Hyoga revisaba nervioso el reloj de su muñeca. Como lo había hecho cinco minutos atrás.
Tenía muchas ganas de irse, pero Isaac lo amenazó si lo hacía. No le agradaba la idea de su amigo, tener una cita a ciegas nunca le pareció interesante, sabía que podría toparse con cualquier clase de gente, desde lunáticos, obsesivos, recatados, etc. Lo que menos quería era estar allí.
Isaac se había encargado de arreglar la cita, según él, ya llevaba demasiado tiempo soltero, y debía superar a su ex novia a como diera lugar.
Claro que él ya la había superado, pero prefería permanecer soltero por un tiempo, estaba en la última curva de sus estudios y su tiempo se dirigía totalmente a sus ellos. No necesitaba una pareja.Pero sus argumentos fueron rechazados por su amigo, y aceptó a regañadientes venir a la dichosa cita con tal de que lo dejara en paz.
Se suponía que en cinco minutos su cita llegaría, y en el fondo pedía que aquella persona no llegara para poder irse y continuar estudiando.
Llevaba quince minutos sentado, en una mesa que daba una buena vista hacia la entrada y la suficiente privacidad para no ser visto desde los ventanales de la misma. Isaac había conseguido arreglar la reunión en una buena cafetería, donde casualmente su primo Baian trabajaba.Suspiró un poco y volvió a ver el reloj, ya era hora. Su mirada se dirigió a la entrada, justo en el momento en que una rubia atravesaba las puertas. Era linda, y se veía amigable, sus miradas se encontraron y terminó recibiendo una sonrisa afable. Pero ella no era su cita, pasó de largo reuniéndose con un grupo de chicas al fondo de la cafetería. Suspiró y comenzó a juguetear con la manga de su chaqueta.
Cinco minutos más. En su mente, la posibilidad de que a aquélla también le pareciera una perdida de tiempo, le alegraba. Probablemente si se conocieran, coincidirían sobre que a esas alturas, cada segundo era valioso.
Estaba a punto de sacar su móvil para llamar a Isaac, cuando una vocesita captó su atención.
—Disculpa... ¿tú eres Hyoga Dashkov?
Al levantar la mirada, se topó con un peliverde aparentemente avergonzado, apretando las correas de su mochila mientras lo observaba nervioso.
Su voz, suave y aterciopelada; le hacía justicia a su apariencia. Grandes pestañas oscuras enmarcando un par de ojos grandes y de color verde.
Parpadeó unos momentos para salir del estupor inicial, dándose cuenta de que tenía la boca ligeramente abierta y sentía las mejillas calientes.Tuvo que carraspear un par de veces para poder hablar claro.
—Sí, soy yo —el peliverde se mostró aliviado—. ¿Y tú eres...?
—Shun Amaniyama —le extendió la mano con una sonrisa cordial.
Hyoga la tomó dándole un apretón amistoso, fascinado con la suavidad de la piel de aquella zona. El aroma del peliverde le inundó la nariz, una mezcla dulce y deliciosa que le hizo sentir bien.
—Isaac dijo que tú... bueno... los dos... íbamos a encontrarnos aquí... —comentó el peliverde apenado.
El rubio reprimió un jadeo de sorpresa. Ese chico era su cita.No es que le molestara, no sería la primera vez que trataban de emparejarlo con uno, pero a diferencia de esas otras ocasiones, ahora sí estaba interesado.
—Ah... sí, por supuesto. Siéntate, por favor —indicó haciendo un gesto frente a él. Shun se acomodó, dejando su mochila a un lado. De inmediato, Baian se acercó para atenderlos, saludándolos a ambos con tanta familiaridad que a Hyoga le hizo sentir incómodo.
Al principio, la charla era tímida y sobre temas triviales. Pero conforme las horas fueron avanzando, la confianza también tomó fuerza, aventurándose a hablar de temas más personales.Supo que también estudiaba, se encontraba en el último año como él.
Estudiaba artes plásticas, era fanático de los libros, la historia y la música clásica. Tenía un especial gusto por las artes griegas y la ópera.