Sus sentimientos siempre habían sido claros. Le tomó un poco aceptarlos y darse cuenta de que todo eso tan bonito, era un cariño muy fuerte, especial por él.
El reto más difícil, fue encontrar ese momento indicado para decirle lo que sentía. Un instante especial, donde su valor y decisión se unieran para que las palabras no se quedaran en su boca.
Su hermano sorpresivamente fue un gran apoyo. Él, quien parecía el menos indicado, fue ese impulso necesario para decidirse a dar un paso tan importante.
El momento se dio durante una celebración especial en la mansión Kido. Una fiesta organizada por Saori en memoria de su abuelo. Se la habían pasado bien, a pesar de que el evento fuese elegante. Ambos convivieron en una burbuja independiente, que surgió apenas cruzaron mirada. La atracción entre ambos era tanta, que fue imposible separarlos por el resto de la velada.
Casi al final del evento, con una señal de cabeza de parte de su hermano, se animó a sugerir un paseo nocturno por los jardines de la mansión.
Era noche de luna llena, por lo que la vista a su alrededor era clara. Su cabello rubio, emitía suaves destellos con la luz blanquecina, haciendo que los nervios se intensificaran robándole valor. Echó un vistazo hacia atrás, distinguiendo la figura de su hermano bajo el marco de la puerta. No sabía si los vigilaba o evitaba que alguien interrumpiera ese momento tan importante.
Fuese cuál fuese la razón, su presencia lejana le infundió ánimo, siguiendo su caminar al lado del rubio, acompañados por el canto de los grillos y el silbar del viento.
Comenzó a contar los pasos conforme se acercaban al pequeño kiosko donde la Saori solía beber el té con sus doncellas, también había sido adornado con luces brillantes que lo hacían lucir igual de espectacular que la mansión. Una vez dentro, tomaron asiento, uno cerca del otro. Shun comenzó a jugar con sus manos, desviando la mirada hacia las luces, pensando como iniciar.
Hyoga, por otra parte, no se detenía en mirarle atentamente. Desde que había aparecido en la escalinata de la mansión, ataviado en ese elegante traje que resaltaba su tez blanca, quedó prendado una vez más. Su corazón dio un vuelco que jamás experimentó, una nueva confirmación de que estaba en lo cierto. Se había enamorado de él.
Sospechaba que sus sentimientos eran mutuos, no cualquiera ponía nervioso al peliverde. Aunque no deseaba hacerse ilusiones, por ello buscaba actuar de la forma más natural que podía.
Cuando sintió que era el momento, Shun tomó aire y tragó saliva antes de mirar al ruso.
—H-Hyoga... —llamó.
— ¿Sí, Shun?
—Y-yo... eh... bueno, hay... algo que quiero decirte... —declaró con timidez.
—Te escucho —le animó brindándole una sonrisa con la esperanza de hacerlo sentir seguro.
Un precioso rubor tiñó sus mejillas, abrumado por aquella sonrisa. Los nervios aumentaron y su corazón se aceleró. Balbuceó y boqueó un par de veces, intentando hablar con decisión, pero las palabras se quedan atoradas en su boca.No fue hasta que sintió las manos del rubio sobre las suyas que desistió de sus torpes intentos. Su sonrojo le cubrió toda la cara a la par que sentía una inmensa vergüenza.
—Primero, trata de calmarte, ¿sí? —pidió el ruso estrechando sus manos con suavidad. Shun atinó a asentir perdido en la intensa mirada que el mayor le dirigía.
—Eso es... respira profundo y déjalo salir —hizo caso, inhalando y exhalando con su ayuda. En unos minutos estaba mejor.
—Ahora sí —recibió otra sonrisa—. ¿Por qué no vas al punto?, así sabrás que decir sin ponerte tan nervioso —sugirió sin soltarle las manos.Shun desvío la mirada, dudoso. Sabía que tenía razón, así que tomando valor, volvió a mirarlo y habló.
—Me gustas, Hyoga.
De inmediato bajó la mirada sonrojado, esperando temeroso a un rechazo que realmente no llegó. Esperó por unos minutos, hasta que sus manos fueron apretadas suavemente, su atención se dirigió de nuevo al ruso. Quién le miraba con una sonrisa sincera.
— ¿Puedes repetirlo? —pidió con tranquilidad. Shun dudó, su rostro se sonrojó más al momento de hablar.
—M-me gustas... Hyoga...El rubio se inclinó, colocando sus labios lo suficientemente cerca de su oído y habló en tono dulce.
—Es gracioso sabes, tú también me gustas.
En ese momento, el corazón del peliverde dio un vuelco, no sabía si de felicidad, sorpresa o ambas. Buscó la mirada del mayor, encontrándose con los ojos azules del ruso. Esos ojos en los que siempre veía una máscara de indiferencia ante los demás, esos que ahora le miraban con amor y adoración. Sintió sus propios ojos picar, una gran sonrisa se asomó en sus labios y se soltó de sus manos para poder lanzarse a abrazarlo.Ese abrazo fue la primer muestra de amor entre ellos, el indicio de que su historia comenzaba y estaban dispuestos a escribirla de la mejor manera.