Capítulo 9

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Capítulo IX

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"Amor mío, si muero y tú no mueres, no demos al dolor más territorio: amor mío, si mueres y no muero, no hay extensión como la que vivimos"

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Tom y yo estábamos cenando en el restaurante del hotel, aunque en realidad, yo sólo removía la comida con mis cubiertos. No había tenido deseos de salir por ahí a buscar otro lugar.

—¿A qué hora nos vamos? —preguntó con la voz apagada, era evidente que se sentía perturbado y molesto.

—A las siete —contesté con poco interés.

—¿Desde aquí o en el aeropuerto? —continuó.

Y qué más daba.

—Desde aquí.

Solté con suavidad el tenedor y bebí un poco. Luego miré a mi alrededor a los demás turistas, que parecían alegres y despreocupado. Desde que habíamos regresado del paseo en el vapor, Tom y yo casi no habíamos conversado. Todo lo que decíamos se limitaba al intercambio de algunas palabras aclaratorias, como acababa de suceder. Nada que nos hiciera tocar abiertamente el tema de Arien.

El móvil de Tom dio el aviso de un nuevo mensaje. Él comenzó a revisarlo.

—Es de Léana —me contó.

No respondí de inmediato, aunque la pregunta surgió enseguida en mi mente, y a la que no le había dado tiempo de manifestarse antes.

—¿Cómo la conociste?

Tom me miró antes de responder y volvió a observar su teléfono mientras lo hacía.

—Anoche en el bar ¿Recuerdas que me dejaste tirado?

Aprovechó el impulso para quejarse.

—Desde luego que lo recuerdo —confesé, manteniendo claramente en mi memoria el modo en que Arien había salido y yo tras ella, sin siquiera pensarlo —pero no me has dicho cómo la conociste —insistí —, si no recuerdo mal, te dejé con Vanessa.

—Sí, sí, con Vanessa —sonó sarcástico— y con Cécile.

Ahí comencé a comprender.

—Y te dejaron solo —afirmé.

—Completamente.

—Y Léana también, estaba completamente sola.

Tom no dijo nada, sólo hizo un gesto con el que me dio a entender que había acertado. Continuó escribiendo un mensaje en su teléfono, y yo continué pensando en el río, Arien y la triste forma en que se terminaba este corto, pero intenso viaje.

Me miré los dedos sobre la mesa, que ahora mismo jugaban con la punta de la servilleta. Tenía la sensación de haber experimentado antes una despedida como esta, e igual que en aquella remembranza, estaba seguro que no sería para siempre.

—¿Te molesta si me pierdo esta noche? —habló Tom, arrancándome de ese extraño estado de recordar algo que no me había sucedido, en el que me había sumergido más de una vez desde que llegamos.

—¿Qué? —pregunté desconcentrado, mirándolo fijamente.

—Si te molesta que me vea con Léana —insistió.

Pero creo que en ese momento me sentí perturbado, molesto, irremediablemente irascible.

—Pero yo no debo estar con Arien ¿no? —le hablé sin alzar la voz, pero no menos incisivo.

Sonidos de mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora