La Sacerdotisa Iyalocha

111 32 13
                                    

Me sentía desorientado y la noche estaba a punto de caer; no podía seguir sin antes descansar, mis pies pesaban. Camine rumbo al norte, pero no encontraba el camino que Aleck había descrito, a punto de desistir, me dejé caer en el piso y tome comida de la mochila esperando retomar fuerzas.

Mientras luchaba con mis pensamientos, escuché extraños sonidos provenientes de los arbustos, pude divisar una pequeña figura, era Mesha, no tenía idea de cómo había llegado, pero estaba seguro de que era él, me maulló mientras olfateaba la mochila donde se encontraban los alimentos.

—¿A caso me seguiste todo el viaje solo para comer algo? —Me causo mucha gracia verle, puse un poco de comida en mi mano y la extendí hacia él —Toma, no es mucho, pero nos servirá para seguir.

Mesha se enredaba entre mis piernas queriendo llamar mi atención, de pronto empezó a avanzar, se giró hacia mí maullando y disminuyó su velocidad, como si quisiera que le siguiera. Siempre han dicho que los animales tienen los sentidos más desarrollados que los de los seres humanos, decidí confiar en él y lo seguí. Me llevo hasta el comienzo de un sendero lleno de enredaderas las cuáles logré pasar con cierta dificultad, al atravesarlas pude ver mejor, era el camino que Aleck me había señalado, Mesha me había guiado hasta este. Me sorprendió bastante su capacidad, avanzaba con tanta seguridad que tuve la sensación de que conocía este lugar de memoria, como si éste formase parte de su ser.

En el transcurso de nuestro camino pudimos apreciar una enorme vegetación y diversas especies de animales, muchos de ellos desconocidos, luego de haber avanzado más, pude ver algo que me impresionó, un acantilado, desde ahí se podía apreciar todo el bosque en su plenitud, era una vista impresionante y que te llamaba a perderte en ella; Mesha me maulló, sacándome de mi ensimismamiento.

Llegamos a lo que parecía un huerto, con una pequeña residencia que colindaba con él. Ya había anochecido y me sentía totalmente agotado, no podía más. En la entrada se encontraba una mujer de mediana edad, su piel bronceada, cabello rojizo y unos grandes ojos de un café intenso, una belleza impresionante, a la cual el tiempo no había pasado factura.

—¡Has hecho un largo viaje! — su recibimiento me sacó de mi asombro — ¿Por qué no entras y te preparo algo? Se nota que no has descansado bien, necesitas algo relajante y reparador…

Me dispuse a interrumpirla, para decirle quien era y preguntarle si ella era Iyalocha, a quien Aleck había mencionado, pero antes de poder abrir mi boca ella siguió.

—No hace falta que te presentes, se quién eres y lo que necesitas — su voz era segura e imponente — y sí, yo soy Iyalocha, la  sacerdotisa que te puede guiar hacia tu destino — su sonrisa se amplió cuando vio a Mesha, se acercó a acariciarle — a esta preciosa bestia le has caído bien, es muy extraño porque — hizo una mueca y se detuvo — esa es historia para otro momento. Ahora mismo lo que necesitas es reponer energías, luego podremos hablar de todo lo que quieras. Iré a la cocina, siéntate donde gustes, regreso en un momento.

— Es una infusión, tómala — extrañamente la sola presencia de Iyalocha hacía que confiará en ella, me sentía a gusto; tomé la taza y comencé a beber, era una especie de brebaje.

A pesar de que era una infusión natural su sabor era exquisito, tomé poco a poco mientras observaba a Iyalocha ir y venir de la cocina a la pequeña estancia, cuando llegue al último sorbo me empecé a sentir adormecido, mis ojos pesaban cada vez más.

— Deberás dormir para poder recuperarte completamente, no te preocupes, cuando despiertes estaré aquí — mi vista se empezó a tornar borrosa — luego aclararé todas tus dudas, ahora tienes que descansar.

Mis parpados se volvían cada vez más pesados, su voz cada vez mas lejana, mis ojos se cerraron lentamente hasta caer en un rotundo sueño.

Secretos Del Bosque Khedar [Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora