Capítulo 23

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Capítulo XXIII

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Tom me miró y supe la respuesta verdadera a esa pregunta, aunque inmediatamente dejó de mirarme, quizás para difuminar lo que yo podía leer en ellos.

—¿Qué más da? —se encogió de hombros.

—Si es así, quisiera que me lo contaras —insistí.

Tom se pudo de pie algo inquieto, bebiendo de un sorbo el contenido de su copa.

—No hay de qué preocuparse Bill —intentó parecer indiferente, caminando nuevamente hacia el bar— ¿Quieres otra? —me ofreció destapando el vodka.

—No, yo me planto —respondí, mirando mi copa sobre la mesilla lateral. Era obvio que Tom había vuelto a soñar y por lo que sabía también Arien, pero yo no y no podía dejar de pensar en aquella extraña coincidencia y en que la conexión real estuviera entre ellos, sólo que yo no les permitía concretarla.

¿Y sí yo estaba en el medio?

Algo crujió en mi pecho, como el cristal cuando se agrieta.

Mi hermano se bebió una nueva copa y se sirvió otra antes de volver a sentarse. En el reproductor de música, comenzó a sonar 'Love and death'. Tom volvió a sentarse frente a mí.

—Mañana tenemos que quedar de acuerdo en todos los puntos pendientes —intentó cambiar el tema —, ya no tenemos más reuniones antes del primer concierto.

Yo no respondí, a pesar de haberle escuchado. Ahora mismo no era lo que quería tratar. Tom me miró durante unos segundos y cuando fue capaz de leer mis pensamientos pareció fastidiarse.

—¡Oh, Bill! —se puso en pie exasperado, dándome la espalda—¡¿Qué quieres que te cuente?! —se volvió a girar hacia mí y me miró intensamente— ¡¿Qué sigo teniendo esos malditos sueños?! —yo no decía nada— y que ella sigue acabando conmigo en ellos —menos aún, podría decir nada.

Estaba seguro de que no sería capaz de comprender lo que Tom podía estar sintiendo, por muy cercano que me sintiera a él. Soñar una y otra vez que alguien acaba con tu vida debe ser horrible, más aún, cuando sabes que ese alguien de tus sueños existe.

Tom suspiró, como si decir todo aquello, de alguna manera le aliviara. Yo me bebí el contenido de mi copa de un sorbo. Lo miré. Había una pregunta que rondaba mi mente, que no me dejaba avanzar en mis conclusiones, ni en mis decisiones, pero me costaba demasiado plantearla.

Me puse en pie y avancé hasta el bar. Necesitaba otra copa, aunque hubiese dicho lo contrario.

—¿Tom? —comencé, sin mucha decisión, mientras vaciaba mi copa del hielo a medio derretir y ponía dos cubos nuevos.

—¿Mmm? —su tono sonaba molesto, aunque parecía haberse calmado un poco.

Yo resoplé. Jugueteé con el piercing de mi labio, recorriéndolo torpemente con la lengua.

—¿Tom? —volví a insistir.

—Dispara —me alentó él. Nos conocíamos demasiado bien y pocas veces nos habíamos sentido tan perturbados frente a un tema, pero él sabía que yo necesitaba preguntar algo, aunque no supiera qué.

Tomé aire y dejé que las palabras me rebanaran la garganta.

—¿En tu sueño? ¿La amabas? —ya estaba dicha la mitad de la pregunta.

Tom respondió sin preámbulos.

—Ya te había contado que sí —pareció encogerse de hombros.

Sonidos de mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora