Recopilación;; One shot - SpainRP GTAV

Tocado y hundido

《Especial Volkacio + Muertacio + Final Sad》

Otro código 2 con mal sabor de boca. Unas negociaciones rotas que acabaron en tiros, ensordeciendo media ciudad de Los Santos.
Normalmente, el subinspector Dan abatía con éxito a los delincuentes, pero esta vez, era su sangre la que teñía el hormigón de rojo.

El comisario Volkov había sido informado de las hazañas de Dan, además en alguna ocasión había podido ver su seriedad y profesionalidad por y para la malla. Y aunque su curiosidad interna se moría por saber la identidad de aquel agente, mantenía un aire de poca importancia.

No dudó en moverlo hacia un lugar más visible. La fuerza característica del comisario mezclada con la adrenalina del tiroteo hacían que coger a Dan en brazos fuera relativamente fácil.

La ambulancia no tardó en llegar y de ella bajó el Dr.Muerte, apresurándose a auxiliarle.

No era un secreto para él la identidad de Dan, ya que pudo verlo en su DNI y en alguna intervención sin la máscara. Él guardaba el secreto profesional bajo ley, es lo que debía de hacer. Pero siempre que atendía a Horacio, tenía el corazón en un puño, lleno de cariño y afecto.

El doctor pidió ayuda a Volkov y ambos pudiero quitarle el chaleco antibalas, observando su camisa blanca ahora totalmente ensangrentada.
El chaleco no fue suficiente y habían un par de impactos de bala que no auguraban buenas noticias. La cara del doctor no decía lo contrario y el comisario empezó a ser consciente de aquello. Volkov se levantó y miró hacia otro lado. No podía volver a vivir lo mismo otra vez... otro compañero al borde de la muerte.
El doctor rasgó la camiseta de Dan para tener acceso a las heridas, pero se vió sorprendido por la mano del subinspector, que agarraba la suya con temblor y debilidad.

-N-no... -Consiguió vocalizar tras la máscara-. Ve a... a o-otro com-.... compañero.

-Déjame que haga mi trabajo, vas a salir de esta.

Volkov se había girado enseguida, guiado por la frágil y quebrada voz.

Se agachó junto a su compañero y lo observó desde aquel muro helado que el comisario tenía.
Pero Dan comenzó a toser de forma preocupante. El doctor muerte puso su mano en la máscara pero Volkov le detuvo.
Dan volvió a toser y podía ver cómo la máscara, a pesar de ser negra se manchaba de sangre. El comisario asintió, entendía que debía de hacerlo para que pudiera respirar.
Pero Dan no quiso. No sin antes hablar.

-Voy a morir... siendo un héroe. Yo... nunca fuí nada... -Vuelve a toser con fuerza.

Dan miró a un Volkov destrozado y serio.

-Volkov... siempre estuviste ahí para mi, y yo para ti. Y a pesar de todo... nunca he dejado de estar a tu lado. Sé feliz, te lo mereces.

Dan intentó incorporarse pero no pudo, dejándo claro su dolor en un rugido. Miró al doctor ya con los ojos vidriosos.

Sentía su cuerpo desfallecer y temblar. Pero la ímpetu de su último aliento era más fuerte que la propia muerte.

-Has sido mi verdadero ángel. Sin importarte nada ni cómo, tus brazos aparecían en mis sueños y me has traido de vuelta tantas veces ya...

Pero aquella vez iba a ser diferente. Eso pensó Horacio o creyó que había dicho. No estaba seguro. Por algún motivo su cuerpo ya no le dolía y solo sentía sueño y ganas de romper a llorar.
Como Volkov, que ante las palabras de su compañero se había emocionado sin entender.

Como el doctor, que odiaba que una vida se apagase delante suya y en especial, la de él.

Horacio comenzó a toser con tanta fuerza que se ahogaba. El doctor le retiró con rapidez la máscara y Volkov palideció.
En una fracción de segundo, había entendido lo que acababa de decirle, y en la siguiente, estalló a llorar.

-¡No! ¡NO! HORASIO. ¡HORASIO JODER!

El doctor reaccionó con un grito de ayuda a su compañero y marcando un rcp desesperado que no llevaría a nada.

-Uno. Dos. Tres. Aguanta... Cinco. Seis... ¡VAMOS! Ocho... ¡NO TE VAYAS!

En un rincón de las calles de los santos gritaban dos hombres con la voz desgarrada. Uno pedía perdón con el alma desvastada, el otro entre sollozos le pedía quedarse en este infierno en lugar de irse a su cielo.

Gritos que se convirtieron en llanto, en rabia y en culpa.