El silencio de la habitación era todo, menos incómodo.
Podían contemplar sin reservas, el cuerpo perfecto de su amante, a pesar de la escasa luz que se colaba por la ventana. Recorrer con la yema de sus dedos la suave piel blanquecina, oír sus suspiros cuando tocaba una zona sensible, y robar besos a ese par de labios sabor a cereza.
Esa era su adicción. El primer beso fue el inició de un vibrante éxtasis que desencadenó el deseo de obtener más.
Fue así que terminaron viéndose a escondidas, una relación extra marital para el rubio.
Disfrutaban todo el tiempo juntos que podían, encerrados en aquella habitación, sólo ellos, y los dulces besos que nunca podían faltar en sus habituales encuentros.
Ahora, ambos reposaban juntos, con el peliverde envuelto entre los brazos de su amante, mientras este degustaba sus labios tranquilamente, como sólo él sabía hacer.—Desearía que pudiéramos quedarnos más tiempo —murmuró el peliverde una vez sus labios fueron libres. El rubio le dio un pequeño beso antes de responder.
—Yo también lo deseo, pero, sabes que aún no es posible —dejó un nuevo beso en sus labios.
Shun suspiró.
— ¿Cuánto tiempo?
—Alrededor de tres meses... —respondió, dejando un camino de besos desde su oreja hasta su mandíbula, causando suspiros en su amante.
—No es exacto —señaló en voz baja, dejándose llevar por la sensación que provocaban sus labios sobre su piel.
—Por desgracia, no.El camino de besos siguió hasta su cuello.
— ¿Por qué tanto tiempo?
—Por Natassia —la respuesta salió en un tono casi lastimero. Shun abrió los ojos para ver al rubio, en su mirada había tristeza, dolor y miedo.
—Todo saldrá bien —animo, siendo él quien besará su mejilla con cariño.
—No estoy tan seguro, Erii... parece dispuesta a todo con tal de quitármela...
—Eso no pasará, Hyoga —un nuevo beso—. Natty te adora, aún más que a su madre.
—Lo sé...
—Pase lo que pase, ella te elegiría, por encima de todo —le consoló mientras depositaba un par de besitos en sus nudillos.
Hyoga sonrió suavemente.
—Pero sabes, hay otra persona a la que Natassia adora, creo que más de lo que me adora a mí.
— ¿Ah sí? —el peliverde lo miró curioso, abriendo sus ojos en un gesto peculiar suyo—. ¿A quién?El rubio se inclinó para besarle antes de responder.
—A ti. A mamá Shun.
El contrario se sonrojó, asomando una pequeña sonrisa de felicidad.
—Oh vamos... —musitó desviando la mirada—. No creo que me adore más que a ti.
—Deberías oírla entonces —un nuevo beso para el peliverde—. No para de hablar, ni preguntar por ti.
— ¿En serio?
Asintió, dejando un nuevo beso en su frente.
— "¿Dónde está mamá Shun?", ¿cuándo podré verlo?", "mamá Shun, mamá Shun" —imitó lo mejor que pudo la voz infantil de su hija.Shun soltó una risita.
—A mí también me gustaría verla de nuevo.
—Pronto se verán de nuevo —dijo el ruso con suavidad, besando el dorso de la mano del contrario.
Retomó el camino de besos por su cuello, dirigiéndose a su clavícula donde dejó pequeñas marcas rojizas distribuidas a lo largo de su piel, mientras Shun cerraba nuevamente los ojos.Su relación, había iniciado de la forma más espontánea posible. Shun era el maestro de arte de Natassia, por lo que pasaba mucho tiempo con ella, ya que a la pequeña, le llamaba mucho la atención la pintura y el dibujo. Había sido contratado por la madre de la pequeña, quien parecía ser todo menos su madre.
La atención que la pequeña recibía de parte de su progenitora era escasa, la rubia parecía envuelta en su mundo. Por lo que el ruso, representaban para Natassia su figura a seguir. Pronto, Shun pasó de ser su maestro a una especie de niñera 24/7 para la niña, lo que derivó en que ella lo viera como esa figura materna.
Debido a la cercanía que sostenía con Natassia, la convivencia entre Hyoga y Shun fue inevitable, pronto, desarrollarían sentimientos en común y finalmente, una relación como amantes.
—Imagina como se pondrá cuando vivamos juntos —murmuró el ruso besando bajo su oreja.
Un jadeo entre placentero y sorprendido se escapó de los labios del peliverde, abriendo una vez más los ojos para verlo.
— ¿Lo dices en serio? —recibió un nuevo beso, ahora en la sien.
—Lo más en serio que puedo hablar, teniéndote desnudo entre mis brazos —respondió antes de devorar sus labios—. Quiero que vivamos juntos cuando todo esto acabe, ¿no te gustaría?Los ojos del peliverde se iluminaron ante la emoción, y en su mente, un sin fin de escenarios comenzaron a formarse, todos con el rubio y su pequeña hija. Una radiante sonrisa se formó en sus labios, al tiempo en que rodeaba el cuello del mayor con ambos brazos y le llenaba la cara de besos eufóricos.
— ¡Claro que sí!
Hyoga lo estrechó entre sus brazos, sonriendo ante su reacción.
Shun siguió repartiendo besos hasta que se detuvo en sus labios, un beso dulce y tranquilo.Una última mirada al separarse, bastó para saber que ahora no dejarían de amarse a pesar de lo que pudiera suceder. Y con un nuevo beso, dieron paso otra vez a entregarse mutuamente, en el silencio de su habitación.