Acercamiento.

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El día fue de lo más tranquilo, no hubo ningún tipo de problema para nuestras protagonistas, Diana fue capaz de reprimirse y Akko, bueno, era Akko, Hizo su rutina normal y lo único que logró sobresaltar a la chica, fue aquel sueño de los susurros, solo que esta vez, frente a ella estaba la varita brillante...

– Tómala Kagari. –Decía la voz. –Tú tienes que volver a portar la Claiomh Solais, tienes que realizar los cinco hechizos prohibidos, para poder salvar el mundo al que amas, tómala, es tu deber.

Akko, volvió a despertar, eran solo las dos de la madrugada, así que decidió volver a dormir, con la idea de volver a preguntar sobre los cinco hechizos prohibidos de nueva cuenta, pero el sueño que tuvo a continuación fue igual de extraño, ella se encontraba volando en luna nova, era de noche, la piedra filosofal brillaba como nunca, ella no podía controlar su vuelo, de manera involuntaria se metió en la academia, la cual parecía completamente deshabitada; se movió por los pasillos hasta llegar a una puerta que pocas veces había visto en su vida, era la habitación de Diana, que según ella tenía entendido era individual y tenía el tamaño de una casa pequeña, lo cual era considerablemente grande teniendo en cuenta el tamaño de las habitaciones estándar.

Poco a poco su cuerpo fue atravesando la puerta como si fuese un fantasma y vio una pequeña sala, un librero de un tamaño considerable y un par de escaleras a un segundo piso, unos ruidos bastante extraños salían del segundo piso, eran sin lugar a dudas jadeos, aunque apenas se podían escuchar, la castaña comenzó a flotar con dirección al segundo, piso, los sonidos se hacían cada vez más presentes y el rostro de la chica no podía denotar más temor y curiosidad a la vez.

Por un lado, quería terminar el sueño, pero por el otro, quería ver lo que estaba sucediendo en la habitación superior y al no tener voluntad propia, era obvio que la segunda opción estaba a punto de pasar, vio la parte inferior de una cama mucho más grande que la de cualquier habitación, y se fue revelando la piel de una persona, cuando volteo hacía arriba...

La alarma sonó, Akko se puso de pie, no pudiendo recordar del todo aquel sueño, había visto a Diana, estaba segura que era ella, pues pudo notar su característico cabello, pero en su cama estaba abrazando a otra chica, su cabello pudo haber sido negro o café, todo era difuso y Akko siendo lo más lógico, no le prestó atención y salió a ejercitar.

Nuevamente vio a Diana, pero esta vez estaba sentada y se veía un tanto demacrada, pero debido a sus reacciones cada vez que intentaba acercarse, Akko se fue de largo.

Adelantémonos una semana, el sueño de Akko no era tan recurrente y siempre que iba a descubrir la identidad de la otra chica o sonaba el despertador o cambiaba de sueño, el sueño con las voces y la vara brillante no había aparecido de nuevo.

Un día, mientras Akko corría por la academia, pudo ver a una Diana caminando lentamente y tambaleándose demasiado, de repente, tropezó; por suerte Akko pudo dar un buen sprint y llegó justo a tiempo para poder detener a Cavendish entre sus brazos y evitar una aparatosa caída; se le veía bastante mal, tenía enormes ojeras y se notaba a simple vista la debilidad de su cuerpo...

– ¿Estas bien Diana? –Inquirió Akko sonando algo preocupada.

No obtuvo respuesta, al parecer Diana había caído o dormida o desmayada, atravesó la academia, eran las seis A.M por lo que aún no había movimiento alguno, llegó hasta la habitación de Cavendish, y al tomar la perilla, vino a ella una imagen de aquel sueño, y la chica que tenía abrazada la señorita Cavendish no era nadie más y nadie menos que Akko. Por la conmoción casi dejaba caer el cuerpo de su compañera, pero contuvo suerte y logró sujetarla con fuerza, después, ignorando aquella imagen, abrió la puerta y vio la habitación de la chica tal y como la había visto en sus sueños, no faltaba ningún detalle; imágenes bastante lascivas de ella y Diana en la cama comenzaron a aparecer como un álbum de fotografías, Akko trató de sonreír y sacudir su cabeza y contra todo pronóstico logró poner a la chica entre sus brazos en su correspondiente cama, luego salió con prisa de la habitación y una vez fuera trató de dejar de resollar, se limpió el sudor del rostro, sacudió su cabeza, golpeó sus mejillas y salió de vuelta a terminar su entrenamiento, pero ahora su grado de determinación era mínimo, por lo que apenas pudo completar su rutina diaria.

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