➧12.

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𝓔𝓷𝓰𝓪𝓷̃𝓸.

[A continuación aparecerán temas bastantes delicados, leer bajo vuestra responsabilidad]

"3:30" marcaba el reloj de su mesita de noche, su respiración entrecortado, el sudar recorrer su frente y los temblores aparecer en su cuerpo. Había vuelto a tener la misma pesadilla, por lo tanto no podría dormir, como de costumbre. Se levantó de su cama con cuidado al sentir sus piernas temblar, caminó hacia el baño y se echó agua en la cara para poder refrescarse y alejar los recuerdos de su mente.

Nada más subir la cabeza, su reflejo le dio la bienvenida con un rostro cansado, como desde hace meses. De un momento a otro, los escuchó, los vio detrás suya riéndose de él, amenazándolo, maltratándolo. Los temblores volvieron más fuertes, un punzante dolor en au cabeza se hizo presente, sintió como sus garras se adentraban en la piel de sus brazos, notando como se formaban ríos carmesí. Su cabeza daba vueltas y su vista se volvía borrosa, pudo verlos perfectamente, con esas sonrisas prepotentes que poseían cuando lo veían caer.

Su vista empezo a fallar, la oscuridad se hacía más presente y dominante en aquel blanco baño. Sus garras ya no solo estaban enterradas en su brazos, sino que recorría toda su extensión e igual que su abdomen desnudo, arañazos nuevos aparecían encima de los viejos que estaban cicatrizando, volviéndolas a abrir. Su mente dejó de funcionar bien, lo única que percibía eran sus risas e insultos hasta que todo se silenció y lo único que oía era un sonido estático, a lo lejos escuchaba una dulce voz pronunciar su nombre, pero él no podía ver nada, solo oscuridad. Cuando, de repente, sus ojos se volvieron a abrir y su respiración se aceleró, observando todo su alrededor aterrorizado, notando a Dulce, con los ojos llenos de lágrimas y preocupación, agachada junto a él.

— Dios, Fargan, ¿pero qué hasta hecho?

Escuchó, viendo como la castaña intentaba parar los ríos carmesí con una toalla de aquel baño, el híbrido notó como las manos de la muchacha no dejan de temblar en ningún momento, haciendo que se sintiera peor de lo que estaba. Solo estorbaba.

— Deja de engañarte. –la voz de Dulce volvió a aparecer en aquel lugar, pero esta vez entre cortada por el nudo que tenía– Entiende, que no estás bien, no puedes seguir aparentando estar bien, te estás engañando a ti mismo y a aquellos que les importas.

Solo se quedó callado, su cabeza seguía emitiendo un sonido estático que le hacía querer estrujar su cabeza hasta que parara.

— Voy a llamar a Alexby. –automáticamente al escuchar el nombre, sus ojos viajaron hasta la de la castaña con cierto terror– Le diré que no irás a trabajar hoy, tal vez ni siquiera en toda esta semana.

La doncella se mordió su labio inferior reteniendo el sollozo que amenazaba con salir.

— Él te quiere, te lo ha repetido miles de veces. Eres especial, no te engañes, no te dejes llevar por el engaño de tu mente, de tu pasado. Los chicos no son iguales a ellos, les estás preocupando, notan que ya no estás tan alegre y cada día estás más cansado.

— Entonces solo fingiré mejor, les haré creer que el engaño es la realidad.

— No vuelvas a decir eso. –aquella voz hizo que Fargan se congelara. No entendía que hacía él aquí.

— Lo siento, lo llamé hace rato, cuando escuché tus gritos sabía que necesitaba de su ayuda. –se disculpó Dulce, levantándose del lado de Fargan, cediéndole su puesto al recién llegado– Os dejaré solos, espero que logres hacer que vea la realidad.

Dulce salió del cuarto de baño dejando a los dos solos, Alexby agarró una nueva toalla y el botiquín que había para empezar a limpiar el exceso de sangre y curar las horribles heridas que resaltaban en la piel del castaño.

— ¿Por qué no me dijistes?

— No quería preocuparos con esto, son solo... Tonterías. –tardó en contestar, su voz detonaba cansancio puro logrando un malestar en el estómago del menor.

— ¿Tonterías? ¿Crees que esto son tonterías? –preguntó incrédulo Alexby– Fargan, no son tonterías, lo contrario, es muy grave. Todos nos estabamos empezando a preocupar demasiado por tu estado de salud, si tu solución era engañarnos estabas equivocado. Al único que engañas es a ti mismo.

Agarró suavemente las mejillas del contrario, haciendo contacto visual, unos cansados ámbar contra unos preocupados castaños.

— No me engañes, no lo hagas. –su voz salió entrecortada– No quiero perderte, joder. Eres demasiado esencial en mi vida, no sabría como vivir sin que tú estés a  mi lado y más sabiando que podría haber evitado todo esto.

Las lágrimas no pudieron ser más retinadas en su ojos y escaparon de ellos, recorriendo sus blancas mejillas hasta su mentón. Fargan se odió más al ver a su pequeño llorar, pero eso no evitó que de sus ojos no salieran también aquellas lágrimas.

— Lo siento, yo no quería, lo prometo. Solo quería no ser un estorbo como siempre, no quería estorbar y creía que si os engañaba creyendo que estaba bien, nada cambiaría.

— Eres un tonto, un grandísimo tonto. –soltó Alexby abrazando a Fargan, sin hacerle daño en sus heridas– Yo estoy aquí para ayudarte, para curar cualquier herida que tengas y cuidarte de aquellas pesadillas que te atormentan, porque te amo.

Besó los labios del castaño una y otra vez intercalando un "te amo" cada vez que se separaba para después volver a juntarlos.

— Nunca vuelvas a engañarme.

— No lo haré, combatiremos a mis demonios juntos.

Fargan sabía que por mucho que le prometió, él sabía que no lo haría, porque su gran especialidad era engañar a la gente, sus pesadillas se lo recordaban todas las noches y sus heridas todo los días. Volvería a engañar a Alexby y fingiría estar bien delante de él, mientras que su mente le incitaba con acabar con todo esto, sabía que sus pesadillas tenían razón, era un monstruo ruín y solo merecía desprecio.

Él sabía que solo tenía que seguir un poco más con aquel engaño para poder, por fin, dejar que su amado fuera feliz con alguien que no fuera un monstruo.

Fin.

⇢𝑻𝒉𝒆 𝑭𝒂𝒓𝒈𝒆𝒙𝒃𝒚 𝑴𝒐𝒏𝒕𝒉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora