, ¿sería capaz de no perderlo? ¿Hasta qué punto habían cambiado las cosas entre nosotros? Quizás ya no quedara nada de la chica que dejé atrás.
Me vestí a toda prisa y salí corriendo a coger mi coche. No sabía qué pensar, me sentía como si estuviera flotando. Iba a ver a Fleur después de diez años, pero no sabía con quién iba a encontrarme en el aeropuerto, había cosas en ella que aún no habían cambiado, como que estaba lo suficientemente loca como para presentarse aquí, sin avisar, y llamarme por la mañana para que vaya a recogerla. Sí, esa era del tipo de cosas que podrías esperar de Fleur. Supongo que hay cosas que no cambian y que no cambiarán, pero había cientas que sí.
Aparqué en una zona de carga y descarga frente al aeropuerto. Ahí estaba ella, junto a la puerta. Había cambiado tanto. Era más alta, probablemente más que yo, al final había heredado la altura de su madre. Ahora tenía el pelo por los hombros, cuando éramos jóvenes decía que odiaba el pelo así de corto, siempre lo había llevado largo, pero seguía siendo mi prima. Su pelo liso seguía siendo de un naranja intenso y sus ojos oscuros casi negros. Verla así, reconocer en su mirada a la chica que abandoné hacía diez años fue mi buen augurio. Toqué la bocina para que me viera, vino corriendo, abrió ella misma el maletero, sin darme tiempo a ir a ayudarla y metió dentro su maleta. Luego volvió y se sentó junto a mí en el asiento de copiloto. Realmente no se sentó, se lanzó al asiento y estiró el cuerpo hasta llegar a abrazarme.
—Te he echado de menos, Puchi. —Le devolví el abrazo con intensidad. La había echado en falta, volvía a tener entre mis brazos a alguien que ya había dado por perdido— No llores, venga. Sé que tú también me has echado de menos.
Me había puesto a llorar como un niño pequeño. No podía creer que la tuviera de vuelta y siempre había sido alguien de lágrima fácil.
—Lo siento, pero no puedo creerlo —expliqué al separarnos, secándome las lágrimas, aunque fueran reemplazadas rápidamente por otras.
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Elocuencia© IICompletaII
Romance"Facultad de hablar bien con fluidez, propiedad y de manera efectiva para convencer a quien escucha." Él solo tenía que seguir mi voz. Yo tenía que seguirle a él. Cada cuarenta segundos se suicida una persona en el mundo. Henry planeaba ser una...