Capítulo 27

32 5 0
                                    

Capítulo XXVII

.

—¿Cuántos días dices que llevas sin verlo? —preguntó mi psiquiatra.

—Tres semanas —respondí con la rapidez de quien no logra pensar en otra cosa.

—¿Y dices que él te quiere? —continuó preguntando con ese tono amable y exento de emociones.

¿Cómo podía hablarme de ese amor, como si me preguntara por el clima?

Lo miré fijamente.

—¿Arien? —insistió con su amable exigencia.

—¿Qué sabe usted del amor? —pregunté con clara curiosidad, podría decir, incluso, que con sumisión, a pesar de saber que era muy probable que no me respondiera.

—Yo hago las preguntas —me repitió, como tantas veces había hecho, sin alzar la voz ni un decibelio.

Bajé la mirada hasta mis manos, que descansaban sobre mi regazo.

—¿Lo extrañas? —preguntó.

No pude evitar que un pequeño acceso de risa sarcástica se me escapara.

—¿Si lo extraño? —lo miré nuevamente, como si con sólo mirarme pudiera adivinar la respuesta. Y es que yo la sentía como si me la hubieran grabado con un hierro candente en la piel.

—Esa es mi pregunta —insistió y me sentí a punto de estallar, dolida por la incomprensión, sin poder entender la fría manera en que él tomaba algo tan doloroso y personal, removiéndolo sin precaución. O quizás, simplemente, a mí me hería hasta el aire que pasaba a mi alrededor.

—Sí —fue la escueta respuesta que le di.

Mark apuntó. Creo que tomaba notas hasta de la forma en que mis ojos buscaban fulminarle.

—Entonces ¿Cuál fue tu razón para alejarte esta vez?

'Esta vez' preguntaba, como si yo fuese una especie de masoquista.

—Ambos lo decidimos —me limité a decir, cuestionando cada vez más mi asistencia a estas sesiones ¡Se suponía que iban a ayudarme! Y lo único que hacía en ellas era revolcarme en mi propia miseria.

Volvió a apuntar.

—¿Cuál fue la razón que te dio Bill? —me encogí cuando lo escuché decir su nombre. Lo miré otra vez, fijamente, como si acabara de dejar salir un elixir de vida con aquellas cuatro letras.

Me quedé sin habla. Sumergida en algún pensamiento sin forma exacta. Divagando en medio de sus sonrisas, de sus besos, de sus hermosos ojos mirándome, aunque sabía que no estaban aquí. De su voz, susurrando palabras en alemán.

—¿Arien?

Enfoqué con dificultad el rostro de Mark, que completamente impasible esperaba a que reaccionara.

—Supongo —comencé a decir, buscando la respuesta en mi mente.

—¿Qué supones Arien? —me instó a seguir.

Sentí de pronto las mejillas húmedas, sin saber en realidad en qué momento había comenzado a llorar.

—Supongo —notaba como la presión de las lagrimas me dificultaban hablar, pero a pesar de ello lo hice —, que vio lo malo que hay en mí

Yo misma no encontraba otra explicación. Bill había intentando darme sus razones, pero el pánico que tenía a escucharlas me desbordaba.

—Creo que deberíamos dejar la sesión hasta aquí —sugirió Mark, extendiendo una caja con pañuelos de papel hacía mí.

Sonidos de mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora