Aquél al que todos protejen.

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Han transcurrido algunos días desde la conversación en el campo, aquél lugar donde se había dado origen a un lazo entre nuestros dos protagonistas. Desde entonces habían estado reuniéndose en su tiempo libre para trabajar en aquel asunto, buscaban distintos lugares un tanto aislados y allí se dedicaban a entrenar, la idea era que nadie más se enterase de la condición de Aziraphale; sin embargo en uno de esos días no se percataron de que un par de ojos se habían mantenido fijos sobre ellos.

— ¡Hazlo otra vez, no nos iremos de aquí hasta que logres mantenerte en el aire por al menos un minuto!—
Dijo Aiwass tratando de sonar algo estricto, creía que esa sería la manera más efectiva de darle motivación al ángel rubio.

— ¡No puedo! Es inútil, tu mismo lo has visto, llevamos varios días en esto y no puedo mantener el vuelo más que unos cuantos segundos.— Bajó la mirada al decir esto, a pesar de estar dándolo todo no parecía obtener resultados.

Uno de los obstáculos más grandes cuando queremos lograr algo es el no creer en uno mismo, hasta ahora Aziraphale había estado subestimándose de las peores maneras, hecho que no era de mucha ayuda ahora que tenía un objetivo en mente.

— Está bien, te dejaré descansar por un momento, ahora ven, traje algunos alimentos.—

Ambos se sentaron sobre la fresca hierba y comenzaron degustar la comida que Aiwass había llevado. Mientras tanto conversaban con toda tranquilidad, en esos momentos era cuando el pelirrojo podía notar como la desesperación y pesimismo se disipaban del rostro del ángel, era lindo pensar que el simple hecho de tomar un bocadillo podía hacer que su día mejorara; entonces, con tal de ver esa radiante sonrisa se encargaría de llevarle toda clase de cosas deliciosas.

— Ángel, yo sé que lo lograrás, no estoy seguro de cuánto tiempo nos lleve pero con un maestro tan bueno como yo te aseguro que podrás volar... además, si prometes no rendirte te traeré de comer todo lo que quieras.—

Estás palabras de nuevo eran como luz para el pequeño Aziraphale, en su interior produjeron todo un mar de emociones por lo que se dejó guiar por sus impulsos dejando caer su comida y se abalanzó hacia Aiwass.

— ¡Te lo agradezco mucho, querido! Soy muy feliz gracias a que te conocí ¡Te quiero mucho, mucho, mucho!—

Ese abrazo tomó por sorpresa al ángel pelirrojo, pero no podía negar que dicho tacto le había causado una enorme felicidad, por lo que rápidamente correspondió. Los brazos de Aziraphale eran cálidos, estar allí lo hacían desear permanecer en ellos para siempre.

— ¿Cómo es posible que un ángel no vuele? ¿Cómo puede existir un ser tan defectuoso?—
Murmuró el ente que había estado observando toda la escena, estaba sorprendido en gran manera, pero aún así procuraba mantener la discreción para no ser descubierto. «Debería informar inmediatamente de esto»

  * * *

— ¡Sariel! Tengo algo que decirte, es urgente.— Había acudido hasta las oficinas donde se encontraban los ángeles de un mayor rango, allí estaba trabajando su maestro a quien pensaba que debía decirle aquello que acababa de presenciar.

— ¿Te pasó algo, Gabriel?—
Así es, ese ángel que los había visto era justamente Gabriel, aún era joven pero su talento era innegable.

— Es sobre uno de sus alumnos, cierto ángel es diferente a nosotros ¡Es un error!—

De inmediato Sariel sospechó lo que venía a decirle así que lo tomó de la mano para llevarlo a un lugar más despejado. Estando ahí y una vez corroborado que podría hablar libremente tomó la palabra.

— Ahora sí ¿A qué te refieres exactamente?—

— ¡Qué uno de los suyos, un ángel... ¡Usted tiene en su grupo a un ángel incapaz de volar! El debe ser un error, no debió nacer como un ángel si iba a ser así de inútil.—

— ¡Dios te perdone!— Le reprendió.

Gabriel estaba por seguir hablando pero su cara fue sostenida por el mayor desde el mentón mientras lo miraba a los ojos.

— ¿Le has dicho esto a alguien más?—

— No.— respondió secamente.

— Muy bien, entonces espero que puedas ser discreto y no digas ni una sola palabra más sobre el asunto.— Dijo para finalmente soltarlo y echar un vistazo a su alrededor con tal de comprobar que nadie más estuviera escuchando.

— ¡Entonces usted lo sabía!—

— Aziraphale se comprometió a aprender para antes de que llegue el día de la ceremonia, así que una vez lo haga no habrá ningún problema.—

— ¿Así que su nombre es Aziraphale?

— Tener conocimiento de su nombre no te ayudará en nada, simplemente no hagas algo imprudente.—

— Está bien... no diré nada, pero eso no quiere decir que no lo estaré observando. No es posible que alguien de nuestro grupo pueda echar abajo todo el trabajo de los demás, no permitiré que arruine la ceremonia.—

Sin esperar respuesta Gabriel se dió la vuelta para regresar a sus deberes, iba avanzando mientras pensaba en muchas cuestiones, le daba la impresión de que todos estaban tratando de proteger a ese ángel «Ni siquiera parece tener algo de especial» Se quejó internamente y siguió su paso hasta que cierta voz lo detuvo de golpe.

— ¿Un mal día, Gabriel?—

— ¡Lucifer!—

Sempiterno [Good Omens]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora