Capítulo 15

36 4 0
                                    


Capítulo XV

.

—¿Quieres algo de postre? —le pregunté a Arien, cuando nos terminamos la pizza.

—¿Pedirás algo tú? —fue su respuesta, como siempre, otra pregunta.

Llevábamos ya un buen rato, tiempo suficiente para hablar todo lo que teníamos que hablar, pero ninguno de los dos tocaba ese hierro candente, lo rodeábamos, bailábamos alrededor de él, sabiendo en todo momento que estaba presente, pero ignorándolo.

—Helado —contesté, mirando cómo ella rebuscaba dentro de su bolso, aunque no parecía buscar nada en realidad.

—Helado estará bien

El camarero se nos acercó y pedimos cada uno la copa de helado que queríamos. Cuando se alejó, ambos nos quedamos en silencio, mirándonos por un instante. Sabía que había llegado el momento, que nos encontrábamos suspendidos frente a aquel hierro caliente y que alguno de los dos debía tocarlo primero.

—¿Qué pasó en aquella habitación? —pregunté en tono calmado.

Arien me observó tranquilamente, como si estuviese reconociendo en su memoria aquel momento. Hasta que su ceño comenzó a fruncirse con suavidad, poco a poco, más y más.

—Tú lo viste —retiró su mirada de la mía.

—Lo vi —acepté —y sé también lo que me contó Tom

—Debería ser suficiente —respondió tajante. Podía notar el modo en que su cuerpo se tensaba lentamente.

—¿Qué soñaste tú? —continué.

Sintiendo como me saltaba en corazón en el pecho.

Fijó sus ojos en los míos, como si no esperara que yo le preguntara aquello. El camarero nos dejó a cada uno la copa de helado que habíamos pedido, pero ninguno le prestó atención. Sus ojos parecían suplicarme para que no la hiciera recordar, el gesto de su rostro era tan diferente al de la Anya de mi sueño. A esa chica que para mí, era Arien.

—Es difícil de contar —susurró finalmente, permitiéndome cruzar, por un instante, esa barrera que solía poner entre ella y todos los demás.

—Podrías intentarlo —la insté con la misma suavidad.

Ella desvió la mirada hacia el jardín que se encontraba tras de mí, no respondió de inmediato, y yo esperé un momento en medio de ese silencio. Esperaba por ella, a que hablara, a que me contara qué era lo que la atormentaba, pero los minutos pasaron, como si en su mente repasara cada detalle de ese sueño, mientras el helado se iba derritiendo con lentitud.

—Quiero irme —fue lo único que me dio como respuesta.

¿Y qué podía hacer yo con aquello?

La compasión y la delicadeza con la que estaba intentando tocar el tema, se iban quebrando poco a poco en mi interior, como un cristal magullado, expuesto a las inclemencias del tiempo. Así se abrían las grietas dentro de mí.

La frustración comenzaba a crecer.

¿Es que acaso ella no quería estar conmigo como lo deseaba yo? ¿Es que no experimentaba esta misma lucha interna por unirnos?

La respuesta jugaba en mi mente, y no me gustaba.

Alcé la mano hasta el camarero y le pedí la cuenta, sin mediar más palabra con Arien. Me puse en pie y esperé con poca paciencia a que lo hiciera ella también. Comenzamos a caminar al coche, en el mismo silencio que habíamos adoptado como norma.

Sonidos de mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora