Capítulo 16: En busca del caballero en apuros (Parte 1).

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Despierto y me limpio la lágrima que recorre mi rostro

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Despierto y me limpio la lágrima que recorre mi rostro.

—¿Estabas llorando?— Pregunta la princesa Merlía. Trato de poner una excusa pero ella se contesta sola. —No te puedo culpar, nadie ha tenido el privilegio de dormir en la misma habitación con la flor más bella del reino.

—¿Cuál flor?— Le digo confundido.

—Pues yo.— Responde señalándose. —Un hada me regaló ese don en mi nacimiento y el espejito mágico me lo confirmó.

—Rose realmente no tiene imaginación.—Susurro. —¿Segura de que quieres acompañarnos? Es peligroso allá afuera y tu padre puede notar tu ausencia.

—No te preocupes por mí. Es habitual que salga y nadie se dé cuenta, soy muy astuta.

—O es que nadie se interesa en encontrarte.

Merlía me golpea el hombro riéndose. —Eres muy gracioso, pueblerino. ¿Cuál es tu nombre?

—Tobby.

—¿Tobby? Nunca había escuchado un título como ese. Bueno Tobby, vayamos por tus otros compañeros.

Me dirijo a la puerta y la abro para ir hacia ellos.

—¡Espera!— Me grita. —¿Pretendes que salga en estos harapos? Voy a conocer al amor de mi vida, tengo que prepararme.

Asiento pesadamente y coloco el reloj de arena, no puedo esperar por volver a ver a Samantha.

La princesa viene y va por toda la habitación una y otra vez eligiendo vestidos, maquillándose, buscando el correcto peinado, guardando más ropa en cofres, ¿depilándose con un cuchillo?. Cuando vuelvo a abrir los ojos ya han pasado cuatro horas.

—¡Listo! Terminé, vamos.— Me levanto del asiento y casi corriendo me dirijo de nuevo a la puerta.

—¿Tobby?— Me llama.

—¿Qué?— Le pregunto ahora enojado.

Señala con la mirada la infinidad de cofres apilados llenos de sus cosas y entiendo de inmediato la indirecta.

—¿Ves estos brazos? ¡Soy debilucho!— Digo haciendo un puchero involuntario. La bruja esa solo encoge los hombros y me veo obligado a cargar todo.

Vamos a recoger a los demás y cuando llegamos la princesa abre la entrada sellada. Encontramos a los tres en cada esquina de la habitación lo más alejados posible uno del otro, sin duda ayer fue una noche incómoda para ellos.

—¡Por fin libertad!— Grita saliendo Dylan. —No podía pasar un minuto más con ellas, se la pasaron todo el tiempo discutiendo.

Samantha al verme se levanta y me abraza fuertemente. —Te extrañé.— Dice y ahora se acerca a mi oído: —¿Te hizo algo?— Niego con la cabeza y ella me vuelve a abrazar.

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