Capítulo XXXIX
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Acababa de salir de la clase del profesor Baker. Durante la que debo haberme dormido unos diez minutos al menos. El hambre volvía a convertirme en su presa y yo intentaba escribirle un mensaje a Bill, ya que llevaba dos días sin hablar con él. No podía entender lo que le había pasado, era cierto que el tenor de sus llamadas había cambiado, eran menos románticas, más filiales quizás, pero aún así podía sentir su afecto. Sin embargo, pasar de tener eso a nada y sin explicación, era demasiado. Llegué a pensar que Tom le había dicho algo, pero él me lo negó categórico, lo que para mí, por mucho que hubiésemos impuesto esta especie de tregua, no significaba que fuese verdad.
—¡Arien! —escuché la voz de Jessica tras de mí. Una chica que, aunque no fuésemos amigas, solía acercarse a mí en las clases que coincidíamos.
—Hola —la saludé, aún inmersa en el mensaje que quería escribir.
—¿Vas a comer algo? ¿Te quedarás a la clase de esta tarde? —preguntó, igualando su paso con el mío, la miré de reojo y le sonreí.
—Sí, voy a comer, pero —me costaba concentrarme en el mensaje, en responderle a Jessica y caminar a la vez. Detuve el mensaje—... no me puedo quedar por la tarde.
—Pero ya son los finales —me recordó ansiosa. De cierta manera se parecía a Léana, aunque en una versión bastante más ligera de mi amiga.
—Ya lo sé, intentaré repasar por mi cuenta lo de esta tarde —le expliqué.
Era curioso intentar mantener una conversación corriente con una persona, cuando sentías que mucho en tu vida no era precisamente corriente.
Quizás debería contarle directamente a Bill, en un mensaje, de la existencia de mis hijos, nuestros hijos. Casi inmediatamente que lo pensé, negué con un gesto enérgico, no podía hacer así las cosas, necesitaba mirarle a los ojos y ver en lo profundo de ellos, el mismo sentimiento que le invadía a mí, por saber que llevaba dentro de mí una extensión viva de él.
—No ¿Qué? —me preguntó Jessica y sólo en ese momento me di cuenta que no había escuchado ni la mitad de lo que me estaba diciendo. Realmente como amiga, era pésima.
—Oh, nada ¿Qué me decías? —intenté no sonar demasiado desconsiderada, aunque el mensaje era muy claro, 'no te estaba escuchando'. Ella puso su mejor expresión de paciencia.
—Te decía que nos quedaremos hasta tarde estudiando en casa de Jason, por si te quieres pasar...
—Oh, bueno —estudiar en casa de Jason no era precisamente mantenerme alejada de él, pero no era mala idea estudiar con más personas, sobre todo si me perdía la clase de hoy. Además, no estaríamos solos—, quizás no sea mala idea.
—¿Cuál es esa buena idea? —escuché la voz que menos esperé encontrar en este lugar.
—¿Tom? —pregunté mientras me girada a mirarlo.
Él me miró, escondido tras sus impermeables lentes de sol, mostrándome como saludo una sonrisa leve.
—El mismo —fue su respuesta, demasiado presumida para mi gusto— Y tu amiga ¿Es...?
¿De verdad me estaba preguntando eso?
—Jessica —dijo ella, prescindiendo de mí para presentarse.
—Hola Jessica —se quitó los lentes y se le acercó dándole un beso en la mejilla.
Entorné los ojos, definitivamente éste era uno de esos galanes de novela rosa, que te embaucan y cuando estás bien pegadita en la red, te comen y no dejan ni los huesos.
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Sonidos de mi mente
Romance"Algunas creencias aluden a la existencia de un alma o espíritu que viaja, con el fin de aprender en diversas vidas las lecciones que se pueden llegar a tener durante la presencia en la tierra, de ese modo se llega a un nivel en el que las almas gem...