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𝓒𝓪𝓶𝓫𝓲𝓸 𝓭𝓮 𝓻𝓸𝓹𝓪.

El invierno había aparecido en el pueblo de Karmaland, azotándolo con una gran ventisca durante unos días. Eso ocasinó que la calefacción del hogar de Alexby se estropeara, teniendo que construir una chimenea y taparse con diez mantas para dejar de sentir el terrible frío que rodeaba toda la estancia.

El día de hoy estaba Alexby, con solo una camiseta de manga larga y unos short al no encontrar su ropa de invierno, sentando en su sofá esperando a que Fargan terminara de ducharse y poder irse ya a la fiesta que había montado Vegetta en su casa por la llegada del invierno. Hubo un momento en la que las mantas ya no daban tanto calor al aumentar la temperatura y, aunque Jimmy también diera bastante calor ya se le estaba durmiendo las piernas al tenerlo ahí desde hace un buen rato.

— Puto invierno, ¿por qué tenía que estropearse la dichosa calefacción? –era lo que mascullaba el pelinegro enfadado.

Decido se levantó del sofá con Jimmy detrás de él siguiéndolo, se adentro a su habitación para poder buscar algún chaquetón o pantalón largo cuando un jersey beige de cuello alto apareció ante su vista tendido en la cama. Alexby sabía de quien pertenecía ese jersey, ya que había quitado esa misma prende bastante veces del dueño.

Con la vergüenza plasmada en su rostro se acercó a la susodicha prenda y agarrarla. Con lentitud vistió el jersey y se observó en el espejo de la habitación. El jersey le quedaba bastante por obvias razones, pero el calor que desprendía la prenda fue suficiente para quedársela un rato más observandose en el espejo ajeno a su alrededor.

— Pues no se me ve tan mal. -confesó Alexby con una sonrisa en su rostro.

— Para nada mal, pero te verías mucho mejor debajo mía con esa ropa.

La voz de Fargan hizo que pegara un salto por el susto y lo insultara, pero las maldiciones que iban a salir por sus labios se quedaron atoradas al observar al híbrido con solo unos pantalones de chándal, sus alas desplegadas y alrededor de sus hombros algunas plumas.

— Sé que estoy buenísimo, Alesby. –mencionó Fargan con gracia– Pero podrías disimular un poco, pequeño.

— Serás gilipollas.

Fue lo único que soltó para empezar a reir, unos brazos rodearon sus caderas y la barbilla del castaño se posó en los cabellos negros de su pareja.

— Puedes quedarte el jersey esta noche. –confesó el híbrido en voz baja, creando un ambiente tranquilo entre los dos– Puedo ponerme otra cosa. Además te ves adorable con mi ropa.

Con una amplia y sueve sonrisa Alexby se gira quedando cara a cara con em contrario.

— Todavía no me hasta dicho por qué ocultas tus alas. –confesó el pelinegro acariciendo las plumas de sus hombros– Yo te dije el motivo de porqué el casco.

— Algún día te lo contaré, no estoy listo aún.

— Cuando lo estés, no dudes en confiar en mí. –de puntillas juntó sus labios en un corto, pero lindo beso– Sabes que me encantan y sobretodo cuando me cubres con ellas.

Se quedaron un rato más en esa posición, disfrutando de la presencia del contrario y del calor que desprendían hasta que Jimmy se metió en medio de los dos al querer unirse al abrazo. Los dos rieron ante eso y lo abrazaron, para después empezar a vestirse y poder llegar lo antes posible a casa de Vegetta, no querían oir sus gritos tan temprano.

Por un momento creyeron que iban a tener que llamar a Vegetta para poder subir debido a sus torretas, pero al ver que todas estabab desactivadas avanzaron extrañados. En frente del gran portón gritaron el nombre del dueño, automáticamente la puerta fue abierta encontrándose al anfitrión con una gran sonrisa invitándolos a entrar a la casa.

En el salón, el primero en fijarse en el atuendo de Alexby fue Rubius, quien con una sonrisa traviesa se acercó sigilosamente al menor cuando vio que estaba solo. Rodeó los hombros del pelinegro con uno de sus brazos, a Alexby le recorrió un escalofrío ante la sonrisa que se extendía en el rostro del teñido.

— ¿Y ese jersey, Alexby?

En ese momento Alexby sabía que no se libraría de Rubius en toda la noche, para su desgracia. Al menos tendría a Mangel para parar un poco los pies a Rubius o directamente ignorarlo para poder hablar con su amigo.

En el otro extremo de la habitación un híbrido de búho y un albino hablaban tranquilamente cerca de la cocina apoyados en la pared.

— ¿Ese no es tu jersey, Fargan? –apuntó Willy con su copa en dirección donde Alexby y Mangel hablaban.

— A que se ve adorable con él. –fijó su mirada en el menor.

— Tengo que darte la razón en eso, compañero.

— ¡Guillermo Díaz! –el grito proveniente de la cocina hizo que los dos que estaban más cerca saltaran del susto, pero más el albino– ¡Cómo vuelva a llamarte otra vez y no vengas te juro que quemo tu árbol!

— Emm, creo que me llaman.

Fue lo último que dijo Willy para después salir corriendo hacia la cocina donde Vegetta le esperaba enfadado. Fargan rió al imaginarse la regañina que se llevaría su hermano oscuro, se despegó de la pared y caminó hacia su pareja para darle un beso en la mejilla y meterse en la conversación que estaban teniendo el de gafas y el pelinegro.

Fin.

⇢𝑻𝒉𝒆 𝑭𝒂𝒓𝒈𝒆𝒙𝒃𝒚 𝑴𝒐𝒏𝒕𝒉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora