CAPÍTULO 20

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Mientras esperaba a que pasaran los diez minutos, Ginna se dio cuenta del hambre atroz que tenía. Los pinchazos en el estómago se le habían extendido al resto del cuerpo, como si sus músculos y órganos internos estuvieran empezando a comerse los unos a los otros.

Unos minutos después de que se fueran Thomas y Jorge a hablar, apareció una chica.

Debería de tener más o menos la misma edad que Ginna, quizás un poco más. Tenía el pelo negro y sorprendentemente limpio, unos grandes ojos oscuros en los que no se veía ni la mitad de locura que en los de sus compañeros.

- ¿Dónde está Jorge? - Alzó la vista hasta donde estaba Ginna y sus amigos y preguntó; - ¿y esta gente? ¿Quienes son?

- Visitantes. Delincuentes. - Era el hombre calvo del cristal ensangrentado quien habló. Su voz era áspera y al hablar se veía como había perdido casi todos los dientes. - Puede que comida al final. - Y después soltó una carcajada.

No fue el único, cuando empezó a reir él, los demás raros le seguieron. Excepto la chica que acababa de entrar.

- ¿Dónde está Jorge? 

La chica tuvo que alzar la voz un poco más para que se le oyera por encima de las risas. Tenía un tono autoritario y cada vez que miraba en dirrección a Ginna y a los demás lo hacía como si solo fueran más rocas en medio de ese desastre.

- Reunido con uno de los delincuentes. 

- Típico de Jorge. - Habló como si fuera un suspiro. - Siempre le gusta hablar con gente nueva.

- Uno de estos mequetrefes intentó pegar a Jorge. - Dijo una señora bajita con una barral de rail de un tren entre las manos que era casi tan grande como ella.

Después de que viniera la chica unos cuantos raros más llegaron, y todos ellos con armas cada vez más amenazadoras. Uno de ellos llevaba una motosierra. Debería de ser el más enfermo de todos, ya que llevaba la motosierra con el cable pelado. Aunque no se daría cuenta de ello, tiraba de la cuerda de su arma una y otra vez y aquello seguía sin funcionar.

Los ojos de la desconocida se posaron primero en los de Ginna, seguramente porque era la única chica del grupo. 

Estudió con los ojos a cada uno de ellos. 

Por las pintas que llevaban se daría cuenta de que habían sobrevivido a la tormenta de rayos. Aunque la lluvia había cesado, la habitación seguía húmeda.

- ¿Quién fue? - Preguntó finalmente.

Ginna evitó mirar a Minho, no quería delatarlo, pero sin duda él no sería tan cobarde para esconderse. El líder se levantó despacio tras un pequeño quejido.

- Fui yo. - Dijo sin una pizca de culpa.

- ¡Insultó y atacó a Jorge! Si no fuera por sus amiguitos podría haberlo matado.

El hombre calvo estaba furioso y lo amenazaba apuntando el cristal hacia él, mientras que el otro raro hacia mover la cuerda de su motosierra sin que hiciera ruido alguno.

Unos cuantos raros más se unieron a sus gritos.

La chica no dijo nada más al respecto, sólo se quedó mirando a Minho y después a los otros raros. La gente del edificio empezaron a estallar en gritos aún más altos, pero la desconocida hizo que se callaran rapidamente.

Newt y Fritanga se levantaron, y cuando Ginna se dio cuenta, casi todo el mundo estaba de pie. 

Ella hizo lo mismo. Frank le agarró por la muñeca.

- Pégate a la pared y no te acerques a esta gente. - Le susurró.

Ginna le hizo caso y se puso al lado de la pared junto a Alvin y Tristán.

Pudo ver que Steven estaba en una esquina con una piedra en la mano, pero aunque tuvieran mejores armas les sería imposible pelear contra ellos. Deberían de casi treinta contra los dieciocho que se encontraban ahora allí, y encima estaban abatidos.

Por el rabillo del ojo vio a Jorge y a Thomas volver del oscuro pasillo de donde habían salido antes, justo a tiempo para que las cosas no se desmadraran más.

- ¡Muy bien, que me escuche todo el mundo! - Anunció Jorge para ser notado en la sala de nuevo. - Yo y el cara pájaro hemos llegado a una solución.

Los raros prestaron atención a su líder sin dejar de aferrarse a aquellas desagradables armas al tiempo que fulminaban con la mirada a los demás, que se hallaban justo de pie en los límites de la estancia, con la mayoría apoyando la espalda en la pared. 

La luz brillaba a través de las ventanas rotas y los agujeros de arriba. Jorge se detuvo en el centro de la sala y se volvió lentamente para dirigirse algrupo entero. 

- Primero, tenemos que darle de comer a esta gente. Sé que parece una locura compartir la comida que tanto nos ha costado ganar con un puñado de extraños, pero creo que pueden servirnos de ayuda. Dadles el cerdo y las judías. De todas formas, ya me estaba hartando de esa basura. - Uno de los raros se rió por lo bajo, un hombre delgaducho cuyo ojos iban de un lado a otro. - Segundo, puesto que soy un gran caballero y un santo, he decidido no matar algamberro que me atacó.

Hubo unos cuantos gruñidos de decepción al oir que no iban a matar a un chaval. La chica desconocida no dijo nada, solo puso los ojos en blanco.

Jorge señaló a Minho, que sonrió y saludó al grupo de una forma muy arrogante.

- Estás muy contento, ¿no? - Jorge no sonaba nada contento con la actitud de Minho. - Es bueno saberlo. Eso es que te has tomado bien la noticia. 

- ¿Qué noticia? - Le respondió a Jorge con dureza. 

Thomas seguía ahí de pie mirando a Jorge y Ginna se preguntó que habían estado hablando en esos diez minutos para que aquel hombre aceptara en compartir su comida y perdonar a Minho.

El líder de los raros habló con total naturalidad.

- Después de que os demos de comer para que no os muráis de hambre aquíen medio, recibirás tu castigo por atacarme. 

- ¿Ah, sí? - Si Minho estaba asustado, no dio muestras de ello. - ¿Y qué va a ser? 

Jorge se limitó a mirarle con una expresión perdida que se extendió demanera inquietante por todo su rostro. 

- Me pegaste con los dos puños. Así que te vamos a cortar un dedo de cada mano.

Las Pruebas, Grupo CDonde viven las historias. Descúbrelo ahora