Capítulo 3: Un corazón roto que esconde sus grietas vive con miedo y vergüenza

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A todos en algún momento nos romperán el corazón, en otras palabras, seremos lastimados por aquella persona a quien le confiamos nuestro "corazón perfecto" y nos veremos obligados a repararlo, pero no hay que ser un experto para saber que aquella pieza que algún día estuvo en excelente estado, ya no volverá a ser la misma. Pronto, nos volveremos a enamorar y entregaremos de nuevo nuestro corazón, pero esta vez con esos detalles, como sí se tratase de un artículo de segunda mano; lo importante es que esa nueva persona sepa cuidar de él, una vez más. Esto es un ciclo que pasa, a veces rápido, otras de manera muy lenta, siempre depende de cuánto amamos y que tanto daño nos hicieron, pero jamás se salta un paso.

Es miércoles, caminaba en dirección al café de las 10, era un poco temprano para mi reunión con Gianela, así que decidí tomar el camino largo. Tengo un pequeño vicio cuando voy caminando, me gusta leer todo tipo de letreros, anuncios, folletos; lo que sea que encuentro en la calle. Mientras continuaba mi ruta, vi un restaurante de comida coreana que estaba de apertura cruzando la calle, sin dudarlo, me desvié del camino porque casualmente, Noah ama la comida coreana. Al entrar, pude sentir un aroma agradable, aunque un poco fuerte. Cuando entras a un restaurante de comida asiática esperas que estén ambientados con adornos en honor a la cultura que maneje la comida, dependiendo de cada país, pero no, era un restaurante completamente sencillo. Tomé un folleto y estaba por marcharme, cuando una voz conocida me habló.

Buenas noches señor, tenemos especial de Kimchi para una persona con una botella personal de Soju.

Al girar la cabeza me percaté que quien hablaba era Lee Danny.

—Hola Danny, ¿cómo estás? —pregunté animado de verla.

—Hola Michael, estoy bien —respondió un poco apenada, acomodando su cabello detrás de su oreja derecha—, no pensé que te gustara la comida coreana.

—Es rica, pero estoy aquí porque quiero invitar a un amigo la próxima semana —argumenté, observando su cara, siempre manteniendo una sonrisa en su mirada.

—Genial, avísame cuando vengas, le diré a mis padres que se luzcan con la comida —dijo, sonriendo, dejando caer lentamente su mirada. Algo no está bien.

—Claro, gracias por tenerme en cuenta —respondí.

—Debo volver al trabajo. —tomó una bandeja de una mesa—. Nos vemos el sábado, cuídate.

—Gracias, igual tú Danny.

Llegué al café de las 10 y lo primero que pude notar, fue que Gianela ya se encontraba sentada esperándome. Me acerqué a su mesa, y al sentarme, ella dejo rápidamente su teléfono y lo guardó en el bolso de mano que llevaba.

—Si guardaste el teléfono es porque soy más interesante que la persona con quien hablabas —dije bromeando, me causo un poco de gracias dicha reacción al yo llegar.

—Los hombres son unos idiotas —dijo un poco molesta.

—Aquí es cuando debo decirte que no todos lo somos —aclaré el argumento de Gianela.

—Lo sé, es solo que es increíble como muchos hombres caen tan fácilmente con unas cuantas palabras de coqueteo. Piensan que una mujer quiere sexo por decir que se ven atractivos —replicó Gianela.

—Ahora que ya somos amigos, te daré un consejo. No busques el amor, porque lo único que encontraras será una decepción, se supone que el amor llega por si solo, no debemos apresurarnos o sino, terminaremos lastimando a alguien o nosotros siendo los lastimados —traté de convencerla, la verdad es que se veía muy patética y poco atractiva tratando de ligar chicos en internet.

—sí, tienes razón —respondió decepcionada de mis palabras—, cambiando de tema, ¿Qué quieres decirme acerca del acuerdo que tenemos?

—Acerca de eso, quiero trabajar tiempo completo con tu compañía y competir junto a tu mejor equipo de baile —respondí rápidamente, estaba decidido a entrar.

Latido-frecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora