Capítulo 8 || Abby

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Tenía los ojos caramelo.

Y pecas. Muchas pecas. Muchísimas.

Su imagen se había quedado grabada en mi memoria. Lo veía al cerrar los ojos y no era algo que me desagradara del todo. Era mucho más magnífico que cualquier rostro que yo hubiera podido imaginar para su nombre. Ese era el Henry real, él era la voz tras la llamada. Algo a lo que no me había costado nada acostumbrarme. Sentía una sensación indescriptible, quería volver a verle. Algo me atraía a él.

Había tenido que marcharme rápidamente. Ya eran casi medianoche y aunque no fuera cenicienta mi hermano me había llamado repentinamente. Se había caído por las escaleras y estaba solo en casa, mi madre había ido a visitar a mi tía que vivía en otra ciudad, solía ir de vez en cuando y pasaba allí un par de días, ya que mi tía estaba bastante sola. Y Angus había tenido que caerse.

Tuve que salir corriendo cuando recibí su llamada y marcharme dejando allí a Henry, que ya estaba mejor y volvería a su casa. Aunque seguía en la oscuridad

Al llegar a casa me encontré con mi hermano sentado junto a la escalera agarrándose el tobillo.

—¿Qué narices ha pasado, Gussy? —dije nada más entrar acercándome a él.

—Ya te lo he dicho, me he caído por las escaleras y me duele tobillo.

—Anda, venga.

Le extendí mi mano para ayudarle a levantarse. Se apoyó en la pared sin colocar en el suelo el pie derecho.

—¿No puedes apoyar el pie? —negó con la cabeza— Vale, pues nos vamos al hospital, hermanito. No me gusta la pinta que tiene eso.

Pasó uno de sus brazos por mis hombros y salimos de casa. Por suerte para Angus me habían devuelto el coche del taller antes de que Mark se marchara. Ayudé a Gussy a sentarse en el asiento del copiloto y yo me dispuse a conducir.

—¿Qué estabas haciendo para caerte?

—¿Me creerías si te digo que me he tropezado con mi propio pie?

—Viniendo de ti, sí. Y no es la primera vez que te pasa. Espero que no sea nada grave, aunque tampoco tienes mucha cara de dolor.

—No sabes el grito que he pegado cuando me he caído. Se han puesto a ladrar hasta los perros del vecino. Creo que me he torcido el tobillo.

—Recemos porque no tengas razón.

Busqué un hueco en el parking para aparcar. Luego ayudé a Angus a salir y entramos al edificio. Hablé con la recepcionista para avisarle de la situación. Las sala estaba bastante llena. Nos hicieron rellenar un formulario que luego le entregué.

Estábamos sentados en unas de esas sillas de plástico incómodas. Hasta que lo vi. Un muchacho de pelo rizado y ojos caramelo acababa de entrar en la consulta.

Henry.

¿Qué hacía ahí? Parecía que esa noche no íbamos a estar muy lejos el uno del otro.

—¿Podrás sobrevivir sin mí unos segundos, Gus? —le pregunté. Quería ir a hablar con él pecoso.

—No te habría siquiera llamado si tuviera carnet de conducir, Abby.

—Sigue soñando, no puedes conducir con un tobillo torcido.

—Adiós, Abs.

Se despidió echándome y haciéndome gestos con las manos para que me fuera. Me acerqué a Henry, que permanecía junto al mostrador rellenando el formulario que te daban. Me acerqué a él por la espalda y coloqué mi mano en su hombro para que supiera de mi presencia.

Elocuencia© IICompletaIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora