CAPITULO XIX

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Aquella mañana Emma y Harriet habían salido juntas y a su juicio de Emma por aquel día ya habían hablado bastante del señor Elton. Consideró que para el consuelo de Harriet y la expiación de sus propias faltas no había por qué hablar más de aquel asunto; de modo que mientras regresaban hacía todo lo posible para cambiar de conversación...; pero cuando Emma creía haber logrado ya su propósito, volvió a hablarse de lo mismo y después de hablar durante un rato de lo que los pobres debían de padecer en invierno, y de recibir por toda contestación un murmullo quejumbroso – "¡El señor Elton es tan bueno con los pobres!"-. Emma creyó que debía buscarse otro medio de cambiar de tema.

Precisamente estaban muy cerca de la casa en que vivían la señora y la señorita Bates, y se decidió a visitarlas para ver si la compañía de otras personas distraía a Harriet. Siempre había una buena razón para hacer esta visita; la señora y la señorita Bates eran aficionadas a recibir gente; y Emma sabía que las escasas personas que pretendían ver imperfecciones en ella la consideraban como negligente en ese aspecto, opinando que no contribuía todo lo que debiera a los limitados placeres que podían ofrecerse en el pueblo.

El señor Knightley le había hecho muchas observaciones acerca de ello, y la propia Emma se daba cuenta también de que era una de sus deficiencias... pero nada podía imponerse a la impresión de que era una visita muy poco grata... de que eran unas señoras aburridísimas... y sobre todo al horror del peligro que corría de encontrarse allí con la gente de medio pelo de Highbury, que siempre estaban visitándolas y por lo tanto raras veces se acercaba a aquella casa. Pero ahora adoptó la súbita decisión de no pasar por delante de su puerta sin entrar...observando, cuando se lo propuso a Harriet, que según sus cálculos, en aquellos días estaban completamente s salvo de una carta de Jane Fairfax.

La casa pertenencia a una familia de comerciantes. La señora y la señorita Bates ocupaban la planta de la sala de estar; y allí, en la reducida habitación que les servía de todo, los visitantes eran recibidos con gran cordialidad e incluso con gratitud; la pulcra anciana que se hallaba sentada en el rincón más caliente con su labor, quería incluso levantarse para ceder su sitio a la señorita Woodhouse, y su hija, más activa y habladora, seguía como siempre abrumándoles con atenciones y amabilidades, agradeciéndoles la visita, preocupándose por sus zapatos, interesándose vivamente por la salud de su madre, y ofreciéndoles el pastel que había sobre el aparador.

-La señora Cole acaba de irse, vino solo por diez minutos y ha sido tan buena que se ha quedado una hora con nosotras, y ha comido un pedazo de pastel y ha sido tan amable que nos ha dicho que le había gustado muchísimo; espero que la señorita Woodhouse y la señorita Smith querrán complacernos y también lo probarán.

Habiendo nombrado a los Cole, era inevitable que no tardaran en mencionar al señor Elton; había mucha amistad entre ellos, y el señor Cole había tenido noticias del señor Elton después de la marcha de éste. Emma sabía lo que iba a venir; les releerían la carta, se hablaría del tiempo que hacía que estaba ausente, de cómo frecuentaba la vida en sociedad, de que en donde él estaba era siempre el preferido y de lo concurrido que había estado el baile del Maestro de Ceremonias; y pasó por todo ello con mucho tacto, mostrando todo el interés y haciendo todos los elogios que eran de rigor; y siempre adelantándose a hablar para evitar que Harriet se viese obligada a decir algo.

Emma ya estaba dispuesta a pasar por todo esto cuando entró en la casa; pero suponía que una vez hubieran terminado de hacer grandes elogios de él, no las importunarían con ningún otro tema de conversación enojoso, y que se pondrían a divagar extensamente acerca de todas las señoras y señoritas de Highbury y de sus partidas de cartas. Lo que no esperaba era que Jane Fairfax sucediese al señor Elton; pero la señorita Bates inesperadamente inició esta conversación; abandonó bruscamente el tema del señor Elton para pasar a los Cole, y por fin acabar hablando de una carta de su sobrina.

Emma.  Jane Austen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora