Capítulo 4

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Capítulo IV

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"Andas por esos mundos como yo; no me digas que no existes, existes, nos hemos de encontrar; no nos conoceremos, disfrazados y torpes por los caminos echaremos a andar."

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—Todo era muy confuso —me contaba Tom—. Me sentía en medio de una nebulosa de afecto, de amor —entonces me miró, no era la primera vez que hablábamos del amor. Para él y para mí no era difícil comprender cómo debía de ser ese sentimiento, nuestro vínculo nos lo había enseñado desde antes que pudiéramos tener una conciencia y como es lógico, buscábamos encontrar algo tan fuerte como ese amor en otra persona. En esa pareja que tiene que acompañarte en la vida. Y quizás justamente por ese amor incondicional que Tom y yo nos teníamos, resultaba tan difícil encontrarlo en otro—. Era algo que jamás he experimentado por una chica, no con esa misma fuerza —bajo la mirada—. Ella parecía flotar a mi alrededor —sentía el corazón agitado ante el relato de su sueño.

—¿Ella? —pregunté.

Tom me miró.

—La mujer que yo amaba —habló con certeza y claridad. Yo asentí. Hasta ahora su sueño parecía muy similar al mío ¿Porqué estaba él tan asustado?—. Se posó sobre mi cuerpo con suavidad y pude sentir el calor de su piel desnuda contra mi piel —seguía siendo muy parecido—, y cuando sus labios parecían estar a punto de besarme, sentí una fuerte presión, miré mi pecho y su mano estaba hundida en él con la muñeca cubierta de sangre mientras oprimía mi corazón —tuve que tragar, se me había hecho un nudo en la garganta—. El miedo, el rencor y el dolor me cruzaron el pecho —hizo una pausa— ... y morí.

Ambos nos quedamos en silencio. Era extraño que Tom aún recordara la angustiante sensación que le había producido ese sueño después de tantas horas. Muchas veces he soñado cosas tristes o desagradables y al despertar he tenido que aclarar mi mente para saber que no era verdad, pero al cabo de unos minutos la sensación va apaciguándose hasta ocupar el lugar de 'un mal sueño'. Pero Tom parecía palpar aún todo lo vivido en el suyo.

Debía animarlo.

—Vamos —le di un golpe en el brazo—, saldremos a divertirnos un poco y verás como olvidas ese sueño.

—Eso espero.

—Ya verás como sí lo haces —lo animé, poniéndome en pie para rebuscar en mis maletas.

—Bien —se puso en pie él también—, iré a darme un baño y me cambiaré.

—Nos encontramos en veinte minutos.

—Veinte minutos —aceptó tras de mí de camino a la puerta.

Rebusque un poco más en la maleta, escogiendo una camisa sencilla. Pero entonces recordé la forma casi angustiada en que Tom entró a buscarme a la tienda de antigüedades.

—Tom —lo retuve, girándome para mirarlo. Él acababa de abrir la puerta.

—¿Si? —volvió a cerrar sin soltar el manillar. Me miró.

—¿Qué fue lo que te asustó tanto en aquella tienda? —quise saber.

Él encogió de hombros.

—Era un poco tétrico el lugar —dijo, sin más.

Bien podía refutar sus palabras, después de todo no era más que una tienda, pero después del sueño que me acababa de contar y de lo mucho que parecía haberle afectado, no me pareció buena idea.

Sonidos de mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora