Acababa de separarme de Abby. Todo había resultado una noche interesante, sin llamadas de por medio, sin cortes, solo ella, yo y unas hamburguesas. Agradable. Era algo que no sentía durante tanto tiempo desde hacía semanas. Aunque fue un sentimiento efímero, que se desvaneció en el momento en el que intenté dormir. Algo completamente imposible, no dejaba de mirar el teléfono cada tres minutos esperando ver un mensaje suyo. No recibí nada.
Me di por vencido a las dos de la noche. Me puse la ropa más cómoda que encontré y mis viejas deportivas. Quizás si daba una vuelta consiguiera dormir lo poco que quedaba de noche. Al salir me saludó la tranquilidad de la noche, comencé a caminar alejándome de la ciudad, no era algo demasiado complicado, de por sí vivía en las afueras.
Llegué a un camino poco iluminado, estaba lo suficientemente alejado como para poder ver las estrellas casi perfectamente, me senté en el primer banco que encontré y contemplé el firmamento. En realidad mi cabeza era como un enorme motor, no podía dejar de pensar en todo. Y todas mis preguntas acababan con las cuatro mismas letras.
A-b-b-y.
Los pensamientos se oscurecían, brillaban y volvían a apagarse. Probablemente no volviera a hablar jamás con Fleur, ella había hecho tanto porque volviera y yo había sido ciego, no me había importado destrozarla. Me marché sin remordimientos, merecía que ahora todo eso volviera a mí. Tampoco había sido capaz de sacarme de la cabeza a Dothy, la única rubia de la familia, tenía solo nueve años cuando los dejé Seguramente jamás recuperaría todo aquello que había tirado a la basura como si careciera de valor.
—Que te pongan los cuernos es una putada, ¿sabes? —giré mi cabeza de golpe, ¿cuándo se había sentado alguien junto a mí? Ni siquiera me había dado cuenta. La desconocida continuó hablando, como si no le importara que yo estuviera, parecía que ni siquiera me lo decía a mí— Digo, tiras todo tu tiempo a la basura por alguien que al final no valía nada, que termina tratándote como si fueras tú el que no vale nada. Y te hace creer que eso es cierto. Luego te deprimes y dejas de creer en el amor. Hasta que conoces a un Sam y te jode todo el plan de morir solo y sin sufrimiento.
Contra todo pronóstico, la comprendí perfectamente.
—Estoy completamente de acuerdo —respondí. ¿Había hecho bien en responder? Seguramente estaba hablando sola.
—¿Tú también estás enamorada de Sam? Porque si ese fuera el caso no podríamos ser amigas.
Pude confirmar que estaba completamente borracha, me sorprendía la tranquilidad con la que hablaba, cualquier habría dicho que no lo estaba si no fuera por el olor a alcohol.
—A mí me gustaba una chica.
No importaba lo que le contara, seguramente al día siguiente no recordaría nada y si lo recordaba, era una desconocida, no importaba.
—Entonces si podemos ser amigas, ¿a ti también te han puesto los cuernos?
—Sí, me novia del instituto.
—¡Los amores de instituto no cuentan, en esas relaciones de mierda son novios por darse la mano!
—Llevábamos diez años, no era ninguna tontería, iba a pedirle que se casara conmigo —me defendí. No iba a permitir que hablaran así de ello, sin importar como hubiera acabado.
—Ups. Perdón. ¿Cuántas veces fuiste un torito, nuevo amigo? Yo tres, o al menos eso creo, la primera con un chica de su trabajo, la muy idiota se lo estaba contando a unas amigas suyas al lado mío. Le perdoné, llevábamos saliendo tres malditos años, no quería tirarlo todo por la borda. Luego volvió a ocurrir, con... ¿con quién fue? Cle... ¿Dle?...¿Cómo se llamaba? Clo... ¡Cloe! ¡Se llamaba Cloe! Esa vez le dejé, me fui a vivir a casa de mi amiga, no duró más de un mes, cuando Darcy se fue a hacer la compra y yo me quedé sola en casa, él apareció diciéndome lo mucho que me quería. Me derritió el corazón y volvimos. Casi pierdo a mi mejor amiga por eso. Después me puso los cuernos con su mejor amiga "lesbiana" no se lo pasé, me terminé yendo de nuevo con Darcy, y ella no me dejó volver con él hasta que volví a pensar de forma racional. Casi pierdo a mi mejor amiga por el camino, pero estoy perfectamente. Nuevo piso, nueva vida, ¡incluso me he puesto brackets! Nueva dentadura también.
—Yo he perdido a mi familia por culpa de algo que al final no lo valía —murmuré.
—¡¿HAS PERDIDO A TU FAMILIA POR UNA TÍA?! ¿ACASO ERES GILIPOLLAS? —gritó de pronto. Parecía haberse enfadado.
—Tu lo has dicho.
Hablé triste, con la voz apagada, la pequeña borracha se tranquilizo, pasándose las manos por el pelo.
—Amigo, recupéralos, y recupéralos ya, no pierdas algo así. Porque si lo has perdido, significa que al menos los tuviste. Mi familia es Darcy, y casi la pierdo, esas cosas terminan por matarte, recupera a los de tu misma sangre, algunos no tenemos la suerte de llegar a conocerlos.
—Ya estoy intentándolo.
Pero la realidad era, ¿hasta qué punto lo estaba intentando? ¿Lo hacía con la suficiente fuerza?
—Pues inténtalo con más fuerza.
—Los mismo digo, suerte con el chico del que estás enamorada.
La mención de ese nombre hizo que reaccionara, de un brinco se levantó, parecía que echaría a correr en cualquier momento.
—¡Tienes razón, das buenos consejos, amigui! Me voy a molestar a Sam un rato, estoy borracha y se me va más la lengua cuando llevo unas copas de más. ¡Adiós, nuevo amigo, y suerte en la vida!
Salió corriendo, dando brincos, el alcohol hacía efecto y en ocasiones parecía apunto de perder el equilibrio. Se marchó antes de que pudiera preguntar su nombre o tan siquiera despedirme.
Era una amiga de una noche. Fugaz, ya había cumplido su cometido conmigo y yo con ella. Ahora aquella chica iría a tocar la puerta del chico del que está enamorada, y se formaría una nueva historia de amor para el arco de Cupido. Otro final feliz.
¿Y qué hay de mí? Dónde estaba mi final feliz. Observé mi móvil, lo sostuve entre mis manos, podía hacer tantas cosas en ese momento. ¿Pero cuál de ellas era la que quería? Podía simplemente silenciarlo y olvidarlo todo, permitirme vivir. O volver al bucle, mirar otra vez el móvil y continuar así toda la noche.
Silencié el móvil, solamente sonaría si eran llamadas importantes. No volvería a mirarlo durante aquella noche. Me levanté del banco y comencé a caminar de vuelta a casa, era hora de dormir. Lo merecía.
Aquella noche soñé lo que mi cabeza no había dejado de repetir en los últimos días. Cuando me marche de casa...
"¿Por qué haces las maletas, puchi?" "¿A dónde vas?" "¿No volverás a hablarme?"
Lágrimas, sollozos y llanto.
"¿Ya no soy tu mejor amiga?" "¿No me quieres?" "¿Me odias, Henry?"
Portazos, ella siguiéndome, yo arrastrando mi maleta hacia la puerta, mi madre llorando, mi padre conteniendo las lágrimas. Un último portazo. Un grito.
"¡Para mí siempre serás Puchi, no lo olvides!"
El coche de Natasha esperando frente a la casa. Me subí a él. Antes de que pudiera arrancar, la voz de Fleur nos interrumpió por última vez.
"¡Ódiame, no vuelvas a hablarme si quieres, pero no te vayas. Te quiero, Puchi, tus padres te quieren. No te marches de esta forma. Por favor!"
No dudaba, ni siquiera me detenía a pensarlo. Simplemente actuaba, completamente ciego. Cegado por un amor hecho de polvo. Inexistente.
"Te odio"
El coche arrancó, yo la abandoné.
Al despertar deseé con todas mis fuerzas que aquello solamente hubiera sido una pesadilla, pero no lo era y jamás lo sería. Debía aprender a vivir con ello. No podía cambiar el pasado.****************
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Elocuencia© IICompletaII
Romance"Facultad de hablar bien con fluidez, propiedad y de manera efectiva para convencer a quien escucha." Él solo tenía que seguir mi voz. Yo tenía que seguirle a él. Cada cuarenta segundos se suicida una persona en el mundo. Henry planeaba ser una...