-Te dije desde un inicio que mi prima te caería bien, Sasuke teme.
ATENCIÓN. LOS PERSONAJES DE ESTA HISTORIA NO ME PERTENECEN (menos la ___). SON OBRA Y CREACIÓN DE KISHIMOTO. Créditos a él.
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Todavía no supero que no pude ver a Itachi, tal cual como lo mandaron a este mundo.
Los días en la empresa y la universidad pasaban rápidos, y eran agotadores. Me iba temprano en la mañana y llegaba bastante tarde. Todos permanecían dormidos, en los dos momentos.
Yo estaba lo suficientemente cansada como para no molestarme en hablarles, o al menos tratar de ver si estaban despiertos, ni siquiera me dignaba a comer algo. Tomaba una ducha rápida y me metía en la cama, cayendo en el mundo de los sueños, casi al instante.
─Oh, lo lamento, no pensé que el baño estuviera ocupado─ con pesadez, alcé el rostro, topándome con Itachi, nuevamente cubierto solo cubierto por una toalla.
Estaba demasiado cansada como para hacer un escándalo, siendo el hecho de que yo estaba en toalla igual. Volví mi vista al espejo, y observé el desastre de persona que me devolvía.
Mi cabello estaba recogido en un moño desordenado, las ojeras me hacían parecer mapaches, y mi cara estaba algo pálida, por las horas de sueño que no había logrado tener.
─Itachi, es muy tarde─ murmuré, escupiendo la pasta dental.
─Eso mismo debería de decirte yo a ti. ¿Qué está pasando? ─ cuestionó, mientras se recostaba del marco de la puerta.
─Acabo de llegar del trabajo─ fue mi única respuesta.
─No pareces estar muy contenta, más bien, te quitaron algunos 10 años de juventud─ le observé de reojo, y estoy segura de que se mordió el labio inferior, conteniendo una carcajada ante mis facciones de abuela.
─No creas que no pienso lo mismo─ me lavé la cara, y pasé por su lado, caminando directamente a mi habitación.
─Tal vez yo pueda animarte un poco─ murmuró, al tiempo que se adentraba conmigo, en la alcoba. ─Estás estresada, ven a darte un masaje─ mi cabeza me gritaba que no accediera. Los dos nos encontrábamos prácticamente desnudos, y no era precisamente el cabello, lo que el me iba a masajear.
Pero como nunca escucho a mi yo interno, o lo hago muy pocas veces, me recosté en mi cama, y permití que las manos de Itachi se posaran sobre mi espalda.
La toalla me cubría el trasero, y mis senos chocaban contra la almohada, por lo que solo tendría oportunidad de verme la espalda, aunque quisiera deleitarse con otras partes de mi cuerpo.
Ahogué un gemido, cuando hizo presión en mis omóplatos, se sentía como estar en el cielo, siendo acariciada por una sensual deidad griega.