El día recién empezaba, la mañana parecía prometer un buen día, y eso era lo que Shun esperaba. Después de todo, la semana no había sido muy buena con él. Y es que parecía que comenzaba a acumular una racha de mala suerte y estrés desde hace un par de semanas.
Objetos perdidos, caídas estrepitosas, cosas quebradas, lluvia, un despertador descompuesto, tareas acumuladas, malas noches de sueño y más eventos desafortunados venían ocurriéndole. Por supuesto, él no se dejaba desanimar por esta rutina de mala suerte y trataba de afrontar cada día con una sonrisa y la esperanza de que el día siguiente sería mejor.
Su hermano también lo apoyaba, todas las noches charlaban a través de vídeo llamadas, mientras él realizaba sus deberes e Ikki cenaba tras salir del trabajo. Ikki estaba consciente de que Shun podría no seguir aguantando esa situación, pues lo notaba en su mirada. Shun lucía exhausto. A pesar de disimular bien su cansancio y de ocultar cualquier rastro en su rostro que lo expusiera.
Ese mañana en particular, Shun sentía en su interior que ese día sería diferente. Empezando con había conseguido dormir de largo toda la noche, y por ende levantarse a tiempo para dirigirse a la universidad. Después de un buen desayuno, tomó sus cosas y salió de su departamento. Mientras bajaba las escaleras, tarareaba una melodía con suavidad, llamando la atención de los vecinos con quienes se topaba. Afuera, exhaló aire con fuerza y esbozó una ligera sonrisa antes de encaminarse a la parada de autobús, unos minutos después, ya se encontraba camino a la universidad. La música sonaba a través de sus auriculares, haciéndole sentir un sin fin de cosquilleos conforme la canción avanzaba.
Momentos después bajó frente a la entrada del campus, sosteniendo el tirante de la mochila con firmeza contra su hombro y avanzó hacia su edificio guardando los auriculares en el bolsillo de su pantalón.
Caminaba tranquilamente, devolviendo el saludo a varios compañeros, hasta que sintió su cuerpo ser jalado ligeramente hacia atrás encontrándose con un par de ojos azules que le miraban con travesura.
— ¡Ah!, Hyoga —saludó con una pequeña sonrisa.
—Buenos días, Shun —devolvió el saludo mientras rodeaba sus hombros con el brazo y retomaba la caminata—. Hoy tienes mejor apariencia.
— ¿Eh?, uhmm... ¿gracias? —le miró con una sonrisa ladina mientras avanzaban por los pasillos.
El alumnado se aglomeraba a su alrededor, todos se veían emocionados. Shun no pudo evitar sentir curiosidad por la razón, hasta que recordó que el Festival Primaveral se celebraba esa tarde, y comenzó a golpearse mentalmente por olvidarlo.
Hyoga notó su pelea interna en cuanto la preocupación se asomó en el rostro del peliverde.
— ¿Shun?, ¿qué sucede?El menor levantó la mirada.
—Olvidé que hoy es el Festival —declaró apartando la vista hacia otro lado con evidente pena.
El rubio volvió a sonreír.
—Lo imaginaba, te las pasado en las nubes y en el suelo las últimas semanas.
—Oye, no te burles... —se sonrojó causando una carcajada limpia en el ruso.
Shun se apartó inflando las mejillas, dirigiéndose hacia su casillero. Hyoga le siguió una vez que se relajó.
—No te molestes, Shun, sólo jugaba —le revolvió el cabello con aire juguetón—. Además, ya me he encargado de todo —sonrió con suficiencia.
Ahí sí le devolvió la mirada confundido.
— ¿Te has encargado?
—Yep —mantuvo su sonrisa.En ese momento el timbre sonó indicando que las clases darían inicio. La sonrisa del rubio se transformó hasta volverse traviesa.
—Lo sabrás hasta que las clases terminen —indicó volviendo a revolverle el cabello—. Hasta entonces —se despidió poniéndose en marcha hacia su clase.
—P-pero... ¡H-Hyoga! —le miró alejarse consternado, bufó dando una patadita al aire e inflando de nuevo las mejillas. Odiaba cuando lo dejaba con el misterio.Pasó sus clases con la semilla de la curiosidad creciendo en su interior. No tuvo oportunidad de encontrar al rubio entre sus descansos, así que se las arregló para mantenerse centrado y dejar de lado el tema del festival y lo que fuese que Hyoga arreglara.