La lluvia caía sin parar y de forma tan fina que parecía una cortina blanca cubriendo todo el exterior.
La temperatura había descendido lo suficiente para hacerle ir en búsqueda de un suéter.
Con una taza humeante de café subió a su habitación, dejándola sobre el buró para poder acercarse al armario. Pero antes de que pudiera tomar una prenda, fue rodeado por un par de brazos corpulentos. Sonrió con suavidad y se dejo envolver, girándose para verlo a la cara.Hyoga le sonrió brindando un pequeño beso a la punta de su nariz.
— ¿Ya te dio frío?
Shun asintió mientras apoyaba la mejilla contra su pecho. El rubio río ligeramente, apegando más el pequeño cuerpo del contrario contra el suyo.
—Eres cálido —musitó el peliverde con voz tranquila.
—Irónico, ¿no lo crees?
El menor volvió a sonreír, esta vez divertido.
—Probablemente —hizo una pausa—. Pero para mi sí lo eres —concluyó acurrucándose más entre sus brazos.Sentía una inmensa calma estando allí, entre sus brazos, oyendo los latidos acompasados del rubio. Cerró los ojos cuando lo sintió besar su coronilla y se permitió arrullarse con su corazón.
Desde que su relación comenzó, Shun descubrió el lado más sensible del ruso, y poco a poco se sintió a gusto con él. Había aprendido a dejar de lado las opiniones de terceros para poder disfrutar de una bonita relación.
Le sorprendió que su hermano lo aceptara tan rápido, pero estaba feliz de que así fuera; después de todo, Hyoga le demostró lo dispuesto que estaba por hacerlo feliz y protegerlo.
Habían madurado juntos y forjado una relación cada vez más fuerte, confiaban en el otro a pesar de que en ocasiones las inseguridades aparecían en su camino.Llevaban varios años juntos, y no dejaba de sentirse bien cada vez que estaba con él.
— ¿No vas a beber el café?, se enfriará pronto si lo dejas ahí.
—Puedo volverlo a calentar... —murmuró adormecido.
Hyoga sonrió divertido.
—No lo harás si te duermes.
—No estoy durmiendo... —respondió en el mismo tono.
—Ajá. Al menos déjame llevarte a la cama.
—Pervertido...
El rubio lo miró incrédulo unos segundos antes de soltar una carcajada. Shun levantó la cabeza abriendo los ojos.
— ¿Qué es tan gracioso? —inquirió tras bostezar.
—Las cosas que dices, conejito —le miró con cariño—. Las cosas que dices —finalizó dándole un pequeño beso, que Shun recibió con gusto.
Hyoga lo guió a la cama, sentándose en el medio tras quitarse los zapatos, le acercó su taza de café y pasó un brazo por sus hombros.Shun comenzó a beber en pequeños sorbos, apoyándose ligeramente en el costado de su pareja y dejándose envolver por sus brazos.
Hyoga se dedicó a observarle con especial cariño. Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba enamorado de él, y agradecía infinitamente el poder estar a su lado. Nunca le contó el como fue que pudo declararle sus sentimientos, posiblemente, si lo supiera, se enojaría muchísimo con él y su hermano.
Porque para poder pedirle que estuvieran juntos, tuvo que superar una serie de condiciones de parte de Ikki. Algunas muy exageradas a su parecer, pero que valían la pena si así el peliazul aceptaba que estuviera con su hermanito. La última fue la más difícil; vencer a Ikki en una pelea puño limpio.
Obviamente lo logró, no sin llevarse unos buenos golpes y moratones, sin embargo habían valido todo el esfuerzo.
— ¿En qué piensas? —preguntó el peliverde al notar que el rubio tenía la mirada perdida en algún punto. Hyoga sonrió.
—En ti.
— ¿E-en mí? —se ruborizó.
—Sip. En ti, en el tiempo que llevamos juntos y en el futuro.
—Y-ya veo... —sonrió ligeramente antes de estirarse para dejar la taza sobre el pequeño mueble junto a su lado de la cama.
Se acomodaron en la cama, cubriéndose un poco con las mantas, Shun guió la cabeza del rubio sobre su pecho, mientras el mismo rodeaba su cuerpo en un abrazo.Comenzó a acariciar las hebras rubias con calma y cariño, de aquella forma que al ruso hacia ronronear por la sensación que ese simple tacto le provocaba.
— ¿Y... qué pensaste sobre el futuro? —inquirió curioso.
Hyoga ronroneó al contestar.
—Una familia...
—Una... ¿familia?
Asintió.
—Tú y yo, casados, con hijos.
Shun no pudo evitar ruborizarse de la sorpresa, su corazón latió con fuerza ante la emoción que la idea le provocaba.El rubio levantó la mirada al percatarse que las caricias en su cabello se habían detenido, topándose con una tierna sonrisa y mirada llena se brillo de parte de su pareja.
—¿Eso... fue una propuesta de matrimonio?
—Más bien, una insinuación —respondió sonriendo—. Cuando te lo pida será de otra forma, más mmm... especial... y con un anillo de por medio.El peliverde amplió su sonrisa al tiempo en que depositaba un dulce beso en su frente.
—Aguardaré con ansias ese momento, aunque desde ya, mi respuesta es: sí.
—En ese caso, conseguiré ese anillo lo más pronto posible —respondió con un deje de emoción, estirándose para poder besarlo.
Shun correspondió feliz, sintiendo cono su corazón latía desbocado con la idea de formar una familia con el rubio.No es como si no lo hubiese pensado antes, pero no imaginó que Hyoga pensará en ello como un futuro próximo. Y ahora estaba muy feliz.
Tendría su propia familia con el hombre que amaba, adoptarían muchos niños para darles amor y verlos crecer y convertirse en grandes y buenas personas.Estarían juntos, compartiendo momentos iguales a ese. Los dos abrazados, disfrutando del silencio y la compañía del otro.
Hyoga se acomodó, siendo el peliverde quien colocara la cabeza en su pecho; y le envolvió cariñosamente entre sus brazos, dejando besitos en su cabello, mientras Shun se abrazaba a él, acurrucándose lo suficiente para compartir calor. El sonido de la lluvia los arrullaba infundiéndoles paz y tranquilidad, sumergiéndolos más en su burbuja de ilusiones y amor conforme avanzaba el tiempo.
Shun fue el primero en quedarse dormido, con la respiración acompasada con los latidos del corazón del ruso. Quien se limitó a acariciar su mejilla y verlo dormir.Si tan sólo supiera que realmente tenía un anillo, listo para colocarlo en su dedo anular. Pero tal y como le había dicho, su propuesta la haría de forma especial, eso es lo que merecía.
Con una sonrisa, cerró los ojos y dejó que la respiración del peliverde le arrullara más que la lluvia, y terminó quedándose dormido, ambos fundidos en un abrazo.