Saint
Nada se siente peor que esto, justo ahora, este sentimiento es tan abrumador, quiero derrumbarme, es demasiado fuerte. No tenemos otra oportunidad, resulta triste pero es verdad.
Desearía haber estado sobrio, no, era mejor no estarlo, lo que pasó ayer fue solo un desliz, aun así, resultó como en los viejos tiempos. Aquellos que no podemos volver otra vez.
Nadie dijo que esto no duraría para siempre, éramos conscientes que no iba a serlo, pero eso no significa que no hayamos tratado de llegar allí. O que quizá sólo sea yo quien aún piensa en la idea, aunque lo dejé ir, el día de nuestra despedida no estaba dentro de mis planes hacerlo. No me arrepiento del todo, iba en busca de mis propias oportunidades, o eso es lo que quiero creer.
El sillón es cómodo, alberga gran parte de mi cuerpo haciendo que no toque el suelo, mis piernas tambalean con ritmo pausado en el aire, y me permito jugar con ellos. El bajo alféizar me muestra una imponente ventana que llega hasta el techo, curiosamente el color oscuro de las paredes no desentona con la imagen de la luna, mi mirada está dirigida en ella.
Y me inquieta.
Escribir un por siempre en nuestra historia, estúpido, resultó que, a pesar del esfuerzo, descubrí que escribir algo antes de tiempo puede ser borrado y asumir que nunca se escribió.
El amor es delicado, se tiene que cuidar y alimentar si se pretende que perdure a lo largo del tiempo. Como ocurre con la amistad, las relaciones pueden acabar muriendo si no se les dedica suficiente tiempo y atención.
Lo intenté, fuiste bueno para mí, y lo lamento, en nuestro camino uno no quiso seguir y ese fui yo, resulta que hui. Era la mejor solución en ese entonces, solo tenía dos opciones, renunciar a ti o hundirte en mi camino. Ahora me doy cuenta de lo insignificante que llego a ser mis promesas, lamento el no poder retenerte, y no tragarme el orgullo para no decirte el adiós disfrazado de un espérame.
Pero todo tiene una razón, no quise hacerlo, iba tras mis metas, no estaría en contraposición con mi familia, tenía que ahorrarme los disgustos.
Apuesto que ahora estás mirando la ventana como solíamos verla. Hoy no hay estrellas, esta ciudad siempre ofrece un cielo nocturno brillante, pero desde que llegué no se ha presenciado.
Arribe a Bangkok hace una semana, no tenía previsto venir tan pronto, pero surgió un nuevo proyecto y que mejor idea que mandar al chico proveniente, el estudio podía haber elegido a un extranjero para mandarlo a mi ciudad, y no, se ahorraron contratiempos y aquí estoy, ofreciendo mi disponibilidad y mis servicios.
Me presento, soy Saint, Saint Suppapong, el amigo de infancia de Zee y casualmente el hombre que le destrozó la vida.
Nuestra amistad comenzó el día donde brindé mi mano, lo sujeté y se levantó de pie, su gesto era de molestia, ¿Cómo un niño pequeño pudo haberle ganado?, vaya, lo hice, ese día gané la apuesta y luego una amistad.
Mi familia se mudaba a esta ciudad, todo era nuevo, no conocía a nadie, la escuela, las calles, su gente. Estaba observándolo jugar desde el otro lado de la acera y de alguna forma llamó mi atención, quizá porque me recordaba a mi hermano, o por la forma bulliciosa de decir que quien fue primero era él y repetir su nombre varias veces.
Era el nuevo.
A pesar de haber estado en la escuela por más de un mes, nadie sabía de mí y tampoco se daban la molestia de conocerme, antes de entrar por la puerta, su saludo me desconcertó, cada día pasaba sin dirigir su mirada, pero hoy era diferente. La hora del descanso había llegado, no me apetecía estar bajo el sol, vaya, inconscientemente me dirigía al patio.
ESTÁS LEYENDO
Los siento, te extraño
Fiksi PenggemarEl amor los ha encontrado y separado a la vez, sin previo aviso siendo lo opuesto a una de sus mejores experiencias y cualquiera de sus vertientes, esta falta de correspondencia puede resultar devastadora siendo en si la parte más cruda dentro de un...