Monoma

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Advertencia: No sé que me acabo de fumar... Ah y se me cayó mi café caliente encima.

El rubio venía hasta en Uber, la esperó frente a su casa, venía planeando todo, repasaba una y otra vez lo que diría. Un plan excepcional, a su parecer, pero la vida no lo consentiría, porque para empezar, un tipo salió hechando humo por las orejas, azotó la puerta y gritó.

—¡Te maldigo, bastar...! — le interrumpieron.

—¡Ya cállate! — exclamó Lucy, pues un chico de aproximadamente 1.80, tez palida y cabello rizado, era quien ocasionaba el escándalo.

Monoma dió un par de pasos atrás, pero por pura inercia, ya que el tipo que había salido lo miró con burla. De inmediato, el rubio avanzó a paso asegurado y chocó hombros con él, su mirada seguía en alto y su rumbo bien marcado. Tocó un par de veces, con levedad, como si no quisiera alterar a la propietaria.

—He venido a llevarla a nuestra cita. — comentó sonriendo, se escucharon pasos.

En un par de segundos más se escucharon tropiezos, pronto se abrió la puerta.

—Listo, perdón por la espera. — sonrió como si momentos antes no le hubiesen gritado.

El camino fue tranquilo y de la ciudad pasó al campo, llegaron a una gran finca, ella de verdad no sabía que hacían ahí. Todo se aclaró al ver los establos llenos de equinos hermosos, pero sobresalían cinco, de los cuales uno le llamó la atención, era un corcel gris, sus mechones eran negros al igual que sus ojos.

—¿Sabes cabalgar? — le preguntó.

—Si, me enseñó mi abuela. — ¡Oh! que sorpresa, su primer paso, fallido.

—Entonces elige un caballo y vamos a dar una vuelta. — tomó con discreción su mano.

—Elijo ese. — señaló al gris.

Pero todo se fue a la mierda cuando al subirse... Se descontroló, saltaba y corría en el establo y cuando entraron a deternerlo ¡Pum! Salió disparado, el corcel rodeo la finca y la pobre Lucy solo intentaba no caerse y tranquilizarlo. Monoma corrió tras el, con otro caballo, este era uno de pelaje tan negro como el carbón, no demoró en alcanzarlo, comenzó a gritar:

—¡Todo estará bien pronto, lo prometo, así que tranquilízate aquí estoy, dame tu mano! — los caballos iban a la par.

El de color gris bajó un poco la velocidad, fue así como lograron tomarse de las manos y con toda la fuerza del chico, logró pasarla a su caballo.

Neito tenía un talento nato y sin percances ató al otro caballo y lo tranquilizó, pues la única forma de hacerlo era alejándolo de la chica, para evitar accidentes, devolvieron a aquel y pasearon con ella cabizbaja.

—Lo siento mucho, lo arruiné. — se disculpó abrazándolo por la espalda.

—No tienes porque, es más, a pesar de que no me agradó que corrieras peligro, estoy feliz de que estemos así, de que me abraces. —

Hubo un corto silencio.

—Gracias. — le sonrió.

—Tal vez no quieres hablar del tema, pero sé que ha sido por tu particularidad, sé qué es lo que afectado al caballo y sé que algo te pasó antes de eso así que quiero que sepas que puedes confiar en mí para cualquier cosa. — ella se quedó en silencio.

—La persona que viste... Él es un poco intenso y sé enfadó, pero era muy especial para mí, es algo complicado, pero terminé ignorándolo y se enojó muchísimo. — (Banda esto es caso de la vida real)

—No le hagas caso, la manera de expresarse de las personas es un reflejo de como afronta los problemas. — le susurró tomándola de las mejillas. —Además mírate, no tienes porque preocuparte de un imbécil que lo único que hace es causarte daño.

La abrazó con fuerza, como si al soltarla se rompiera.

—Cuentas conmigo, para lo que se te ofrezca. —

Concluyó la cita con una promesa silenciosa de proteger sus sentimientos.

Neta banda son casos de la vida real y el texto que puse después de mí paréntesis me lo dijo un amigo, entonces no sé cómo sentirme, de verdad estoy no sé qué demonios hice pero ahí está el capítulo y espero que les guste.

Citas (Fase Dos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora