CAPITULO VIII

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Aquella noche Harriet durmió en Hartfield. En las últimas semanas pasaba allí casi la mitad del día, y poco a poco fue teniendo un dormitorio fijo para ella; y Emma juzgaba preferible en todos los aspectos retenerla en su casa, segura y contenta, todo el tiempo posible, por lo menos en aquellos momentos. A la mañana siguiente tuvo que ir a la casa de la señora Goddard por una o dos horas, pero ya se había convenido que volvería a Hartfield para quedarse allí durante varios días.

Durante su ausencia llegó el señor Knightley y estuvo conversando con el señor Woodhouse y Emma, hasta que el señor Woodhouse, que aquella mañana se había propuesto salir a dar un paseo, se dejó convencer por su hija de que no lo aplazara, y la insistencia de ambos logró vencer los escrúpulos de su cortesía, que se resistía a dejar al señor Knightley por aquel motivo. El señor Knightley, que no tenía nada de ceremonioso, con sus respuestas concisas y rápidas ofrecía un divertido contraste con las interminables excusas y corteses vacilaciones de su interlocutor.

-Señor Knightley, permítame que me tome esta licencia; si usted quisiera excusarme, si no me considera usted demasiado grosero, yo seguiría el consejo de Emma y saldría a dar un paseo de un cuarto de hora. Como el sol se ha puesto creo que sería mejor que diera un paseíto antes de que refrescara demasiado. Ya ve que no hago ningún cumplido con usted, señor Knightley. Nosotros los inválidos nos consideramos con ciertos privilegios.

-Por Dios, no faltaba más, no tiene usted que tratarme como a un extraño.

-Le dejo con mi hija que es un excelente sustituto. Emma estará muy complacida de atenderle. Así que vuelvo a pedirle mil perdones, y me voy a dar mi vueltecita... mi paseo de invierno.

-Me parece una buena idea, señor Woodhouse.

-Yo le pediría muy gustoso que tuviera a bien acompañarme señor Knightley, pero ando muy despacio, y a usted le sería muy pesado acomodarse a mi paso; y además, ya tiene usted que dar otro largo paseo para volver a Donwell Abbey.

.Muchas gracias, es usted muy amable; pero yo me voy ahora mismo; y creo que lo mejor sería que saliese cuanto antes. Voy a buscarle la capa larga y le abro la puerta del jardín.

Por fin el señor Woodhouse se fue; pero el señor Knightley en vez de disponerse a salir también, volvió a sentarse como si estuviese deseoso de más conversación. Empezó hablando de Harriet y haciendo espontáneamente grandes elogios suyos, más de los que Emma había oído jamás de sus labios.

-Yo no podría alabar su belleza tanto como usted- dijo él-, pero es una muchacha linda, y me inclino a creer que no le faltan buenas prendas. Su personalidad depende de la de los que le rodean; pero en buenas manos llegará a ser una mujer de mérito.

-Me alegra saber que piensa usted así; y confío en que no eche de menos esas buenas manos.

-¡Vaya!- dijo él-. Veo que lo que está deseando es que le haga un cumplido, de modo que le diré que gracias a usted ha mejorado mucho. Usted le ha hecho perder su risita boba de colegiala, y eso dice mucho en favor de usted.

-Muchas gracias. Confieso que me llevaría un disgusto si no pudiera creer que he servido para algo; pero no todo el mundo nos elogia cuando lo merecemos. Usted, por ejemplo, no suele abrumarme con demasiadas alabanzas.

-Decía usted que la está esperando esta mañana, ¿no?

-Así, de un momento a otro. Por lo que dijo ya hubiera debido estar de vuelta.

-Algo la debe haber hecho retrasarse; tal vez alguna visita.- ¡Qué gente más charlatana la de Highbury! ¡Qué fastidiosos son!

-A lo mejor Harriet no encuentra a todo el mundo tan fastidioso como usted.

Emma.  Jane Austen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora