CAPÍTULO 28

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Ginna y Newt se hallaban sentados con la espalda apoyada en la pared; los minutos pasaban. Se quedaron sentados en un callejón pensando en que dirección tomar.

Habían abandonado el motel y se dispusieron a seguir hacia delante. Al pasar por la calle descubrieron que el letrero que leyeron en el muro no era el único.

Por lo visto se encontraban por toda la ciudad. Nadie sabía que significa, pero Ginna estaba segura de que era obra de CRUEL y Newt estaba de acuerdo.

Casi todo estaba tranquilo hasta que Ginna oyó un golpeteo extraño que la alarmó. 

- ¿Oyes eso? 

Newt estaba callado, con la cabeza inclinada a un lado, esforzándose por escuchar. 

- Sí. Suena como si alguien estuviera tocando un tambor. 

- Supongo que por aquí se encuentran de fiesta.  - Se puso de pie y ayudó a Newt a levantarse. -¿Qué crees que es? 

- No tengo ni idea, serán algunos raros montando jaleo.

- Pero ¿y si son nuestros amigos? 

El bajo pom-pom-pom. De pronto pareció llegar de todas las direcciones a la vez y retumbaba entre las paredes del callejón. Pero, tras unos largos segundos, Ginna estuvo segura de que el sonido provenía de un rincón del callejón sin salida. 

A pesar del riesgo, comenzó a andar en esa dirección para echar un vistazo.

- ¿A dónde vas? - Le preguntó Newt, pero cuando lo ignoró, fue detrás de ella. 

Eso podría ser una estrategia de sus amigos para encontrarlos. Hacer ruido en una ciudad infestada de gente loca sonaba a plan estúpido de Alvin.

Al final del callejón, Ginna llegó a una pared de ladrillos agrietados, desvaídos, donde cuatro escalones daban a una puerta de madera arañada y desgastada. Justo encima de la puerta, había una diminuta ventana rectangular a la que le faltaba el cristal. Un fragmento roto aún colgaba de la parte superior, como un diente irregular.

Ella oía cómo tocaban música, ahora más fuerte. Era intenso y rápido: el bajo potente, el estallido de la batería y los gritos de las guitarras. Mezclado con eso, se oían risas, gritos y gente cantando. 

Y ninguno sonaba muy cuerdo. 

Había algo escalofriante en todo aquello. Pensó en montones de raros cantando y rimando como el raro del tunel y aquello le daba muy mala espina; aquel sonido no tenía nada que ver con sus amigos. 

- Creo que lo mejor será que nos marchemos de aquí. - Murmuró Ginna.

- ¿Tú crees? - Respondió Newt, que estaba detrás suya. 

- Vamos. - La chica se volvió para marcharse a la vez que Newt, pero ambos se quedaron petrificados.

Dos personas habían aparecido en el callejón mientras se habían distraído. Un hombre y una mujer, y ahora estaban a tan sólo unos pasos de ellos. A Ginna le dio un vuelco el corazón cuando observó a los recién llegados. 

Tenían la ropa hecha jirones, el pelo enmarañado y la cara sucia. Pero cuando los miró con más detenimiento, comprobó que no tenían heridas perceptibles y sus ojos revelaban un brillo de inteligencia. 

Eran raros, pero no estaban idos del todo. 

- Hola. - Dijo la mujer. Tenía el pelo largo y rojo, recogido en una coleta. Llevaba una falda corta y un top ajustado. - ¿Venís a nuestra fiesta? Hay mucho baile. Mucho amor. Muchas bebidas. 

- No gracias. - Contestó Ginna. - Nosotros ya nos íbamos.

Cogió del brazo a Newt y se dispuso a marcharse con él, pero el raro que parecía mayor se interpuso en su camino.

A pesar del calor que hacía llevaba una chaqueta de cuero y debajo una camisa que tenía una mancha de sangre en la parte del bolsillo.

- Vosotros dos no sois más que unos chavales. Ha llegado la hora de que aprendáis de la vida. De que os divirtáis. Os estamos invitando oficialmente a la fiesta. - Pronunció cada palabra de la última frase con cuidado y sin la menor amabilidad. 

Aquello no era una invitación.

- Gracias por invitarnos. - Ginna intentó sonar lo más educada posible. - Pero tenemos que irnos ya, la próxima no nos la perderemos.

Aún seguía cogida del brazo de Newt, intentó marcharse con él pero el mismo raro de antes les detuvo otra vez.

- ¿Vas a dejar que tu noviecita te dé órdenes? - Le dijo directamente a Newt.

- ¿Sois nuevos verdad? - Le interrumpió la mujer. - Bienvenidos a la Tierra de los Raros de CRUEL. No os preocupéis, la mayoría de los que están ahí abajo. - Señaló con la cabeza a unas escaleras. - Están como mucho medio idos. Puede que te den un codazo en la cara o una patada en los huevos, pero nadie intentará comerte.

- Para vosotros será mejor que os quedeis con nosotros. Sobre todo tú, una muchachita joven y guapa no duraría ni dos días aquí. - Aquello lo dijo el hombre de antes, un tipo alto y feo, con el pelo graso.

Esa conversación estaba poniendo enferma a Ginna. Miró a Newt en busca de ayuda y el dijo;

- Muchas gracias por intentar ayudarnos pero se nos da bien ir por nuestra propia cuenta, ahora tenemos algo que hacer.

La mujer sacó un destornillador y el hombre un cuchillo.

- Creo que no me habéis entendido. - Dijo el hombre. - Estáis invitados a nuestra fiesta. No es algo que podáis rechazar. 

- Y no sólo es una simple fiesta, es una fiesta de reencuentro. - Dijo la mujer con una sonrisa. - ¿Es que no quereis ver a vuestro amigo Thomas? Él ya está con nosotros y se lo está pasando como un enano.

Las Pruebas, Grupo CDonde viven las historias. Descúbrelo ahora