Capítulo 37

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Capítulo XXXVII

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"Ay hijo, sabes, ¿sabes de dónde vienes?... desde el amor terrible que nos ha encadenado... Como una gran tormenta sacudimos nosotros el árbol de la vida, hasta las más ocultas fibras de las raíces"

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Entré a la consulta del ginecólogo. Era mi segunda cita desde que me había dado cuenta del embarazo, o más bien, desde que Tessa me lo había contado.

—Adelante Arien —me invitó a pasar la doctora. Su aspecto era joven, a pesar de que al parecer tenía más de cincuenta años.

—Hola —saludé, cerrando la puerta, sintiéndome extraña de pasar de un psiquiatra a un ginecólogo.

—Siéntate —me invitó, yo lo hice saludando con una sonrisa a la enfermera que la acompañaba —¿Qué tal has estado?

—Hambrienta —fue lo primero que se vino a la cabeza y lo más evidente para mí.

La doctora y la enfermera rieron, con aquella sonrisa típica de quien celebra las buenas noticias.

—Eso es completamente normal —comenzó a hablar la doctora con calma—, tienes que recordar que ahora llevas una vida en tu interior

—Dos —acoté yo. Desde que había venido la primera vez, insistí en que eran gemelos y la doctora me observaba con condescendencia y en sus ojos podía leer sus pensamientos 'qué vas a saber tú'.

—Eso no lo podemos saber hasta la ecografía de los tres meses —me explicó con tácita amabilidad.

—Es la que vamos a hacer ahora ¿No?

Ella asintió, de pronto su gesto me pareció más maternal. Quizás despertaba en ella ese sentimiento.

—Sí, justamente ésta —aclaró —, así que comienza a prepararte.

Con un gesto me invitó a ir hasta la camilla, pidiéndole a la enfermera que me diera las indicaciones. De ese modo, unos minutos más tarde, estaba recostada y siendo examinada por la doctora que mientras hacía sus exploraciones físicas, me llenaba también de preguntas.

—Bien —dijo finalmente—, parece que todo avanza muy bien

Me alegré de eso, pensé en que debía comenzar una especie de diario para apuntar las cosas que fuesen sucediendo.

—Comenzaremos con la ecografía.

Habló la doctor, y la enfermera comenzó a moverse alrededor nuestro, a preparar el monitor y los implementos.

—Vas a sentir algo helado —me sonrió la doctora.

Yo notaba como el corazón se me aceleraba, sólo por la expectativa de ver en aquel monitor la imagen de mis bebés. No podía dejar de pensar en Bill y en lo mucho que quería que compartiera estos instantes conmigo. Sabía que tendría que decírselo, lo haría, pero todavía no me imaginaba ni el momento, ni la forma.

—Busquemos por ahí —hablaba la doctora y yo veía en la pantalla, una nube de puntos grises, en la que se abría de pronto la imagen de lo que eran mis hijos y me pareció la luz más hermosa que podía imaginar—mira... tenías razón, es un embarazo gemelar —aceptó la doctora con una sonrisa sorprendida.

—Lo es —susurré, notando la presión de las lágrimas en mis ojos. Lagrimas de felicidad que no me permitiría contener.

Podía ver sus cabecitas, que era lo más reconocible. Se perdía de pronto uno y aparecía el otro. Pude distinguir las costillas de uno.

Sonidos de mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora