Capítulo XLIV
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"Amor, cuántos caminos para llegar a un beso, qué soledad errante hasta tu compañía!..."
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Mis labios tocaban con tímida suavidad la piel de Arien, esa zona que de alguna manera, ahora mismo me parecía sagrada. La escuché suspirar cuando mis labios se separaron ligeramente de la piel, permitiéndome acariciar con los dedos aquella cuna de vida.
—No lo puedo creer —murmuré, con el corazón inflamado de amor.
Amor. Cuatro letras que en este momento no eran capaces de contener todo lo que estaba sintiendo. Era como si el universo entero tuviera el tamaño de mi sentimiento.
Acaricié el tenue abultamiento de su vientre como si se tratara de un fino cristal, sin dejar de mirar los múltiples colores que ahora se recreaban en mi mente. Imaginaba el modo extraordinario en que mi esencia crecía en ese lugar, minuto a minuto, segundo a segundo, curando el dolor.
Hacia largo rato que Arien y yo, retozábamos desnudos sobre la cama, entregándonos caricias, besos y miradas. Apoyé mi oído con suavidad contra su vientre, mi mejilla se unió a su suave piel y mi voz brotó, como lo había estado haciendo desde que ella me lo contó, como un murmullo sinuoso y dulce, acariciándola también con las palabras.
—¿Te haré daño? —quise saber.
—No —escuché su respuesta, reconociendo el reflejo de mi propia voz en la suya, en tanto sus dedos jugaban lentamente entre las hebras de mi cabello. Dejé descansar mi cabeza, esperando poder oír algo, pero lo único que podía escuchar era a mi propio corazón galopando en mi pecho, sin poder calmarse, demasiado excitado para hacerlo.
—¿Son dos? —volví a preguntar, sin poder creerlo aún. Arien sonrió y me respondió con voz paciente.
—Sí, lo son...
—¿Y son niños? —mis dedos acariciaban con lentitud su cadera.
—Sí —su voz sonaba tranquila, llena de la misma emoción que yo tenía en el pecho.
Me quedé un momento en silencio, saboreando este momento, este segundo que no podría tener comparación con ningún otro, porque era único. Todo ahora mismo la convertía en mía, de un modo que no yo mismo podía explicarme, pero era la confirmación que necesitaba mi alma, no podía ser de otro modo.
Ella brillaba con la luz de mi amor.
Levanté la cabeza y apoyé mi codo en la cama mirándola.
—Dices que fue aquella noche —le pregunté con suavidad, volviendo a descansar la palma de mi mano en su vientre.
Arien ladeo la cabeza para mirarme mejor, sus ojos claros parecían transparentes, matizándose con el blanco y apenas limitado por una línea oscura que marcaba el iris.
—Eso creo —susurró, melosa como un gato pidiendo mimos.
Mi mano descendió de su vientre, notando el vello suave que crecía entre sus piernas. Arien abrió ligeramente los ojos y sus pupilas se dilataron, expectantes. Mis dedos se fueron abriendo paso por aquel espacio tibio, notando su humedad que me ayudaba a deslizarme. Entreabrió los labios, sin dejar de mirarme. Ni ella, ni yo, queríamos perder detalle del rostro del otro, completamente sumergidos en una intimidad que ya no conocía barreras, que había derribado cualquier reserva. Nos pertenecíamos absolutamente.
La escuché suspirar y su rostro cambió sutilmente cuando mi dedo acarició suavemente entre sus pliegues. No sé si podría describir el rostro de la pasión, porque lo que veía en ella, era mucho más que goce. Había una nota de excitación, otra que se repetía un par de veces muy similar a la angustia, acompañada de una profunda nota de amor. Me sentía como si estuviese poco a poco interpretando el 'in crescendo' de una bella melodía y Arien me mostraba la maestría de mi toque, a través de su hermosa expresión.
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Sonidos de mi mente
Romance"Algunas creencias aluden a la existencia de un alma o espíritu que viaja, con el fin de aprender en diversas vidas las lecciones que se pueden llegar a tener durante la presencia en la tierra, de ese modo se llega a un nivel en el que las almas gem...