De Compras

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Si había algo que Shun adoraba, era salir de compras. Ver toda variedad de formas, colores, el aroma a nuevo en al aire.

A pesar de que era una persona responsable y no consumista, no podía evitar sentirse atraído por las cosas que veía y experimentar el deseo de tenerlas.
Por eso, siempre que iba de compras, lo hacía en compañía de su hermano o su novio, pues ellos se encargaban de frenarlo cada vez que sus instintos se imponían.

Si había algo que Hyoga e Ikki no disfrutaban, era salir de compras con el peliverde. El constante ajetreo y la caminata siempre eran lo peor. Sumado a ello, detestaban las tiendas abarrotadas de gente, donde siempre se llevaban un buen golpe o algún toque indecente. Pero todo era por complacer al conejito.

Ese día de compras, Ikki había logrado escapar dejando sólo al ruso como única compañía de su hermano.

Shun estaba emocionado, era día de barata, podría comprar todo lo que necesitaba y alguna que otra cosa más, tal vez algún detalle para su hermano, o para su novio.
Así que, muy temprano, se organizó para poder ir lo más pronto posible. Cerca de medio día, Hyoga pasó por él, llevaba consigo su auto en lugar de la habitual moto.
—Algo me dice que tendré que cargar muchas bolsas —murmuró en cuanto notó la emoción de su pareja.
Shun sólo le sonrió divertido antes de besar su mejilla y partir juntos al centro de la ciudad.

—Hice mi lista de cosas importantes por comprar —señaló sacando un papel doblado—. Podríamos dejar el supermercado para lo último, así los vegetales no pasaran tanto tiempo en el auto.
—Está bien.
— ¿Tú también comprarás la despensa?
—Sip. Isaac y los demás estuvieron ayer conmigo, ya sabes como comen.
—Tú también eres un glotonsito~ —canturreo feliz, llevando su mano a la mejilla del rubio para pellizcarla con suavidad.
Hyoga fingió ofenderse.
—Lo dice el que casi se acaba mi reserva de helado de vainilla.

El peliverde hizo un puchero con un tenue rubor.
—Tu dijiste que podía comer... —murmuró.
—Dije que podías comer un poco, conejo glotón —le enseñó la lengua una vez pararon en una luz roja.
Shun hizo un mohín cruzando los brazos y desvío la mirada, causando la risa del contrario.

Una vez en el centro, Hyoga se dirigió directamente al centro comercial, teniendo que dar un par de vueltas antes de encontrar un buen lugar para estacionarse.
—Parece que todo el mundo quiere comprar hoy —comentó mientras se dirigían al inmueble.
—Es día de barata, ¿qué esperabas?
—Odio este día —hizo un gesto de desagrado.
—Oh vamos, no es tan malo —trató de animarlo.
—A ti no te toca cargar las bolsas, ni que te toqueteen —respondió frunciendo el ceño. Shun rió bajo.
—Te prometo que te lo compensaré —dijo deteniendo su andar para pararse frente a él de puntillas y besarle los labios con cariño.

Hyoga sonrió con travesura.
— ¿Tú me vas a toquetear? —preguntó con tono sugerente. El peliverde volvió a reír, siendo él quién recibiera un beso en la mejilla.
—Tal vez.
—Lo voy a tomar como un sí —concluyó el rubio tomándolo de la mano—. Ahora démonos prisa, quiero salir temprano y entero de aquí.

Como siempre, el peliverde se emocionó apenas se toparon con la primera tienda, que para su mala suerte, era una librería. Mientras Shun paseaba por los estantes observando los títulos, tomando aquellos que llamaban su atención, el rubio sostenía entre sus brazos varios volúmenes. Ese sólo era el principio.

Algunas horas después, sus manos se encontraban ocupadas por varias bolsas. Poco a poco sus brazos comenzaban a sostener cajas de diferentes tamaños y pesos. Ya habían conseguido lo esencial y más importante, sin embargo, el peliverde estaba decidido a conseguir nuevas decoraciones para su hogar, herramientas de jardinería y material de arte.

Hyoga pudo descansar apenas quince minutos, cuando su novio volvió corriendo totalmente emocionado, lo que significaba una nueva tienda por visitar. Para su desconcierto, se trataba de una tienda de peluches.

Llaveros de peluche, osos del tamaño de un móvil y de su auto. Perritos tiernos y más tiernos. Ovejas, vacas, leones, gatos, y el más lindo de los conejos hecho de felpa.

El ruso hacia malabares con las cosas que traía mientras seguía al peliverde entre los pasillos llenos de peluche en busca de uno en particular.
— ¿No tienes muchos peluches ya?, perdí la cuenta de cuantos te he regalado, sólo porque te gusta dormir entre ellos —dijo tratando de equilibrarse un poco.
Nope. Nunca son suficientes peluches —respondió un sonriente peliverde—. Además, este no lo tengo aún, y es importante.
— ¿Por qué?
—Ya lo verás.
Su búsqueda continuó hasta que por fin pudo encontrarlo.

El rubio tenía mucha curiosidad por saber porqué era tan importante aquél peluche. Pero Shun lo había ocultado tras su espalda en cuanto se acercó.
— ¿Y bien?, ¿por qué es tan importante? —inquirió viéndolo con atención. El contrario sonrió, entonces mostró el peluche. Se trataba de un patito del tamaño de una mochila. Una cosa tan tierna y adorable propia del peliverde.
—No siempre te puedo abrazar cuando duermo, así que rocearé a este patito con tu perfume, y cuando lo abrace, pensaré en ti —explicó con una linda sonrisa, que a Hyoga le estrujó el corazón.

Esbozando también una sonrisa, se inclinó como pudo para besar su frente con cariño.
—Vamos a pagarlo —dijo haciendo un gesto con la cabeza.
Para sorpresa del peliverde, el rubio insistió en pagar el peluche, siendo un regalo de su parte.
Juntos caminaron de vuelta al estacionamiento, habían decidido tomar un descanso para poder comer, y sobre todo para que los brazos del ruso tomaron un respiro.
—Prometo que la próxima vez te voy a hacer caso cuando digas que ya es demasiado —se disculpó el peliverde desde el asiento del copiloto, al ver la cantidad de bolsas y cajas en la cajuela.
Hyoga rió besando su mejilla tras subir frente al volante.
—Siempre dices eso.

Shun se apenó.
—Que bueno que mi hermano no vino, ya estaría regañándome.
—Lo habría hecho desde la quinta tienda.
—Tú eres más flexible —hizo una pausa reflexionando un poco —. Hoy no te quejaste como otras veces —señaló.
—Espero mi toqueteo, conejito —sonrió con coquetería.
El peliverde se ruborizó.
—Espera a que lleguemos a mi casa —musitó desviando la mirada.
Hyoga hizo un gesto de victoria con uno de sus brazos.
—Si esa será mi compensación cada vez que te acompañé en las compras, entonces iré con todo gusto.
—Pervertido...

La carcajada del ruso resonó mientras el auto se alejaba hacia el restaurante. Más tarde recibiría su ansiada recompensa.


























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He tenido un día bastante ocupado, y será así lo que reste de la semana, probablemente la siguiente igual. Pero trataré de escribir en ratos libres para seguir con el reto a tiempo ✌

30 Días de OTP (HyogaxShun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora