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Sophia y Connor estaban sentados en mi cama, mirándome mientras les contaba todo lo que había sucedido con Ethan.

―Tienes que estar de coña ―soltó Sophia, enfadada―. ¿Cómo puedes confiar en él después de todo lo que te ha hecho? ¿Te has vuelto loca?

―¡No confío en él! ―fruncí el ceño―. Es la mejor manera de acercarme a él sin que se dé cuenta de mis intenciones.

―Eso es una tontería ―Sophia negó con la cabeza―. Conseguirás que te maten.

―Nadie me va a matar.

―¡No puedes confiar en alguien que te puso una pistola en la cabeza! ¿Qué demonios te pasa? ―me soltó, sin poder comprender.

―Pues a mí no me parece tan disparatado ―comentó Connor, jugando con un peluche que tenía sobre mi cama―. Quiero decir... es un poco kamikaze, pero es lo mejor que tenemos.

―Gracias ―agité la mano.

―Muy bien, tú dale ánimos, es lo que le faltaba para volverse aún más loca ―Sophia negó con la cabeza.

―No estoy loca, estoy intentando conseguir algo...

―¿Que un psicópata te mate, por ejemplo?

―Sophia...

―Mira, Mia, sigue con esto, muy bien ―levantó las manos―. Yo no voy a apoyarte, lo siento.

―Pero, Sophia... ―murmuré.

Nunca la había visto tan enfadada.

―¡No, ni Sophia ni nada! ¡No pienso seguirte en esto! Te quiero mucho, Mia, pero no voy a quedarme viendo cómo te conduces tú solita a una muerte segura.

La miré con ojos tristones, pero ella me ignoró completamente, colgándose el bolso del hombro y yéndose sin decir una palabra más.

―¿Qué ha pasado? ―preguntó Connor, confundido.

―No lo sé... nunca la había visto tan alterada.

Nos quedamos los dos un rato en silencio, cada uno pensando en sus cosas. Al final, me senté junto a él en la cama. No dejaba de mirarme las manos. Había una pregunta que me rondaba la cabeza desde hacía varios días, y necesitaba formularla. Lo miré de reojo.

―¿Puedo preguntarte algo?

―Soy todo oídos, pequeño saltamontes.

―Tú... ―tragué saliva―. ¿Echas de menos a Abigail?

Se le congeló la sonrisa por un momento. No debía ser un tema demasiado agradable. De hecho, quizá no debería haber preguntado. Había sido poco cortés.

―Claro que la echo de menos ―murmuró.

―¿Sientes como si... no sé... te faltara algo?

Él se incorporó un poco, mirándome.

―La verdad es que siento muchas cosas al respecto. No sabría especificarlas ―admitió.

―Esto es una mierda ―murmuré.

―Sí, lo es.

Nos volvimos a quedar en silencio, y yo me sentí, si es que podía, más miserable todavía de lo que me había sentido durante todos esos días.

Por suerte, el sonido de mi móvil interrumpió la incomodidad.

―Es Ethan ―murmuré, leyendo el mensaje.

―¿Qué dice?

―Que vendrá a buscarme esta noche para que podamos hablar más tranquilamente.

PromisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora