|Capítulo 19|

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Caminé tranquilamente por las calles de Lesminton, hoy me tocaba turno en el comedor. Lastimosamente, con la nota que encontraron en el cuerpo del gato de Erika, la dueña tomó la decisión de solo abrir en la mañana y al medio día, a veces me tocaba en la tarde y otras veces en la mañana, como hoy.

Según me habían dicho, el último cocinero, Franco, un hombre de 53 años que además de cocinar riquísimo mantenía una sonrisa en nuestros rostros con sus chistes malos, había renunciado. Luego de la noticia de que el asesino seguía suelto decidió mudarse a Claunort por su seguridad, algo totalmente entendible si me lo preguntan. Pero, hoy llegaba su reemplazo y yo solo esperaba que fuera una buena persona y nos llevaramos bien, igual que Franco.

Cuando por fin llegue al comedor, solo estaba Rebecca, la dueña del lugar y esposa de Thomas Lesminton. No hace falta decir que todos le temían pero yo había convivido bastante tiempo con ella y no me parece una mala persona.

—Buenos días, señora Rebecca. —la saludé, dejando mis cosas dentro de mi casillero.

—Buenos días, Alesha, ¿Lista para hoy? —estaba radiante, como cada día. Con una blusa de botones blanca, una falda tubo negra que llegaba hasta sus rodillas y unos tacones extremadamente altos, ¿Cómo caminaba con ellos? Eran la peor de las torturas para mí.

—Si, señora. Puedo saber, ¿Quién es el nuevo cocinero? —Pregunté curiosa, como siempre.

—Es... —su mirada pasó de estar en mí a la puerta por la que yo había entrado segundos antes, instintivamente me giré para saber quién había llegado— Él, él es nuestro nuevo cocinero, se llama...

—Dominick, —nombre a la persona que estaba caminando hacia nosotros, estaba sorprendida, ¿Él sería el reemplazo de Franco? ¿Él?.

—¿Se conocen? —preguntó la señora Rebecca confundida, Dom y yo asentimos al mismo tiempo aún sin despegar la mirada el uno del otro— ¡Genial! Me ahorran mucho tiempo, Alesha, te encargaras de mostrarle el lugar y de explicarle cuales serán sus tareas, ¿Está bien?

—Si, por supuesto. No se preocupe, yo me encargo. —respondí aún sin quitar la vista de Dominick.

Ella asintió y nos dejó solos a Dom y a mi dirigiéndose a su oficina.

—No sabía que trabajabas aquí. —habló Dom.

—Soy voluntaria desde hace tiempo, ¿Y tú? No sabía que cosinabas. —mientras hablábamos íbamos caminando hasta el área donde nos tenemos que lavar las manos y colocarnos una red en el cabello para evitar que caigan en la comida—. Lava tus manos aquí.

—Casi nadie lo sabe. —contesto a mi pregunta anterior mientras se lavaba las manos con esmero—. Me gusta mucho cocinar, mi mamá me enseñó hace tiempo.

—Eso es bueno, —terminamos de lavar nuestras manos y yo me recogí el cabello con una goma hasta que quedó en un moño desordenado y luego me coloqué la red—, aquí estarás todo el día preparando la comida, creeme que en unos días querrás renunciar y no volver a cocinar jamas. —le dije en broma, la verdad es que trabajar aquí no está nada mal.

—Lo dudo mucho, puedo cocinar y además estarás tú, ¿Qué más puedo pedir? ¡Es el trabajo perfecto! —contesto sonriente.

—Como sea, mira —señale el lugar donde el estaría—, allá está la cocina y todo lo que necesites está en la alacena, justo ahí —volví a señalar pero esta vez a la alacena—. Si necesitas algo me dices, ¿Esta bien? Hoy yo seré tu auxiliar pero cada día es el turno de alguien diferente, te presentaré a los demás luego, en el descanso ya que ellos se encargan por hoy de ordenar las mesas y de repartir la comida, ¿Alguna duda?

Asesinato Número 8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora