IV

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Ágilmente revoloteo entre los estantes, con su cabellera negra hecha un desastre un par de risos cayeron hacia el frente de su rostro.

El arcángel de grandes e imponentes alas blancas no tuvo que ver el nombre de cada uno de los estantes siendo que se los sabía de memoria.

Yendo hacia la sección más alejada de la inmensa biblioteca empezó a mover los libros del fondo hasta que el sonido de una puerta abriéndose dio paso a que la entrada oculta se abriera a su costado.

—Aizawa —le pilló infraganti Mic a quien ignoro enseguida para continuar su camino, como respuesta el rubio chillo, no sin antes seguirlo de cerca— ¿Qué estás haciendo? —le llamo aun siguiéndole a un par de metros de distancia— ¡Oye pero que grosero! —se quejó al ver como el arcángel seguía sin prestarle atención.

Deteniendo sus pasos ambos quedaron frente al enorme libro dorado, el cual flotaba en el aire.

—¿Acaso ese no es...? ¿No me digas qué...? ¿¡Pero qué demonios crees que haces!? —grito exaltado Mic solo para encontrarse con la mano de Shota encima de sus labios.

—Guarda silencio, ¿Acaso no sabes que nos encontramos en un lugar sagrado?

—¡Eso mismo digo! —respondió con indignación— Esto... ¿Acaso no es el libro de los registros?

Aizawa tuvo que tapar sus tímpanos ante los ruidosos regaños de su compañero.

Si bien Aizawa reconocía que estaba cometiendo una grave falta era más aquel sentimiento que seguía dentro de su ser lo que le insto a ir a ese lugar sagrado como prohibido.

La sala dentro de la biblioteca donde descansaba el libro de los registros.

Libro donde se encontraba recopilada la cuantiosa información que conformaba el mundo actual como el mundo por venir.

Un libro donde el futuro, el presente y el futuro convergían en paz.

Libro que no era para ser usado a la ligera, puesto que hasta los propios ángeles eran provistos de solo la información necesaria y nada más para realizar sus tareas.

Aizawa, quien se hizo cargo del mantenimiento de la biblioteca en sus primeros años como ángel, reconoció que el hecho de disponer con esa información tan poco usual a conocer se vio tentado en usarla al sentir la preocupación carcomer su ser -aunque este nunca lo reconociera- al ver que su pupila no había vuelto con algún informe de avance de su misión, como era comúnmente ver al ser tan metódica como su antiguo discípulo Lida.

Soltando un hondo y largo suspiro, desde las alturas pudo ver la luz reflejarse por sobre la pasta dura del libro color marrón.

Alargando su mano derecha para tomarlo, a su mente vinieron las viejas palabras que recordaría por siempre, o mejor dicho hasta que su cuerpo se volviera arena y fuese llevada por el viento hasta la orilla del final de los tiempos.

"El mundo puede verse más grande de lo que imaginas, coincidir con otros es la fortuna sonriéndote con ahínco, sin embargo, es sólo cuando ayudas a otra persona cuando logras entender el poder estar vivo, y de ser quien eres..." —dijo un hombre una vez, tras extender su mano con una enorme sonrisa en medio de la solitaria escena, dejando atrás sin querer un deseo que empezó a crecer en el corazón de Aizawa cuando lo llevo consigo, y en ese entonces Shota acepto sus palabras a sabiendas que su hogar se hubo perdido ya hace mucho tiempo atrás— "Por ello de corazón deseo que ustedes hagan la diferencia"

Rememoró las palabras que dieron origen a su mundo, las mismas que pasaron de generación hasta llegar a él.

Así, lleno de convicción, trato de tomar el libro solo para ser rechazado por la energía que emanaba, aun así trató con todas sus fuerzas de nivelar su frecuencia áurica con la del sagrado objeto fallo.

Fall in Love 【Kacchako】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora