Capítulo 7 || Henry

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Este es el final del maratón, espero que os haya gustado.

Maratón 3/3

Abby estaba cerca, tan cerca que podía sentir su presencia. Su voz era aún más perfecta en persona que por teléfono. Cerré los ojos. No quería verla.

—Estoy aquí —dije. Mi voz sonaba rasposa y tenía la garganta seca. Pero ya no estaba ardiendo. Aunque las punzadas en mi brazo derecho seguían una y otra vez. Estaba calado hasta los huesos y temblaba, aunque no la quería ver, si la deseaba cerca.

Aplausos. La imagen seguía repitiéndose una y otra vez en un bucle infinito que no era capaz de controlar. Pero ya no había nada en mi estómago que pudiera vomitar, me había dejado un sabor de boca repulsivo.

Escuché sus pasos haciendo eco al entrar en el callejón. No me giré a observarla. No quería verla. Deseaba que las cosas siguieran igual que siempre entre nosotros. Se sentó a mi lado en el suelo mojado. Estaba completamente seguro de que no éramos más que siluetas en aquel callejón.

—Hola, Henry, ¿estás mejor?

—¿Puedes cerrar los ojos, por favor? —le pedí.

—¿Tu también los cerrarás? —me preguntó. Solo preguntó eso, de las cientas de preguntas que había imaginado, esa era la única que jamás pensaría que haría, pero era la única con una respuesta sencilla e indolora.

—Sí, yo también lo haré.

—Se que esto puede ser incómodo, Henry y lo siento, pero realmente me he asustado y sabes que parte de mi trabajo es mantener la calma, tenía miedo. Quizás te parezca una estupidez que haya venido, de todos modos, creo estar haciendo lo mejor para ambos. Seré realista, no quiero que esto sea el caso Stella.

—¿Haces esto con todas tus llamadas?

—No, pero si lo hago con mis amigos. Hace tiempo que dejaste de ser una simple llamada, Henry. Somos amigos, ¿Recuerdas?

Con los ojos cerrados busqué su mano a tientas. Me había invadido la necesidad de saber si su piel sería tal y como la había imaginado. Rocé con algo caliente. Distinguía la silueta de su mano, aunque tuviera los ojos cerrados. Sin darme un segundo para pensar la tomé, se mi hubiera parado más tiempo a sopesar la idea no lo habría hecho.

Suave y pequeña parecía frágil como el cristal a la par que dura como el diamante. Simplemente perfecta. No tenía nada que ver con lo que había imaginado, era algo mucho más magnífico a lo que mi tosca imaginación no había logrado ni asemejarse. Ella también agarró mi mano, ¿estaría Abby pensando lo mismo que yo? Ninguno apartó su mano. Ninguno se movió. La unión de nuestras manos era lo correcto.

—Imagina que es una llamada. Lo que estamos haciendo es básicamente lo mismo. No nos vemos, solo hablamos, la única diferencia es que ninguno de los dos puede desaparecer.

—Supongo que tienes razón, como siempre en todo.

—No tengo razón siempre en todo, me equivoco bastante a menudo.

—¿Algún ejemplo?

—Con mi mejor amigo, Mark, en una ocasión cogió un llamada tuya, ¿recuerdas?

Retorcí un poco mi masacrada memoria en busca de ese recuerdo.

—Si, me suena el nombre.

—Es bastante gracioso. Cuando teníamos casi diecisiete años empezó a comportarse extraño. No sé cómo llegué a la conclusión de que estaba enamorado de mí. Yo le fui de frente y le pregunté si se gustaba de mí. Para tu información, no, no se gustaba de mí. Le gustan los chicos y estaba pensando cómo presentarme a su primer novio.

Elocuencia© IICompletaIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora