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―¿Se puede saber ―gritó Ryan sin dejar de conducir― qué demonios os ha llevado a venir aquí en plena noche?

Hubo un silencio repentino, ahogado sólo por los gruñidos de Connor, que se tocaba la ceja ensangrentada y se miraba los dedos con una mueca. Además de mi respiración agitada, por supuesto. Seguía en la misma posición en la que había caído en el asiento, encima de Logan. Tenía sus vaqueros agarrados con fuerza entre los dedos y ni siquiera me acordaba.

―¿Sabéis qué? No quiero saberlo ―finalizó Ryan―. Estáis locos.

Otra vez silencio. Fuimos alejándonos de la zona sin abrir la boca, y poco a poco fui incorporándome en el asiento. Logan me miraba sin decir nada, creo que ni siquiera se preguntaba qué tenía que decir. Sólo me miraba. Y eso me molestaba.

Si algo no me gustaba de él era un momento como ese. Cuando me miraba como si fuera una niña pequeña, me sentía como tal. Una cría que había hecho algo mal. Me molestaba que pudiera hacerme sentí así sin abrir la boca.

Pero había algo más. Lo notaba enfadado, sí, pero pronto me di cuenta de que iba más allá que el cabreo normal. No, se había enfadado de verdad.

Y tiene motivos.

―Logan...

―Ahórratelo.

Suspiré. No quería dejarlo así.

―Pero...

―Déjalo ―me dijo, sin mirarme―. Ya hablaremos.

Pasé lo que quedaba de camino acurrucada contra la puerta, con las rodillas en el pecho y la frente en la fría ventanilla. Casi me daban ganas de abrir la ventanilla, sólo para volver a la realidad. El arma apuntándome seguía rondando en mi mente. Si Logan no hubiera llegado...

Apenas me había dado cuenta cuando llegamos a casa. A la nuestra. Connor y Ryan entraron en el edificio con nosotros y nos metimos en casa de Logan. Mis movimientos eran casi mecánicos, seguía sin poder creerme lo que había pasado. Lo cerca que había estado.

―¿...sabes?

Levanté la cabeza. Connor me estaba hablando.

―¿Qué?

―Que si sabes dónde está el algodón y demás.

Miré su ceja unos segundos. No sabía qué le había pasado, pero le habían dado un buen golpe. Parpadeé, volviendo a la realidad.

―Sí, claro.

Ni siquiera era consciente de por qué sabía dónde estaba, pero rebusqué en el armario del cuarto de baño y lo encontré rápidamente. Connor estaba sentado encima de la tapa del váter con un trozo de papel higiénico completamente rojo en la ceja. Intenté no poner cara de preocupación, porque eso podía afectar a su propia preocupación.

―No es tanto ―dijo, encogiéndose de hombros―. Un golpe en la ceja hace que sangres mucho.

―Ya.

―¿No tienes curiosidad por saber cómo me lo he hecho?

Ni lo miré mientras empapaba el algodón en mis manos.

―Te echaré una mano ―le dije, ignorando lo que había dicho.

Sin agacharme, le puse el algodón encima de la ceja. Sólo quería hacer algo que me distrajese, y Logan y Ryan habían estado hablando entre ellos y fingiendo que no estábamos desde que habíamos llegado.

Connor puso una mueca, pero después volvió a sonreír.

―Acerté el edificio a la primera ―parecía orgulloso de sí mismo―. Quise venir a avisarte, pero quería hacer algo, y me pillaron antes de que terminara.

PromisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora