Nadie más feliz que la señora John Knightley durante su breve estancia en Hartfield, visitando cada mañana sus antiguas amistades en compañía de sus cinco hijos, y por la noche contando a su padre y a su hermana todo lo que había hecho durante el día. No podía desear nada mejor...excepto que los días no pasaran tan aprisa. Eran unas vacaciones maravillosas, perfectas a pesar de ser demasiado cortas.
En general, por las tardes estaba menos ocupadas con sus amigos que por las mañanas; pero el compromiso de reunirse todos en una cena, fuera de casa, no había manera de evitarlo, a pesar de ser Navidad. El señor Weston no hubiera aceptado una negativa; debían cenar todos juntos en Randalls; e incluso el señor Woodhouse se dejó convencer de que esta idea era posible y que era mejor hacerlo así que dividir el grupo.
De haber podido, el señor Woodhouse hubiera puesto reparos al modo en que iban a trasladar a todos a Randalls, pero como el coche y los caballos de su yerno se encontraban en Hartfield en aquellos días, tuvo que limitarse a hacer una simple pregunta sobre aquella cuestión; de modo que no pudo hacer de ello un conflicto; y a Emma no le costó mucho convencerle de que en uno de los coches también podrían acomodar a Harriet.
Harriet, el señor Elton y el señor Knightley, los habituales de la casa, fueron los únicos invitados; la cena iba a ser a una hora temprana, y los comensales pocos y escogidos; y en todos los detalles se tuvieron en cuenta las costumbres y preferencias del señor Woodhouse.
La víspera de este gran acontecimiento (pues era un gran acontecimiento que el señor Woodhouse cenara fuera de casa el 24 de diciembre), Harriet pasó toda la tarde en Hartfield, y había vuelto a casa tan destemplada por un fuerte resfriado que, a no ser por su insistencia en querer que la cuidara la señora Goddard, Emma no le hubiera permitido salir de casa. Al día siguiente Emma la visitó, y comprendió que habría que renunciar a su compañía en la cena de aquella noche. Tenía mucha fiebre y un fuerte dolor de garganta. La señora Goddard le prodigaba los cuidados más afectuosos, se habló del señor Perry, y la propia Harriet se encontraba demasiado enferma y abatida para resistir la autoridad que la excluía de la gran reunión de aquella noche, aunque no podía hablar de ello sin derramar abundantes lágrimas.
Emma le hizo compañía todo el tiempo que pudo para atenderla durante las obligadas ausencias de la señora Goddard, y levantarle el ánimo describiéndole el abatimiento del señor Elton cuando supiera su estado; y por fin la dejó bastante resignada, con la grata confianza de que él iba a pasar una velada mala y de que todos le echarían muchísimo de menos. Apenas Emma había andado unas pocas yardas desde la puerta de la casa de la señora Goddard, cuando se encontró con el propio señor Elton, que evidentemente se dirigía hacia allí, y como siguieron andando juntos poco a poco, conversando acerca de la enferma (habían llegado hasta él rumores de que se trataba de una enfermedad grave y había ido a enterarse a fin de poder ir a informar luego a los de Hartfield), fueron alcanzados por el señor John Knightley, que volvía de su cotidiana visita a Donwell en compañía de sus dos hijos mayores, cuyas caras encendidas y saludables mostraban todos los beneficios de un paseo por el campo, y parecían augurar la rápida desaparición del cordero asado y el pudding de arroz por los que se apresuraban a volver a casa. Se unieron a ellos y siguieron andando todos juntos. Emma estaba describiendo los síntomas de la enfermedad de su amiga:
-...una garganta inflamadísima, con mucha fiebre y con un pulso rápido y débil... etcétera.
Y contó que la señora Goddard le había dicho que Harriet era propensa a las inflamaciones de garganta y que muchas veces la había dado sustos como aquél. El señor Elton pareció alarmadísimo al oír esto, y exclamó:
-¡Inflamaciones de garganta! Confío en que no habrá infección. No será una infección maligna, ¿verdad? ¿La ha visto Perry? La verdad es que debería cuidarse tanto de usted misma como de su amiga. Permítame aconsejarle que no se exponga demasiado. ¿Por qué no la visita Perry?
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Emma. Jane Austen.
RomanceEmma Woodhouse una joven inteligente pero mimada, vive intentando hacer de casamentera entre sus amistades teniendo ella misma la convicción de no casarse nunca. Hasta que un día llega al pueblo Frank Churchill, un rico y apuesto joven, que la hace...