Meses después de haber iniciado su relación, Shun tomó la costumbre de robarle los suéteres a su novio.
Era una vieja costumbre que había tomado cuando era niño, la ropa de Ikki pasaba a ser suya y en la mayoría de las veces le quedaba demasiado grande. Cuando creció, comenzó a robarse los suéteres de su hermano, pues al quedarle más grande, le brindaban mayor abrigo que los suyos.
Ahora que mantenía una relación con el ruso, esa vieja costumbre volvió, ahora con más fuerza. Adoraba el aroma de su novio, aroma que quedaba impregnado en la mayoría de su ropa, pero en donde parecía que se concentraba con más intensidad era en sus suéteres y camisetas. Siempre que iba a verlo, tomaba un suéter para ponérselo, se abrazaba de forma posesiva a la prenda, y aspiraba con gusto el aroma a madera y cítricos.
Desde el primer instante, a Hyoga eso le había parecido tierno al venir de su novio. Se había dado cuenta de lo que sucedía, cuando sus suéteres y sudaderas empezaron a desaparecer siempre que Shun iba a verlo. Muchas veces lo pillaba en el acto, provocándole sonrojos a los que no se podía resistir y terminaba comiéndoselo a besos.
Así que desde entonces, procuraba dejar una prenda al alcance de su pareja para que pudiera tomarla.
Ese día, Shun ingresaba al departamento del ruso, usando la copia de la llave que le había dado. Quería sorprender a su novio con una bonita cena. Cuando entró a su habitación en busca de su preciado suéter, el ruido de la regadera llamó su atención. Sobre la cama, se encontraba la ropa que usaría, y en la almohadas, cuidadosamente doblado, había un suéter azul rey de lana.
De inmediato su mirada se iluminó, apresurándose para tomarlo y ponérselo. Con cuidado de no arrugar las demás prendas, se acomodó en la cama, abrazando el suéter, aspirando el aroma. No supo cuanto tiempo se quedó ahí, pero de momento a otro, la puerta del baño se abrió y un Hyoga con una toalla en la cintura, cabello revuelto y goteante salió del mismo.
El sonrojo en sus mejillas fue inevitable, no era la primera vez que le veía así, aunque eso no significaba que se avergonzara de verlo semi desnudo, sobre todo porque su novio tenía un cuerpo de lo más trabajado.
Hyoga pegó un respingo al ver a su pareja en la cama, atinando a sujetarse la toalla con fuerza.
— ¡S-Shun!
El peliverde se cubrió el rostro con las grandes mangas del suéter.
— ¡N-no e-estoy aquí! —exclamó con la voz amortiguada por la tela, encogiéndose un poco en cuanto un cosquilleo se instaló en su bajo vientre.
El ruso no pudo evitar sonreír divertido, una vez la sorpresa desapareció, la actitud del peliverde era simplemente adorable. Con cautela, se fue acercando a él, hasta estar lo suficientemente cerca para extender sus manos hacia las suyas.
—Conejito...Shun dio un pequeño respingo al oírlo tan cerca.
— ¿S-sí?
—Quita tus manos.
—N-no...
—Vamos, conejito, déjame ver tu rostro...
—N-no quiero...
— ¿Por qué no?
Su respuesta llego como un frenético gesto de negación con la cabeza. Sin embargo, momentos despues, el peliverde retiró con lentitud una de sus manos asomando su ojo izquierdo. Hyoga le sonrió con travesura, picando sus costados con ambas manos, provocándole una baja risa.Pronto las cosquillas hicieron efecto, haciendo al menor estallar en carcajadas mientras se removía intentando liberarse. Aunque al final, terminó atrapado entre el cuerpo y los brazos de su novio, el rubor volvió a aparecer, más tenue y de color rosáceo. Con calma, apoyó la mejilla contra su pecho desnudo, disfrutando del batir de su corazón y el cálido abrazo que le ofrecía.
Ahí, pudo aspirar con más fuerza el aroma a madera y cítricos del rubio, formando una suave sonrisa en sus labios.
Hyoga se limitó a estrecharlo entre sus brazos, dejando pequeños besos en su cabeza. Besos que pronto tomaron otro rumbo. Besos que pasaron a ser caricias y algo más.
El suéter de lana terminó sobre la cabecera de la cama mientras ellos se enredaban entre las sábanas.Al final y tras una ducha juntos, con algunos besos traviesos incluidos; ambos descansan en la cama. Shun usaba una de las camisetas de Hyoga a modo de camisón, sus brazos se encontraban metidos en las mangas del suéter azul, mientras el rubio lo rodeaba en un abrazo. Él sólo usaba ropa interior.
—Empiezo a creer que sólo me quieres por mi ropa —dijo de repente en fingido tono herido.
—No es cierto, tu ropa es un plus —respondió mostrando una sonrisa.
—A este paso me dejarás con el armado vacío, sólo con la ropa interior.
—O tal vez sin ella... —murmuró desviando la mirada sonrojado.
Hyoga soltó una carcajada antes de estrecharlo con fuerza.Amaba cada locura de su conejito.
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23:59, técnicamente, sigue siendo 6 de agosto 😅