La universidad siempre fue una ilusión muy grande para él. Deseaba poder ayudar a las personas, y después de un proceso de reflexión, decidió que podía hacerlo de una forma: medicina.
Su hermano le apoyó desde el principio, no fue fácil, pero la determinación de ambos bastó para que pudiera entrar a la universidad. pareja también fungió como un gran apoyo. Desde el principio, Hyoga fue uno de los que le animaron a perseguir su sueño, a pesar de que ambos sabían las consecuencias que eso podría acarrear, lo sentimientos por el otro eran más fuertes y estaban dispuestos a todo.
Por eso cuando su tiempo se vio reducido entre la universidad y sus horas de sueño, comenzó a experimentar un vacío al no poder estar con el rubio como antes.
Claro que, eso no sería un problema para el ruso. A pesar de sus propios estudios y el trabajo de medio tiempo con el que se mantenía a flote, procuraba visitar a su pareja siempre que podía. A veces se la pasaban los dos en el departamento del menor, haciéndole y compañía en sus noches de desvelo. Fuera como fuera, él estaba ahí, demostrándole su apoyo.
Pero esa semana, los exámenes de ambos habían arrancado. El tiempo de Shun estaba medido, y a sabiendas de que se descuidaría por estudiar, Hyoga decidió quedarse con él durante esa semana. Para Shun fue una verdadera alegría poder pasar tiempo con él, aunque sólo fuera por un corto tiempo.
Shun siempre fue conocido por su manía de mantener todo ordenado y limpio, por ello cuando Hyoga entró al departamento y vio libros desparramados por el suelo, hojas sueltas, libretas y marcadores, supo que esa semana sería un reto. El peliverde acostumbraba estudiar sentado en el suelo, distribuyendo sus cosas a su alrededor, hacia anotaciones, subrayaba, y leía, analizando tanta información como podía.
Mientras, el ruso puso manos a la obra haciéndose cargo de cocinar algo sencillo pero suficiente para que el peliverde tuviera el estómago lleno.
Tuvo la precaución de comprar la despensa antes de llegar, adivinando que al peliverde se le habría olvidado llenarla. Durante la semana, Hyoga se hizo cargo de cocinar, y ver que el peliverde no se descuidara. Lo hacía comer y ducharse con calma, dormir y despegarse de los libros por un rato. Él tampoco descuidó sus deberes, procuraba estudiar haciéndole compañía para hacer más ameno el tiempo, aunque usualmente Shun se quedaba despierto más tiempo del que debía y el ruso terminaba por ser el primero en ceder ante el sueño.Cuando eso pasaba, Shun decidía que era momento de parar, o lo despertaba para que pudiera ir a la cama. No era extraño para Hyoga, despertar y encontrarlo aún sentado en el suelo, absorbiendo tanta información cómo podía, o terminando alguna tarea, con sus enormes bolsas bajo los ojos.
Cuando llegó el último día, el peliverde se permitió relajarse. Todos sus compañeros parecían más animados, al igual que él. Inclusive habían hecho planes para salir a divertirse, pero él había declinado la invitación, tan sólo quería llegar a casa y dormir. A la salida, Hyoga le esperaba recargado contra su auto, verlo sólo le hizo sonreír, estaba feliz, así que de inmediato se acercó a él lanzándose a sus brazos. El ruso lo recibió en un abrazo.
—Hola, conejito —sonrió.
—Hola~
— ¿Qué tal estuvo el examen?
—Nada que no pueda resolver —respondió apretujándose más contra él, escondiendo el rostro contra su cuello para poder aspirar de su aroma. Hyoga rio bajo.
—Presumido.
— ¿Por qué no trajiste la moto? —preguntó Shun luego de unos minutos—. Creí que eran inseparables.
— ¿Celoso? —alzó una ceja—. Pensé que te gustaría descansar un poco.Shun sonrió, estirándose para dejar un beso en su mejilla.
–Gracias...
—No es nada, ¿vamos?
—Sip.
Deshicieron el abrazo, subiendo al auto con calma. Shun se dejó envolver por el aroma del ruso que predominaba en el interior del auto.
La tranquilidad sirvió para que el sueño comenzara a inundarle, apoyó su cabeza contra el cabezal del asiento, ladeándola un poco para poder ver el perfil de su pareja.Contempló embelesado el contorno de su mandíbula y el largo de sus pestañas. Una boba sonrisa se asomó en sus labios observando la melena rubia y alborotada. Comenzó a adormecerse poco a poco, Hyoga le miró, sonriendo de lado antes de guiñarle el ojo y causarle una risita. Cerró los ojos creyendo que sólo había sido por un momento, pero cuando los volvió a abrir, Hyoga lo estaba bajando del auto en brazos.
— ¿Q-qué haces...? —murmuró en tono adormecido.
—Sacarte del auto, bello durmiente.
—Y-ya estoy despierto, puedes bajarme —su bostezo hizo dudar al ruso.
— ¿Seguro que puedes mantenerte de pie? —él asintió—. De acuerdo.Con cuidado y precaución, le ayudó a ponerse en pie, Shun se estiró un poco y frotó sus ojos para alejar el sueño lo suficiente. Al entrar a su departamento, lo primero que hizo fue cambiarse de ropa por algo más cómodo, un pantalón deportivo y una de las tantas camisetas que le había robado a Hyoga. El rubio lo esperaba en la cocina, sirviendo la comida que previamente preparó. Pero Shun lo arrastró junto a los platos hacia el sofá y encendió la televisión, el ruso lo dejó hacer acercando la mesa ratona para colocar los platos y evitar algún incidente.
Shun pasó los canales, buscando algo entretenido que ver hasta que una película llamó su atención, puso el control sobre la mesa, tomó su plato y empezó a comer con notable apetito. A pesar de que el rubio no acostumbraba cocinar, su sazón era tan bueno que el peliverde a veces le pedía cocinar para él. Claro que, Hyoga no se negaba a ello, a pesar de que él pensaba que la comida de su novio era espectacular, algo que jamás diría frente a su madre.
Una vez que estuvieron satisfechos, Shun se acurrucó al lado de su pareja, dejándose envolver entre sus brazos. A pesar de las pesadas semanas que acababa de pasar, quería estar con el rubio en ese momento, aunque sólo fuese frente al televisor. Ese pequeño momento, era especial como cualquier otro. Ambos lo sabían.
Mientras Shun trataba de prestar atención a la película, el ruso se entretuvo robándole besos o dejándolos en sus mejillas, la punta de su nariz, el pómulo, besaba el dorso de su mano, y le hacia cosquillas logrando escuchar la dulce risa de su novio. Sin embargo, en determinado momento, Shun se entretuvo con la escena al igual que él. Sintió al peliverde acomodarse entre sus brazos buscando más contacto entre sí.
Cuando se dio cuenta, Shun estaba profundamente dormido, con una expresión de tranquilidad plasmada en el rostro. Con cautela, logró acomodarlo entre sus brazos para llevarlo a su habitación, dejándolo sobre la cama bien arropado. Salió para recoger todo y apagar el televisor. Al volver, Shun dormía plácidamente, emitiendo pequeños ronquidos que mostraban cuando profundo era su sueño. Hyoga sólo se acomodó a su lado en completo silencio, rodeándole con uno de sus brazos, dejó un beso sobre su cabeza al tiempo en que una suave sonrisa se formaba en sus labios.
—Descansa, conejito...