Capítulo 26: Espero que seas feliz.

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—Espera, tengo que mostrarte algo

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—Espera, tengo que mostrarte algo.— Grita Rose antes de que me vaya. Giro expectante hasta donde se encuentra pero un golpe en la puerta de la azotea nos interrumpe.

—Tobbías, dice mi mamá que si vas a estar conversando con tu amiga tengas la puerta abierta y yo me quede a vigilarte.— Dice entrando mi hermana.

—No mientas pequeña.— Responde Rose bastante sarcástica. —Eres tú la que se muere de ganas por saber sobre lo que estamos hablando.

Tamara pone los ojos en blanco al ver que su mentira ha sido descubierta y susurra lo suficientemente alto para que Rose la oiga. —Becca me caía mejor que ella.

—¿Qué me ibas a mostrar?— Le pregunto ignorando a mi hermana. Rose mira en dirección a Tamara e inmediatamente entiendo la indirecta de que me responderá solo cuando ella se vaya.

Me agacho hasta su altura y reuniendo toda la paciencia que tengo le digo: —Hermanita, ¿podrías dejarnos unos minutos hablar?, mi amiga tiene que contarme algo importante.

—Pero yo también quiero escuchar.— Niego con la cabeza y como sabe que definitivamente la voy echar de la azotea, recurre a unos de los trucos más bajos de todos: Llorar. —Tobby, te extrañé muchísimo. No sabes lo triste que fue mientras no estabas aquí para todos nosotros, quiero pasar el máximo tiempo contigo hermanito.— Dice llorando.

Tal vez debería molestarme por como me utiliza para satisfacer sus ansias de chisme, pero de todas formas es mi familia y me alegra por fin estar junto a ella.

—Está bien, puedes quedarte.— Respondo ante la mirada asesina de Rose. —Luego hablamos.— Le digo y bajo por la escalera guiado por Tamara hasta llegar a donde están esperándome todos.

La mesa está servida y el delicioso olor del estofado hace que mi estomago ruja. Mis pies me guían al que recuerdo es el lugar que siempre ocupaba en el largo comedor y Rose toma asiento a mi lado.

—Ahora que lo pienso no como hace mucho.— Digo feliz de tener frente a mí un plato caliente. Mi madre abre los ojos sorprendida y del susto quiebra una taza.

—¿No había comida donde estabas?— Pregunta preocupada.

—Había pero en las novelas juveniles cliché los personajes raramente comen y mucho peor los extras como lo era yo.

Hay un silencio largo, todos miran a Tadeo presionándolo para que haga algo, él niega con la cabeza pero ante la insistencia termina cediendo.

—No queríamos mencionarlo porque teníamos miedo de que todavía no estuvieras preparado para hablar sobre tu viaje a esa novela pero ya que lo hiciste, todos hemos preparado preguntas que queremos hacerte.

Y así fue como empezaron a interrogarme peor que un asesino serial.

—¿Qué hacías allá?— Pregunta mi padre.

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