Epílogo

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Recuerdo perfectamente el día en que mi madre me dijo que debía ir a pasar el verano en casa de mi padre.

Se sentó en la vieja mesa de la cocina, mirándome seriamente, igual que cuando tenía que reñirme por algún motivo. Me lo dijo lentamente, como si fuera idiota y no pudiera entenderlo a la primera, pero yo sabía por qué lo hacía así. Porque sabía que yo no aprobaría esa decisión. Y es cierto, lamento tener que admitir que en ese momento la odié. Me sentí como si intentara apartarme de mi vida de manera indirecta, lanzándome de nuevo con mi padre, a quien apenas conocía ya.

Y ahora ya han pasado tres años desde entonces.

Probablemente te estás preguntando qué hice después del tiroteo, o más concretamente qué decisión tomé. Creo que es más que evidente que no podía dejar solo a Logan en una situación así. Me quedé con él y con mi padre y cuidamos de él los dos. Ojalá pudiera decir que fue fácil, pero no lo fue.

Sé lo que es el cáncer perfectamente, de hecho, vi a Helen pasar por ello. Pero no es lo mismo para nada. Ver a alguien a quien conoces perfectamente ir debilitándose de manera lenta pero incontrolable es realmente horrible. Me sentía impotente viendo cómo iba empeorando poco a poco, y aunque me quejara, no había nada que yo pudiera hacer.

Entonces, un médico nos dijo que la mejor opción era una neumonectomía, es decir, extraer la parte afectada del pulmón o, en algunos casos, el pulmón entero. Nos dijo que no todos los pacientes podían optar a esa opción, y que Logan había tenido suerte. Además, las probabilidades estaban a su favor, así que, ¿por qué no intentarlo?

La cosa funcionó, y aunque durante los primeros meses a Logan le costó mucho adaptarse. Se agotaba por cualquier cosa, y no te haces una idea de lo mucho que lo molestaba eso. Se enfadaba conmigo, consigo mismo y con el mundo entero, y yo llegaba a enfadarme con él también en algunas ocasiones, pero no podía culparlo de enfadarse. Nadie podía.

Seis meses después de la operación, todo empezó a volver a ser como antes. Logan podía hacer muchísimas cosas más, solo que con más lentitud. Mi padre y yo nos encargamos de que no dejara de intentarlo, así que supongo que no le dejamos otra opción. De todas formas, a medida que iba adaptándose lo veía cada vez más feliz. Y no dudé un instante en que había tomado la decisión correcta.

Un año más tarde yo había vuelto a la Universidad y Logan hizo un curso de unos meses para empezar a trabajar en una empresa. No ganaba mucho, pero lo que él quería era no quedarse en casa, así que le fue bien. Mientras, yo seguí estudiando el año siguiente.

En cuanto a nuestra relación, no es que me quedara para estar con él en ese sentido, pero tanto tiempo juntos terminó por unirnos más el uno al otro, y terminamos haciéndonos inseparables sin que nos diéramos cuenta.

―¿En qué estás pensando?

Aparté la mirada de la ventanilla del avión y miré a Logan.

―En que esto va a empezar a volar de un momento a otro y espero no morir.

Él empezó a reírse.

―¿Nunca has ido en avión?

―Nunca he salido del país ―admití―. Estoy nerviosa.

―Pues no es por agobiarte más, pero son unas doce horas de vuelo, así que puedes ponerte cómoda.

Le dediqué una mirada que lo decía todo y se echó a reír de nuevo.

―Tranquilízate. Si duermes un poco se te pasará volando ―me sonrió―. Nunca mejor dicho.

―Ah, genial, ahora sacarás a relucir tu increíble sentido del humor.

―A ti te encanta ―me aseguró.

―Chicos ―mi padre asomó la cabeza al lado de Logan―, los hay que intentamos dormir.

Sí, mi padre había decidido acompañarnos a Roma a pasar un mes con nosotros.

―Lo siento, Dan, tu hija no deja de hablar ―le dijo Logan, acomodándose en el asiento.

―Lo siento, papá, tu yerno no deja de molestarme con su apasionado sentido del humor.

―¿Y si miráis una película los dos? ―papá enfatizó las dos últimas palabras―. He visto que hay unas cuantas que están bien.

Como dos niños pequeños, nos pusimos a mirar las películas que habían al instante, y al final Logan eligió Braveheart, y la verdad es que me sorprendí a mí misma más concentrada en la película que en el hecho de estar a miles de metros del bonito suelo. Nos pusimos un auricular cada uno y la miramos. Cuando terminó, me quedé dormida durante dos horas con la cabeza encima de su hombro. Al despertarme, vi que me estaba mirando.

―¿Qué?

Como no decía nada, me impacienté.

―¿Tengo algo en la cara?

―¿Te arrepientes de haberte quedado conmigo? ―me preguntó.

―No ―respondí al instante.

Él me sonrió y volví a apoyar la cabeza en su hombro, mirando por la ventanilla.

―Suena horrible, pero yo también me alegro de que te quedaras ―me dijo, finalmente.

―No suena tan horrible ―fruncí el ceño.

―Tú haces que suene bien. ¿Por qué no te duermes de nuevo? Todavía queda mucho vuelo.

―No tengo sueño. ¿Y si miramos otra película?

―Elige tú esta vez.

―Mejor nos fiamos de tu criterio.

Él sonrió y se puso a toquetear la pantalla para ver cuales había. Lo miré un momento y sonreí.

Durante mi vida había tomado muchas decisiones, y algunas de ellas habían sido mejores o peores que las anteriores. Lo único que puedo asegurar es que si tuviera que volver atrás y pudiera volver aquí, ahora mismo, junto a él, volvería a tomarlas sin dudarlo.

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